Wenceslao Vargas Márquez
Frente a un Octavio Paz estupefacto y notoriamente molesto Mario Vargas Llosa dijo en 1990 que el comportamiento del sistema político mexicano era el de una dictadura, la de una dictadura perfecta.
Conducía el foro de debate Enrique Krauze y era el segundo año del sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Un Krauze incómodo, moderador, trató de suavizar la intervención de Vargas Llosa intentando la broma de que México era una dictablanda. A Paz no le gustó el comentario de Krauze y le propinó un regaño. Paz puntualizó que lo que se vivía en nuestro país era una “dominación hegemónica de un partido, eso no es querido Enrique Krauze tampoco dictablanda ni dictadura, es un sistema peculiar y no único de México”. No tengo el registro de si en algún momento posterior Vargas Llosa dijo cuándo había nacido esa dictadura.
Quiero proponer en esta nota que la dictadura perfecta salida del partido fundado en 1929 se conformó cuando el presidente Cárdenas, en 1936, desterró a Calles del país y asumió en sus solas manos la jefatura del Estado, del gobierno y del partido, con funciones extraconstitucionales en materia legislativa, jurisdiccional y de fiscalía, de la misma manera que regímenes totalitarios del siglo XX lo habían hecho en Europa en 1922 y en 1933.
Vargas Llosa señaló que “el sistema dictatorial del PRI” toleraba la crítica siempre y cuando no pudiese en peligro su permanencia. Me parece que este aspecto no es privativo de las dictaduras sino de cualquier sistema político. Esta dictadura o “dominación hegemónica” mexicana fue perfeccionando su funcionamiento hasta lograr exterminar cualquier oposición. El colmo fue, y ahí me parece que comenzó su colapso, la elección presidencial de 1976 donde el candidato López Portillo no tuvo opositor registrado. El principal opositor, el entonces doctrinario PAN (el de hoy es pragmático y mercader) fue anulado desde dentro.
Creo que el PRI debió escandalizarse de lo ocurrido porque al amanecer de 1977 se implementó la reforma política que permitió un nuevo tipo de competencia electoral, pero que a pesar de ellas (de la reforma y de la competencia) no le alcanzó para reconstruirse. En el sexenio siguiente, arrancado en 1982, llegaron Miguel de la Madrid y el mercado a “arreglar” en el país lo que el agotado PRI revolucionario ya no podía administrar. López Portillo dijo de sí mismo que fue el último presidente salido de la doctrina de la Revolución.
Desde 1982 y hasta 2018, los siguientes 36 años, las brújulas del PRI fueron mercado, corrupción, impunidad, más la incapacidad de autocontenerse. Veracruz fue saqueado. Después de 90 años de PRI eran más los pasivos que los activos. Los entes centralizados, descentralizados, desconcentrados y autónomos, en conjunto, colapsaron también. Ningún problema refleja mejor ese colapso que el actual fenómeno del huachicoleo donde una empresa emblema, Pemex, colapsó sin remedio. Bloomberg dice que es la petrolera más endeudada del mundo. Tiene activos por 107 mil mdd y deuda por 104 mil mdd, un 97%. Ese es el saldo.
Este es el saldo de dos siglos de Independencia, un siglo de Revolución, 90 años de PRI-PAN y 80 años de Pemex: las pensiones quebradas junto al IMSS y al ISSSTE, los estados hundidos, Michoacán ya no puede sostener a su sistema educativo, hay más de 10 billones de pesos de deuda, más de 60 millones de pobres, 15 millones trabajando en Estados Unidos (cfr. U.S. Bureau of Labor Statistics, 2016). En total, más de 75 millones de connacionales fuera del mexican dream que ya no se pudo sostener ante las urnas del 2018.
Pero el PRI no está muerto. Tiene de su lado la disciplina partidista, su estructura que es la mejor del país, tiene su valioso triunfo en Monterrey (y automático candidato a gobernador). Tiene el PRI en su favor las dirigencias de sindicatos afines al partido (SNTE, Petroleros, CTM, etc.) sin que hasta el momento la 4T dé muestras de cómo abordar al tema. Tiene, en fin, a un gobierno como el de Veracruz que trabaja sin rumbo fijo, sin plan, fortaleciendo al PRI, mientras el PAN local está mejor armado que los tricolores para enfrentar las elecciones de 2021 que están a la vuelta de la esquina.
Todas las instancias autónomas tienen a su benitonacif reclamando salarios de insulto en un pueblo miserable. Luego hay quienes defienden esas instancias por el simple hecho de que son instancias autónomas. El deplorable Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) es uno de los más defendidos. Sorprende que analistas nacionales se quejen del “demasiado poder del nuevo gobierno”. Es fácil: se lo dimos los ciudadanos ante el colapso de la dictadura perfecta que fue incapaz de autocontenerse. La Europa del siglo XX y la historia de México acusan este hecho: cuando un régimen colapsa surge una respuesta política que entrega, en diversa medida según el caso, todo el poder a un solo hombre. En julio de 2018 exactamente eso hicimos los electores ante las urnas. No sé por qué hay a quienes el proceso les intriga tanto.
Twitter @WenceslaoXalapa