Rocío Acosta Jaimes
Mientras voy camino a casa en el transporte público, puedo observar un momento, en que una mamá le regala a su hija de 5 años, un paquete que contiene enseres para jugar a la “comidita”; de pronto, bajo la vista y veo mis piernas llenas de pequeñas cicatrices –resultado de haber escalado árboles, brincado bardas, manejado una avalancha, y moverme más allá de lo que está permitido a una niña- agradeciendo tenerlas ahí y poderlas ver cuantas veces sea necesario, para recordar que soy mujer, pero sobre todo, que puedo hacer lo que yo quiero.
Con esta pequeña historia, me pregunto: ¿de pequeñas, a cuántas de nosotras nos prohibieron jugar con los niños, porque las niñas, debían jugar con las niñas?,¿a cuántas de nosotras nos pusieron nuestro tapetito en el suelo, con la indicación que de ahí, no debíamos movernos? o peor, ¿cuántas veces los niños nos dijeron: “tú no juegas porque eres niña, y nosotros somos fuertes, veloces y te podemos lastimar”?, pues a mi si, y muchas veces, pero aunque no fuera invitada a correr, yo corría, a subir árboles yo subía, a no moverme, me movía. Fue así, que transcurría un nivel educativo tras otro, primaria, secundaria, preparatoria, nivel superior, etc., y yo aún seguía escuchando las mismas “cantaletas”, pero ya no solo hacia mi, sino hacia mis compañeras, mis amigas, mis colegas.
Por lo anterior, puedo afirmar que los “clubs de niños”, como yo solía llamarle desde pequeña, existen en los espacios laborales hoy en día. Estos clubs, pueden identificarse, porque discriminan, al no permitir la participación de la mujer en cargos importantes dentro de una estructura institucional, las decisiones que se toman dentro del trabajo son hechas solo por hombres, no permitiéndoles expresas sus puntos de vista y callándolas, los puestos claves son designados por ellos y para ellos, menoscabando el reconocimiento de las mujeres, y en caso de que acepten a una mujer, ella solo podrá realizar algunas funciones autorizadas por los hombres para satisfacer sus intereses personales, siendo considerado un grupo vulnerable, a las que no les permiten competir en igualdad de oportunidades. Seguramente queridos lectores, con algunas de estas características, han podido identificar en sus espacios de trabajo, estos clubs. Porque lamentablemente, están en las instituciones públicas, pero también privadas.
Aunque existe un gran avance en cuestión de investigación, presentados en congresos, coloquios, obras teatrales, etc., acerca de la importante participación de la mujer, en cualquier espacio que a usted se le venga a la mente, no se practican del todo en la vida cotidiana. Un claro ejemplo de esto, es mi propio centro de trabajo, en el que el Director, electo democráticamente, realizó la designación de puestos, conforme a las funciones que le otorga el Manual de Organización del Personal Adscrito al Subsistema de Educación Normal, vigente al día de hoy. En este contexto de normatividad, se nombraron a los nuevos jefes que ocuparían los 14 puestos restantes del organigrama. Debo advertir, que no fui la única que se percató que, del total de los espacios, solo dos de estos, fueron designados a mujeres. Al término de la presentación y del festejo, tuve una regresión a la época de mi primaria, en el que el Director, tomaba el papel de aquel niño que no dejaba jugar a las niñas, ignorando las capacidades de ellas, o que incluso ignoraba a las niñas, por tener él, una baja autoestima. No, no quiero decir, que mis compañeros hombres, no tengan la capacidad para realizar su trabajo, al contrario, son profesionales y celosos de sus obligaciones. Más bien, me preocupa que la toma de decisiones de la vida académica de una escuela formadora de docentes, recaiga solamente en los hombres, ¿acaso las mujeres no tenemos la capacidad en la toma de decisiones?, o ¿por qué todo tiene que ser tan cuadrado, si las diferentes ideologías son fundamentales para el análisis y solución de las situaciones que viven a diario, las Escuelas de cualquier nivel?
Otro de los espacios importantes, que es necesario revisar es: el ámbito político, ya que existe también poca participación de la mujer, como se muestra en la fotografía, tomada en el marco de la celebración de los 100 años de la “Constitución Política Mexicana”. Toda la atención estuvo centrada, en las 36 personas públicas destacadas del presidium, pero, observe a detalle, solo una de ellas era mujer, lo que permite probar, que aún existe un endeudamiento de género en nuestro querido Mexico, haciendo evidente que no todos, están preparados para afrontar una igualdad entre hombres y mujeres y mucho menos, si se trata de relaciones de poder ¿no cree usted?
Aunque el tema de esta columna, es polémico, ha sido necesario debatir para proponer leyes, que permitan avanzar en el planteamiento de acciones conducentes a lograr la igualdad sustantiva en el ámbito económico, político, social y cultural, tal y como lo establece, la Ley General para la Igualdad Entre Mujeres y Hombres, o mejor aún, en la reciente creación de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LEGIPE), siendo obligación de los partidos políticos, promover la paridad de género, en candidaturas para integrar el poder legislativo, cuando menos, de un 40% por personas del mismo sexo.
¿Han sido pertinentes las leyes, que se han establecido para estos fines?, claro que si pero, también es importante indicar que existe una problemática en la aplicación de estas, y es que, nosotros mismos creamos las leyes, pero también, somos los primeros que las violentamos, ¿a qué me refiero?, muchos de ustedes recordarán a las famosas “Juanitas de San Lázaro”-una columna de Jorge Camil, que le invito a leer, publicada en el periódico La Jornada-, en que 8 mujeres diputadas, pertenecientes a un partido político, cumplieron con el registro de las candidaturas, respetando el principio de paridad de género, pero que al verse ya ganadoras, inmediatamente renunciaron a favor de los suplentes, que curiosamente eran hombres.
A pesar de este “resbalón”, es importante, que no solo estas cuotas de género, se apliquen para diputados o senadores, pues también existe, la necesidad urgente de eliminar los estereotipos que fomentan la discriminación y la violencia contra las mujeres, en nuestros espacios de trabajo. Teniendo los mecanismos que posibiliten identificar, cuestionar y valorar la discriminación y exclusión de mujeres en el ámbito laboral, permitirá tomar las acciones urgentes repito, para avanzar en la construcción de igualdad de género, y de esta forma promover el empoderamiento de las mujeres, evitando que estos puestos sean otorgados para cumplir “compromisos, amiguismos, o continuar manteniendo al famoso club de niños”.