“Para Cokin, que su vida siga rodeada
de naturaleza y que siga creciendo,
disfrutando y amando a todos los seres vivos”
Alemania tiene 2,6 millones de hectáreas de superficie forestal. Baviera es uno de sus estados federados con una buena proporción de ellos. En la región se celebran fiestas típicamente bávaras, con cerveza, pretzeles y trajes tradicionales. Los árboles caducifolios y las coníferas se reparten por igual, destacándose el abeto, el pino, la haya, el roble y el abedul.
La familia de mi hija vive en esta región, donde el horizonte siempre está lleno de verde, cuando empieza a hacer calor diversas tonalidades de verde aparecen con mayor intensidad y la fauna y en especial las flores, empiezan a surgir. En esta hermosa región nació y crece mi nieto, rodeado de naturaleza donde transita de manera cotidiana por los senderos que los rodean.
En uno de esos días en los que disfrutaba del paisaje, recordé un libro que apenas leí El clamor de los bosques en donde Richard Powers escribe una serie de relatos relacionados con el activismo y la resistencia, una deslumbrante evocación y alabanza del mundo natural. Es un libro destinado a aquellos lectores que han dejado de creer en la separación autoimpuesta entre la humanidad y el resto de la creación y que aguardan la posibilidad transformadora y regeneradora de un regreso al hogar.
Y esto viene a colación por lo que estamos viviendo no solo en México o aquí, en todo el mundo, donde por el cambio climático hay muchas regiones en las que no llueve, a lo que, si le aumentamos la poca importancia que los seres humanos le damos a los árboles y lo que representan, da como resultado la negación colectiva de que, sin ellos, no habrá vida ni esperanza.
En el libro referido se lee:
“Si los árboles de este planeta pudieran hablar ¿Qué nos dirían?”: Escucha, es algo que debes de oír. Ese es el problema de la gente, la raíz de todo. La vida pasa a su lado desapercibida. Aquí mismo, muy cerca de ellos, en la creación del cielo, en el ciclo del agua, en el intercambio de nutrientes, en la formación del clima, en la construcción de la atmósfera. En la alimentación. curación y refugio de más tipos de criaturas de las que somos capaces de contar. Cada árbol que observas o en el que te refugias dice: Escucha, hay algo que debes de oír. Y esto tiene relación con el mundo real: Vendrán, pese a todos los esfuerzos, las plagas, los vendavales y las inundaciones. Entonces la Tierra se convertirá en algo distinto y la gente lo tendrá que aprender de nuevo. Se abrirán las cámaras de los bancos de semillas, los bosques de segundo crecimiento y no tardarán en crecer, flexibles, pesados, tanteando posibilidades. Las redes del bosque se llenarán de especies que saldrán a la oscuridad veteadas por nuevos diseños. Cada franja de color de la tierra alfombrada restaurará a sus polinizadores. Los peces volverán a probar todas las cuencas y se amontonarán tanto que parecerá que los ríos van cargados de troncos. Una vez que el mundo real acabe” (p.602).
La lectura de cada relato te cimbra a través de sus personajes, que en la novela, han sido convocados por los árboles de diferentes modos y se reúnen en una última y violenta batalla para salvar los pocos acres de un bosque virgen que queda en el continente americano: Un jefe de carga de las Fuerzas Aéreas en Vietnam que sale disparado por el cielo y se salva de caer sobre un baniano; un artista que hereda cien años de retratos fotográficos, todos del mismo castaño americano que para ella está maldito; una universitaria juerguista que se electrocuta a finales de los ochentas, que muere y regresa a la vida gracias a unas criaturas de aire y luz de los árboles y una científica con problemas de oído y de habla que descubre que los árboles se comunican entre sí.
Estas narrativas de alguna manera, retratan el tiempo de hoy, en el cual la destrucción de la naturaleza avanza a pasos agigantados y que me lleva a cuestionarme: ¿Qué pasará en veinte años, cuando mi nieto sea ya un adulto? Deseo de corazón que, para ese entonces, este paisaje en el cual ahora vive se siga manteniendo, que pueda respirar el aire fresco y puro que emana en su ciudad natal y que, por fin, la humanidad haya descubierto que un árbol, tan solo un árbol, representa la vida para todos y cada uno de nosotros.
¡Feliz cumpleaños Cokin!
Referencia
Powers, R. (2020) “El clamor de los bosques”. “Overstory” Traducción Teresa Landero. Primera edición. AdN.