Por primera vez en su historia el capitalismo no tiene futuro, “no sabe lo que va a pasar con él” y por ello se aferra a la depredación, al despojo, al atropello y a la destrucción de la sociedad, su cultura y de la existencia humana, por lo que en el futuro habrá que prepararse para regímenes de hierro, basados en la violencia, señaló el doctor Guillermo Almeyra Casares, investigador del Consejo Latinoamericano de de Ciencias Sociales de Argentina y ex académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El ex docente del Departamento de Relaciones Sociales de la Unidad Xochimilco de esta casa de estudios dijo que “el cambio de época al que hoy asistimos” no encierra puramente una problemática de carácter económico, sino también política, moral, y una terrible crisis ecológica provocada por el ansia de lucro del capital.
Durante la conferencia “Transformaciones de la sociedad y el Estado y alternativas de desarrollo en América Latina”, organizada por el Área Espacio, Región y Organización Rural, el doctor Almeyra Casares expuso que la concentración de la riqueza y el poder amenazan la democracia, lo que se evidencia en el hecho de que 22 personas en el mundo tienen una riqueza igual a la de 4 mil 700 millones de personas.
Las sociedades pasan por una “transformación gigantesca” que pone en peligro a la democracia, al parlamentarismo, porque los “pocos poderosos” deciden sobre las condiciones de vida de la mayoría y destruyen las bases mismas de la convivencia humana.
Esta es la situación actual y “por consiguiente hoy hay que prepararse no para tener elecciones más limpias que las otras, no para progresos en reformas ni para la renovación de los parlamentos, hay que prepararse para regímenes de hierro basados en la violencia”, advirtió.
El investigador agregó que en este proceso el Estado ha sufrido transformaciones enormes, pues la relación entre las clases y el equilibrio determinado por las fuerzas relativas de cada una de las clases se ha inclinado de un lado. El Estado ha perdido, en medio de esta mundialización y procesos obligados de construcción de estructuras regionales, su autonomía y depende cada vez más de la aplicación estricta de la violencia.
No obstante la “enorme” ofensiva a la que asistimos y que anula todas las conquistas sociales que costaron tanta sangre a los trabajadores a quienes hoy “se les saca plusvalía absoluta, al grado de poner en peligro la subsistencia misma del trabajador y la de su familia, la unidad de la clase obrera se encuentra rota”.
Señaló que sin embargo la resistencia aumenta, pero es una nueva y moderna, pues hoy surgen movimientos colectivos que crecen y que tienen sus raíces en procesos particulares, como los indígenas de la India que defienden sus reservas forestales; los indígenas que habitan el arco montañoso que va desde México hasta la punta de América del Sur, que resisten la gran minería a cielo abierto, y la expropiación del agua por parte de trasnacionales para desviarla de la agricultura para quitar cianuro al oro, entre otros.
Todos esos movimientos comunitarios, dijo, no luchan por un retorno al pasado o por preservar los recursos tal como estaban; combaten en rechazo de la modernidad monstruosa, extractivista y antiecológica, y por nuevas relaciones sociales y una nueva democracia surgida de las comunidades.