En el 2013 el Colegio de México, publicó un video titulado “La reforma educativa”. Un video a través del cual, Manuel Gil Antón, destacado investigador mexicano, planteó una interesante analogía sobre esa mal llamada “reforma educativa” que propuso en el primer año de gobierno Peña Nieto, así como también, lo que en los hechos ocurría en el Sistema Educativo Mexicano (SEM).
Su metáfora, aún vigente, me permite afirmar que la educación que se brinda en mi México querido, no ha avanzado tal y como lo anuncia, cada vez que puede el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, no importando el despilfarro de dinero de su parte, que bien puede destinarse a otros rubros educativos que no sean los de comunicación y/o el posicionamiento de su imagen.
Recuerdo muy bien que dicha metáfora, planteaba la idea de que el SEM era un camión o autobús que recorría un camino de terracería que, para efectos prácticos, éste último, se asemejaba a las condiciones por las que en ese momento atravesaba México. En ese sentido, Gil Antón decía, que un grupo de personas, al darse cuenta de las condiciones de ese camino y ese camión, llegaron a pensar que la única forma en que podían mejorarlos sería a través de los maestros. Si, millones de maestros que serían evaluados para que, a decir de éstos “ideólogos”, se mejorara todo lo concerniente a la educación, repito, que se impartía en México.
Cuatro largos años han pasado desde aquel entonces y, si usted realiza un recuento de varios de los hechos educativos y no educativos que hasta el momento ha “impulsado” Peña y Nuño, podrá advertir que el camino sigue en las mismas condiciones o, peor aún, se ha llenado de socavones, pero también, que el camión o autobús, sigue de la misma forma en que se encontraba o, peor aún, que ha caído en alguno de esos socavones que el mismo gobierno federal autorizó y/o construyó para “mejorar” la vida de los mexicanos.
Dese cuenta, del 2012 a la fecha, las famosas reformas estructurales que se sacaron “adelante” a partir del Pacto por México – incluyendo a la educativa, por supuesto –, ¿qué es lo que han generado?, ¿bienestar?, ¿desarrollo?, ¿mayores empleos?, ¿mejoras en la educación en su conjunto? Discúlpeme si halla en mis palabras un poco de pesimismo al respecto, pero esos “niveles de bienestar” que a diario padecemos millones y millones de mexicanos, son tan diferentes de aquellos que ambos funcionarios pregonan a los cuatro vientos. ¿A cuánto asciende el kilo de tortilla y huevo?, ¿cuál es el precio de un litro de gasolina?, ¿cuál es la renta que debe pagarse por recibir agua y luz eléctrica?, ¿de qué manera se ha visto afectada la vida laboral de los docentes que prestan sus servicios con la entrada en vigor de la Ley General del Servicio Profesional Docente?, ¿cuántas escuelas aún no son beneficiadas con el famoso programa Escuelas al Cien?, ¿qué ha pasado con el pago y la asignación de plazas de profesores que las han obtenido mediante “concurso”?, ¿cuándo se fiscalizarán los recursos que el gobierno federal destina a la SEP en los distintos rubros que ésta ejerce?
En contraparte, ¿cuántos exgobernadores se hallan en la cárcel una vez que se ha descubierto y comprobado sus fechorías?, ¿qué ha pasado con el sistema nacional anticorrupción?, ¿por qué la reforma política sigue durmiendo el “sueño de los justos” sin que a los partidos políticos y a los políticos se les sancione o elimine el registro por el exceso de gastos de campaña o por el desvío de recursos?, ¿por qué hasta el momento se siguen manteniendo en nómina secretarial a docentes que se encuentran “comisionados” en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación?, ¿por qué no hay transparencia en la asignación de plazas una vez que tal o cual docente se ha retirado o jubilado?, ¿por qué el presidente consejero del INEE sigue manteniendo una postura entreguista hacia el gobierno federal sin que respete la autonomía de este instituto?, ¿por qué se sigue afirmando que la evaluación del desempeño docente es un acto voluntario pero, en los hechos, miles de maestros reciben un correo electrónico que prácticamente confirma la obligatoriedad de una evaluación a todas luces punitiva?, ¿por qué “reformar” las escuelas normales al final del sexenio?
En fin, éstas son algunas preguntas que, con mucha seguridad, usted se habrá formulado en lo que va de este sexenio, y no es para menos. La lógica entre estos planteamientos y las respuestas – si es que las han brindado Peña y Nuño– indican que hay dos realidades muy distintas: un camión estropeado y apunto de “desvielarse”, y un camino con un gran socavón en el centro.
Gil Antón no se equivocaba al hacer esta analogía; hay mucha claridad en ella. Y hay claridad porque quienes a diario, los 5 o 6 días de la semana, en los que realizamos un trabajo docente frente a un grupo de alumnos o profesores, nos damos cuenta de las grandes disparidades que existe entre el discurso y los hechos.
En fin mi estimado lector, quise traer a colación esta breve reflexión, fundada en una analogía – que me sigue pareciendo de lo más pertinente aunque a Guevara Niebla no le agrade – y lo que en los hechos educativos sucede. Y lo reflexioné de esta manera, dado que en un mes aproximadamente, comenzará la carrera por la silla grande que se ubica en Palacio Nacional. Sí, el discurso que de ahora en adelante se dejará escuchar en el medio educativo será: no permitas que gane otro partido diferente al que hoy gobierna, porque de hacerlo, el modelo educativo no verá continuidad y eso afecta el derecho de recibir una educación de calidad de los niños. Un absurdo porque por más que se diga lo contrario, ésta es una forma de jugar con algo tan preciado como lo es la educación de millones de niños. ¿Cree usted que alguien en su sano juicio considere la posibilidad de no educar a sus hijos?
Tiempo al tiempo.