A lo largo de sus 65 años de existencia la ANUIES ha sido un actor importante del desarrollo de la educación superior mexicana. En ese largo lapso esta Asociación ha tenido varios papeles, en función de los distintos periodos de la educación superior mexicana y de los diferentes escenarios en los que se ha desenvuelto. Conforme México se fue adentrando en un sistema democrático basado en la separación de los poderes públicos, su capacidad para influir en las políticas educativas adquirió relevancia. En el periodo actual, está por verse en qué medida la ANUIES puede introducir modificaciones sustanciales al paradigma vigente de evaluaciones de indicadores, que muestra ya severos síntomas de agotamiento.
En estos años, la Asociación ha merecido opiniones y análisis de muy variado tipo. Es un actor que admite múltiples interpretaciones. En este espacio no puedo hacer justicia a todos lo que han hecho aportes sobre el papel de la ANUIES, basten algunos ejemplos. Para Olac Fuentes Molinar, la ANUIES inicial era un “irrelevante club de rectores” que se convirtió en los años setenta en un “brazo de la política estatal en educación superior” (Fuentes, 1979: 257). Por su parte, Felipe Martínez Rizo, al llamar la atención sobre la necesidad de un análisis amplio y riguroso sobre el papel desempeñado por la ANUIES, se preguntó cuál ha sido su rol entre un extremo idealizado de una agrupación representativa perfectamente democrática, impulsada sólo por la preocupación de mejorar la educación superior nacional y por la defensa de los intereses de las instituciones afiliadas, y el extremo opuesto, caricaturesco, que la considera un apéndice de la SEP, correa de transmisión del sistema para llevar a las IES a donde indican los altos mandos del capitalismo internacional, Banco Mundial, OCDE y otros, gracias a la debilidad y benevolencia, cuando no a la abierta complicidad de rectores ingenuos o maquiavélicos (Martínez Rizo, 2000).
Adrián Acosta, en su análisis sobre el papel de la ANUIES como traductora de la agenda de políticas, se preguntó por el papel que ha jugado en la construcción de los temas y asuntos relevantes de las políticas de educación superior en México, ya sea que se le considere un organismo corporativo, órgano de intermediación de interés o grupo de presión (Acosta, 2000). En el medio universitario, la ANUIES también ha merecido opiniones laudatorias por sus contribuciones a la educación superior y hay interpretaciones que la ubican como un actor con capacidad para diseñar políticas o influir decisivamente en el gobierno federal. Algo hay de todo esto. Y ello se debe a que la ANUIES ha sido una “organización híbrida” (Acosta, 2000). Debido a sus variables papeles y a los distintos escenarios en los que se mueve, no es extraño que la ANUIES proyecte diferentes imágenes y sea concebida de diversas maneras por los actores de la educación superior.
La educación superior ha sido y es un campo complejo y conflictivo, de difícil conducción por la multitud de actores con agendas particulares. Por un lado, dentro de cada institución conviven, negocian y se confrontan diversos actores. Cada rector es, a su vez, un actor en el contexto de la educación superior. Por otro lado, actores no directamente insertos en el campo, como tomadores de decisiones en los ámbitos federal y estatales (poderes ejecutivos y legislativos), intervienen formulando políticas y aprobando presupuestos en el campo de la educación superior. Dentro de la ANUIES, el peso de cada institución es muy diferente. La UNAM y el IPN, por ejemplo, gozan de gran influencia pues son miembros permanentes de su Consejo Nacional.
Durante varias décadas la ANUIES dependió de las orientaciones establecidas por el gobierno federal. No tenía una agenda independiente sino complementaria. Esta característica comenzó a cambiar en la década ochenta del siglo pasado, durante la cual jugó un papel más activo y en cierto sentido crítico como respuesta a la crisis del financiamiento, mediante la presentación de propuestas para resolver los problemas de la educación superior y una mayor confluencia con la SEP en la formulación de estrategias de desarrollo (i.e. PROIDES). La ANUIES puso el acento en la construcción de un sistema de educación superior, en metas y criterios de crecimiento y en la evaluación (no obligatoria) de la calidad. Al constreñirse los recursos públicos, la ANUIES comenzó a abandonar la perspectiva planificadora para adoptar la perspectiva evaluadora, bajo un ambiguo discurso de modernización.
A fines de los ochenta se inauguró un periodo en el cual la evaluación y la calidad fueron los ejes de un paradigma nuevo de políticas, que ganó rápidamente legitimidad y cambió las reglas del juego y, por lo tanto, las relaciones del Estado y las instituciones públicas de educación superior. Ese periodo dio inicio a los programas de financiamientos extraordinarios, de formación y superación del profesorado y de fortalecimiento institucional. La ANUIES preservó su rasgo característico de defensora corporativa de las instituciones públicas, pero desarrolló un papel propositivo en lo que respecta a las políticas del financiamiento público y al diseño de instrumentos de evaluación y superación del profesorado, todo dentro de las nuevas reglas operadas por el gobierno federal.
El papel propositivo adquirió preponderancia al inicio del nuevo siglo. La ANUIES inauguró la práctica de convocar a los candidatos presidenciales a presentar sus propuestas y escuchar las de la Asociación, actividad que se repitió en 2006 y en 2012. Algo muy diferente a la antigua práctica de enviar al IEPES del PRI sus propuestas. La renovada influencia de la ANUIES se puede apreciar en los programas federales de educación superior de la administración 2000-2006, que fueron diseñados, propuestos o negociados con la Asociación, como el planteamiento de planes integrales de desarrollo en las IES, la acreditación de programas, la formación de “cuerpos académicos”, la evaluación del personal académico, la ampliación del gasto educativo y la puesta en marcha de un programa de becas estudiantiles. Cabe recordar que el Secretario General Ejecutivo de la ANUIES, Julio Rubio Oca, fue nombrado subsecretario de educación superior en ese sexenio, lo que reforzó las propuestas de la Asociación en el gobierno federal. Adicionalmente, en esos años la ANUIES estrenó un nuevo papel como cabildero en la cámara de diputados para negociar los montos del subsidio y la forma como deben ser distribuidos en la educación superior.
A partir de mediados de la década pasada la ANUIES mantuvo influencia en las políticas educativas, como la inclusión de la meta de alcanzar una cobertura del 30 por ciento del grupo de edad de 19 a 23 años y la ampliación de las becas a estudiantes (PRONABES), pero nada realmente novedoso ocurrió. El esquema de políticas de evaluación, financiamientos extraordinarios y calidad a través de indicadores se preservó incólume y la Asociación siguió apoyándolo. Paulatinamente, en la década pasada la función de servicio que la ANUIES tiene fue ganando preponderancia. A los tradicionales servicios de información y documentación, a los cursos de educación continua y a las publicaciones se sumaron otras acciones importantes, como la elaboración de criterios de evaluación de la educación a distancia, documentos para el desarrollo sustentable de las IES, la gestión de recursos para estudiantes indígenas a través del Programa de Apoyo a Estudiantes Indígenas en Instituciones de Educación Superior (PAEIIES), la creación de fundaciones (Educación Superior-Empresa, FESE), la activación del Observatorio Mexicano de la Innovación en la Educación Superior (OMIES), la creación del Sistema Nacional de Educación a Distancia A.C. (SINED) y de la Red Nacional Altexto, la obtención y la gestión de recursos para el Programa de Apoyo a la Formación Profesional (PAFP), la mejora de sus publicaciones académicas, el apoyo a los trabajos de la reforma al bachillerato y de formación de docentes de ese nivel educativo, la creación de la Red Nacional de Innovación en Educación Superior (RIESA), etcétera. La ANUIES en esa década tuvo, en suma, un diligente pero conservador papel en el terreno de las políticas educativas y otro enérgico como prestador de servicios de información, gestión, consultoría y administración de recursos.
Frente a una revisión obligada del paradigma evaluador en México, la ANUIES ha comenzado a dar pasos en lo que podría llegar a ser una nueva etapa de sus relaciones con el gobierno federal y, tal vez, de influencia en cambios en las políticas de educación superior. En su más reciente documento estratégico Inclusión con responsabilidad social, una nueva generación de políticas de educación superior la ANUIES (2012) abogó por una nueva generación de políticas. Se trata de una educada ruptura con el paradigma vigente de políticas. En ese documento, la ANUIES plantea que “las políticas y los instrumentos aplicados han llegado a su límite, corriendo el riesgo de generar rendimientos marginales decrecientes” (p. 33). Esos rendimientos decrecientes suceden en las políticas referidas a la evaluación y el reconocimiento de la calidad de los programas educativos, los estímulos al desempeño docente, el crecimiento muchas veces desarticulado de las IES (públicas y particulares), los financiamientos por medio de programas y fondos extraordinarios que no tienen asegurada su continuidad y en cambio han derivado en una excesiva burocratización (p. 20). Esa posición coincide con la de muchos estudiosos de la educación superior que desde hace varios años han venido argumentando que el paradigma no ha resuelto los problemas fundamentales de la calidad sino, por el contrario, ha producido muchos efectos indeseados (véanse, entre otros, Muñoz, 2013; De Vries y Álvarez, 2014).
En el futuro cercano veremos hasta dónde podrá llegar esa posición de la ANUIES, lo cual está por comprobarse. El gobierno federal actual tendrá que implementar cambios importantes en el esquema general de políticas. Pero no parece ser esa la orientación pues el acento sigue puesto en la ampliación de la matrícula, lo cual en general es positivo pero insuficiente, y en la continuidad burocrática de algunos programas. La ANUIES puede estar llamada a jugar un papel protagónico en el cambio de paradigmas de política educativa o, en su defecto, tener un modesto lugar en las políticas con amplia actividad en la esfera de los servicios.
Referencias:
Acosta, Silva, Adrián (2000). “La ANUIES y el proceso de traducción de la agenda de políticas de educación superior 1950-2000”. Revista de la Educación Superior, vol. XXIX, núm. 116, pp. 49-70.
ANUIES (2012). Inclusión con responsabilidad social, una nueva generación de políticas de educación superior. México, ANUIES.
De Vries, Wietse y Álvarez Mendiola, Germán (2014). “El éxito y el fracaso de las políticas para la educación superior”. En: Muñoz, García, Humberto (Coord.). La universidad pública en México. Análisis, reflexiones y perspectivas. México, Miguel Ángel Porrúa y SES-UNAM, pp. 15-35.
Fuentes, Molinar, Olac (1979). “Educación pública y sociedad”. En: González, Casanova, Pablo y Florescano, Enrique (Coords.). México, hoy. México, Ed. Siglo XXI, pp. 230-265.
Martínez, Rizo, Felipe (2000). “La ANUIES y la educación superior mexicana, 1950-2000”. Revista de la Educación Superior, vol. XXIX, núm. 116, pp. 21-30.
Muñoz García Humberto (2013). “Políticas para cambiar la educación superior”. Campus Milenio, núm. 532 [2013-10-24].