Para las personas que trabajamos en educación, un recurso fundamental que le da sentido a nuestro trabajo es la perspectiva teórico–práctica del discurso pedagógico. Sin embargo, el discurso pedagógico está acotado y vive un terrible fenómeno de crisis y saturación en estos momentos.
El discurso pedagógico se vincula con las prácticas educativas, con las corrientes del pensamiento vinculadas a explicar y darle sentido a los fenómenos educativos y con una serie de marcos de referencia que permiten clarificar conceptualmente de qué se habla cuando se habla de los distintos componentes del fenómeno educativo. De qué se habla cuando se habla de constructivismo, de competencias, de desarrollo de los sujetos, de reflexión de las prácticas, etcétera. El agotamiento de sus marcos como abanico de posibilidades es atribuido a que hemos entrado desde hace algunos años, a la generación de un discurso circular que lejos de generar nuevas posibilidades de generación discursiva, nos ha llevado a una especie de círculo vicioso, hablamos de lo mismo con distintas palabras o hablamos de nada con conceptos estelares.
Michael Foucault decía que las palabras no son las cosas, los fenómenos educativos (casi siempre) los docentes los viven en la acción vinculados con procesos complejos en contextos igualmente demandantes, las explicaciones de todo ello son amplias y dan poco lugar a nuevas elaboraciones.
La circularidad de las ideas y de las propuestas pedagógicas obedece a dos grandes factores:
- Por un lado a la dificultad de aportar cosas nuevas o diferentes, ante un campo de conocimiento especialmente invadido por distintas ideologías, acotado y hegemonizado desde posiciones que han endurecido sus posturas y que no quieren ceder ante nuevas ideas y condiciones.
b) Por otro lado, ante la poca capacidad de los teóricos y prácticos educativos de aportar nuevas vetas y nuevos senderos para generar cambios o nuevas perspectivas que le den una nueva forma de entender y utilizar los aportes pedagógicos.
Es obvio pensar que requerimos innovar la forma de generar y consumir conocimientos pedagógicos, si bien la pedagogía es eminentemente innovadora requerimos innovar sus innovaciones y ello no tiene nada que ver con la inclusión del uso de los entornos virtuales o de la no presencialidad del acto educativo o la utilización de programas basadas en las TIC. No, la innovación de los conocimientos pedagógicos implica colocarse desde otro lugar y exigirse una nueva postura metodológica, en donde se inicie por cuestionar gran parte de lo aportado hasta ahora. Las verdades pedagógicas del presente en cuanto a prácticas educativas, procesos de enseñanza y aprendizajes, desarrollo de los sujetos, vinculación, escuela – entorno social, se han convertido en losas pesadas que estorban la incorporación de nuevas ideas.
En este plano lo que podría sugerir es abordar nuevas formas de analizar el discurso educativo, incluir el cine-debate, las narrativas, la fotografía, los relatos vivenciales, las aportaciones de los sujetos que desde una explicación ortodoxa se conciben como que no aportan. Colocarse en los márgenes del discurso pedagógico nos podría llevar a mirar lugares poco explorados para generar nuevos conocimientos. Los conocimientos que tendrán vigencia a lo largo del siglo XXI, gran parte de los actores educativos los están esperando para conocerlos, para practicarlos, para pensar y actuar en torno a ellos.
Actualmente tenemos mucha pedagogía pero poca educación y requerimos abrir un proceso que nos lleve a reinventar gran parte de la tarea educativa y lo que forma parte de ella.
*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. mipreynoso@yahoo.com.mx