Fidel Ibarra López*
“Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
UNESCO.
La apuesta que realiza el gobierno federal en torno a garantizar el derecho a la educación en México es correcta. El número de niños, adolescentes y jóvenes que se quedan fuera del sistema educativo nacional es sustantiva. Y las condiciones contextuales y familiares tienen un peso fuerte en la explicación de las diferencias en el acceso y la permanencia en la escuela y en el logro educativo. Las familias en el decil más alto concentran 62% de los ingresos y aquellas en el más bajo, apenas el 0.4% (INEE, 2018, p. 21). Este contexto es el que explica la política social de López Obrador y sus Programas de Bienestar. Se busca que el niño, el adolescente y el joven tenga un sitio en la escuela y que las condiciones socioeconómicas no sean un obstáculo para que eso tenga lugar.
No obstante, el contexto es mucho más complejo. Y no se limita únicamente al plano socioeconómico. El nivel de violencia que se vive en México desde hace más de una década está dinamitando el tejido social en regiones importantes del país. Y ello involucra también a la educación. Es por eso por lo que, en la pasada colaboración de un servidor, señalamos que: “…ante la coyuntura que estamos viviendo en México, la interrogante del para qué se educa se debe replantear incluso, puesto que se vuelve imperativo que se establezca como prioridad en el sistema educativo mexicano, la formación ciudadana. Hoy, como nunca, es necesario que las escuelas se constituyan en centros sociales y culturales desde las cuales se promueva una cultura de la paz”. Y agregamos lo siguiente: “Desde el espacio microscópico de la escuela se puede ir configurando una nueva representación de la realidad social que actualmente se vive en México” (Educación Futura, 22 de octubre del 2019).
Lo anterior se viene señalando desde hace un buen tiempo por diversos autores, como el caso de Amstutz, Mazzarantani y Paillet (s/f), los cuales señalan que:
“Cuando revisamos las instituciones con las que cuenta la sociedad, vemos que la escuela es uno de los pocos -por no decir (que) el único- espacios que nos queda donde trazar los caminos del consenso, donde aprender los roles de prevención, resolución y contención del conflicto que emerge naturalmente dentro de la relación humana y que, hasta hoy, no habíamos aprendido a manejar” (p. 5).
La concepción de estos autores para la formación de una cultura de la paz se ubica en la construcción de consensos para la gestión del conflicto entre los individuos. Y con ello evitar el fomento de una cultura de la violencia. La cual se interioriza, de acuerdo con Vicenç Fisas (1998), a través de mitos, simbolismos, políticas e instituciones. Y se expresa por medio de fundamentos como: a) La incapacidad para resolver pacíficamente los conflictos; b) la deshumanización (la consideración de otros seres humanos como ‘objetos’); y c) El mantenimiento de estructuras que perpetúan la injusticia y la falta de oportunidades y de participación (p. 2).
La gestión del conflicto a través del diálogo es una vía de suma importante para el fomento de una cultura de la paz. No obstante, en nuestra coyuntura histórica que estamos viviendo en México, ese elemento (gestión del conflicto) es insuficiente para solventar la gravedad de la situación. Y aquí integro otro elemento como parte de la complejidad de la situación: El país está dividido por factores de orden político y social. Me explico: hay una parte de la sociedad mexicana que no termina por aceptar el nuevo régimen de gobierno que emanó de las elecciones del 1 de julio del año pasado. Y de forma recurrente, a través del discurso, ataca con un lenguaje confrontativo (y hasta violento) a todos aquellos que simpatizan con el proyecto de gobierno de López Obrador. En contraparte, los detractores del presidente reciben un trato en esas mismas condiciones, de parte de los simpatizantes del presidente. Resultado: la sociedad mexicana está dividida y confrontada por las divergencias políticas.
Así, no solamente la violencia se constituye en un grave problema para la sociedad mexicana, sino que al mismo tiempo ésta misma está dividida y confrontada. ¿Y cómo hacerle frente a esa situación bajo estas condiciones?
Entiendo que, en la educación, el tema de los aprendizajes es un tema de primer orden para cualquier gobierno federal que pretenda implementar un nuevo modelo educativo. Empero, para la actual circunstancia, la educación para la paz tendría que ser un asunto de primer orden. Y la pregunta obligada es: ¿por qué no ha sido ni siquiera un asunto que se mencione de manera tangencial en el discurso oficial de las autoridades educativas en todos estos años de violencia? Y la respuesta tiene que ver con lo siguiente: aceptar que se debe educar para la paz es asumir que en el país se vive una guerra. Y no se acepta.
En cambio, se habla de fortalecer la educación en valores para la construcción de ciudadanía. Y la línea que se sigue en esta parte del discurso, es la línea de la democracia. Como si la parte urgente tuviese que ver en stricto sensu con la participación democrática de los individuos.
En lugar de ello, se observa que lo urgente -como se ha señalado líneas arriba-, es que se establezcan pedagogías para la paz en los centros educativos, para constituir como señala Amstutz et al (s/f), espacios pacíficos donde los niños, los adolescentes, y los jóvenes se adentren a vivir en una cultura de la paz. Asimismo, para que aprendan a dialogar -hasta lograr el entendimiento- y con ello resolver los conflictos. Y, sobre todo, para que en esos espacios se busque erradicar cualquier forma de violencia. Con un agregado fundamental: que se fomente desde esos esos espacios microscópicos, la reconciliación nacional, el respeto a la vida y la solidaridad.
En México se han presentado dos tormentas que han vaciado axiológicamente a los individuos: En la economía formal, un modelo económico fincado en el principio de la ganancia a toda costa; y en la economía informal, una economía salvaje -como la del narcotráfico- donde la eliminación de la competencia se dirime a través del mecanismo de la violencia. Ambos fenómenos han generado una fractura profunda en el tejido social. Y nos tiene sumidos en una crisis social.
No obstante, quizá lo más grave es que, en todo este tiempo de violencia desde la esfera educativa se ha volteado hacia otro lado. Y la atención se ha centrado en la negociación de las reformas educativas y la implementación del modelo educativo. El contexto social ha sido de interés solamente para integrarlo en los estudios sobre los documentos normativos. Hasta ahí llega el interés.
El problema es que la situación es insostenible. La violencia nos ha rebasado. Y hay que hacerle frente, si no nos va a costar muy caro.
Desde esta perspectiva, un mensaje del Secretario de Educación Pública sería muy adecuado en el siguiente sentido: “Vamos a desarrollar una campaña constante y permanente en cada una de las escuelas de educación obligatoria de nuestro país, para educar para la paz. La violencia no nos va a ganar la batalla. Somos más los que le apostamos a la paz y al futuro de este país”.
Se reconoce que el actual Secretario de Educación Pública acompaña al presidente López Obrador en la agenda social. Es tiempo que el tema de la paz se integre a esta agenda, y no solamente lo concerniente a la pobreza, la desigualdad y la marginación social. Hasta el momento solamente se ha enunciado en el modelo de la Nueva Escuela Mexicana; pero no se ha dicho cómo se va a trabajar la educación para la paz.
Un primer paso, es que se plantee la Educación para la Paz como eje transversal en el diseño curricular de los planes y programas de estudio. Pedagógicamente eso es lo indicado que se haga. A partir de ahí se puede realizar el trabajo didáctico y pedagógico en clase, así como diversos tipos de acciones -como el caso de una campaña-, puesto que ya se tiene el fundamento pedagógico para ello.
La pregunta es: ¿lo hará?
*Investigador Titular del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid (CIINSEV).
Bibliografía consultada:
Amstutz, Jorgelina; Mazzarantani, Elda L.; Paillet, Marta N.; (s/f), “Pedagogía de la paz. Construir la convivencia manejando adecuadamente los conflictos”. Recuperado de: http://www.edualter.org/material/pedagogia_de_la_paz.pdf