Sofía Gutiérrez Larios
La inteligencia emocional es una asignatura pionera en la escuela moderna. Y no sólo eso; también es base de la cultura de paz anhelada.
Con creciente frecuencia se habla sobre educar las emociones. En el plan de estudios 2018 una asignatura específica llevaba el nombre de “Educación Socioemocional”, y con la nueva reforma educativa se precisó en el inciso G del artículo tercero constitucional que la educación “será integral, educará para la vida, con el objeto de desarrollar en las personas capacidades cognitivas, socioemocionales y físicas que les permitan alcanzar el bienestar”.
Daniel Goleman es precursor en la materia, y en 1995 publicó un libro en el que expuso este tipo de inteligencia. Él la postula como la capacidad de tener conciencia de las propias emociones, es decir, reconocer un sentimiento en el momento en que ocurre. Identifica como principales emociones: la ira, tristeza, temor, placer, amor, sorpresa, disgusto, y vergüenza. Del saber reconocerlas se derivan otras habilidades: manejar las emociones, motivarse a sí mismo, y generar empatía para establecer relaciones armónicas.
Pensemos en los beneficios de educarnos emocionalmente. En primer lugar, evita que estemos a merced de emociones descontroladas y negativas para la estabilidad y armonía interna. El que sabe reconocer y controlar sus emociones no se deja llevar por ellas, sino que las dirige hacia donde su raciocinio le indica. Y el actuar por medio de la razón (no por la emoción) es lo que nos permite alcanzar nuestros objetivos de manera más directa y sin afectar a terceros.
Además, la inteligencia emocional nos dota de mayor persistencia en nuestras metas, ya que una persona que controla sus sentimientos no se deja vencer ante los obstáculos que generan enojo, frustración o tristeza. Por el contrario, reconoce que al sentirse así, debe buscar técnicas para cambiar a un estado emocional más benéfico para seguir adelante.
Por último, el actuar con empatía, es decir, poniéndonos en los zapatos de los demás, no es cuestión menor. Antes bien, es el cimiento de la cultura de la paz. ¿Cuál es el sentido de actuar enojado con alguien, si el problema quedará sin resolverse, y la relación con dicha persona quedará averiada?
La educación emocional es, por lo tanto, educación para la vida. Y aunque sea tan importante incluirla en las escuelas, no basta con los treinta minutos que pensaba darle el anterior plan de estudios. Debería existir una estrategia robusta para que los docentes puedan apropiarse de estas competencias y formarlas en sus alumnos.
Aunque no matriculemos en la escuela, educarnos emocionalmente es un reto útil, tanto para nuestra vida profesional como personal. ¿Usted sabe distinguir sus emociones, y conoce las causas y consecuencias de cada una? Si la respuesta es negativa, es buen momento para que descubra el beneficio de hacerlo. Reconocer-controlar-y-pensar en los demás, parece una buena manera de lograrlo.
Maestra de primaria en escuela pública. Licenciada en Educación Primaria por el Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima (ISENCO). sofiglarios@hotmail.com