En el futuro laboral del siglo XXI se vislumbran dos grandes cambios: un mayor número de procesos productivos automatizados y el uso intensivo de tecnologías digitales aplicadas a las profesiones. Bajo este escenario, se anticipa un desempleo en los estratos sociales más bajos, así como una demanda de especialistas altamente capacitados. Si bien este escenario laboral ya es una realidad en muchos países desarrollados, no es claro de qué manera impactará a los países en vías de desarrollo, que tienen características muy particulares, tanto en lo educativo como en lo laboral. Revisemos algunos indicadores de México:
La escolaridad en el país es de 9.2 grados escolares; es decir, el promedio de la población mexicana apenas cuenta con la secundaria terminada. Poco más de 36 millones de estudiantes componen la matrícula nacional. Mientras que la cobertura neta en primaria y en secundaria es casi universal, en educación media superior y superior es de 70 y de 27%, respectivamente. Asimismo, los aprendizajes que adquiere la población mexicana son insuficientes e inequitativos: en la prueba PISA (2015), 52% de los estudiantes de 15 años de edad lograron los aprendizajes suficientes en Ciencias, 43% en Matemáticas y 59% en Lectura. Adicionalmente, las brechas de aprendizaje de los estudiantes son abismales, considerando su nivel socioeconómico y ubicación geográfica.
La población mexicana padece condiciones de pobreza y vulnerabilidad social muy importantes. Aproximadamente, 10% de la población padece una condición de pobreza extrema, mientras que 20% no se encuentra en una condición de vulnerabilidad. La población ocupada en edad de trabajar en México es cercana a 94%; sin embargo, sus condiciones salariales son muy precarias: solo 6% de la población empleada gana más de 5 salarios mínimos (SM), 61% percibe entre 1 y 5 SM, 12% recibe menos de un salario mínimo o no tiene ingresos (del resto no se tiene información). El ingreso de los trabajadores mexicanos no solo es bajo, sino que ha decaído en los últimos años.
Así, de 2000 a 2015, la proporción de personas que ganaban hasta 3 SM aumentó de 24 a 30%, mientras que el SM perdió la mitad de su valor adquisitivo en las últimas cuatro décadas. Las precarias condiciones educativas y laborales de México limitan las posibilidades de aprovechar las ventajas de la globalización de la economía y de la modernidad digital. Si se anticipa una desocupación progresiva de la mano de obra no calificada y una demanda de empleos altamente sofisticados, debemos considerar con seriedad, primero, que la educación obligatoria cumpla cabalmente con su misión de proveer a todos los estudiantes mexicanos con los conocimientos, habilidades y competencias claves que les permitan transitar con éxito a la educación superior o bien al mundo laboral.
No es posible que sigan egresando estudiantes de educación media superior que no sepan comprender lo que leen, escribir lo que piensan, hablar inglés, ni utilizar las matemáticas básicas para resolver problemas de la vida real; tampoco que solo 3 de cada 10 jóvenes estudien carreras universitarias. Por otro lado, si se espera una demanda de profesionistas que dominen las habilidades digitales como la programación, la comunicación oral y escrita en dos o más idiomas, el pensamiento crítico y creativo y otras competencias llamadas del Siglo XXI, es imperante que las Instituciones de Educación Superior (IES) modifiquen su “genética educativa”, de tal manera que anticipen las necesidades de un mundo laboral globalizado, cambiante y cada vez más exigente; esto si se pretende que sus egresados ocupen puestos de alta responsabilidad profesional y no se les subemplee por carecer se dichas competencias.
Finalmente, las empresas mexicanas deberán hacer un gran esfuerzo por acercarse a las IES, ofrecer oportunidades para que los estudiantes aprendan dentro de las empresas, emplear estudiantes durante y al final de su entrenamiento in situ, permitir que sus empleados viajen y se capaciten continuamente y, sobre todo, ofrecer mejores salarios a aquellos trabajadores mejor formados y que se superan continuamente.
Las condiciones educativas y laborales de México imponen retos difíciles de superar, debido a que en el pasado cada sector ha trabajado de manera independiente. La globalización de la economía y las nuevas tecnologías de la información imponen nuevos escenarios que obligan a que ambos sectores visualicen los cambios por venir y se articulen para afrontarlos conjuntamente. De otra manera, México será un país de trabajadores de maquiladoras trasnacionales, cuyos empleos tienden a desaparecer