Comienzo por una propuesta: a partir de ahora, cada vez que alguien diga públicamente “reforma educativa”, deberá depositar 500 pesos en una cuenta para alguna comunidad escolar. Si se va a usar en vano la expresión con tanta frecuencia, al menos que se traduzca en un pequeño fondo para atender necesidades apremiantes.
Ya de por sí difícil de precisar en la literatura académica, “reforma educativa” es la profunda noche en la que todos los gatos son pardos, y son admirables o execrables para el comentarista, sin obligación -parece- de argumentar con evidencia sus dichos.
Es la bolsa en la que caben todas las fobias, íncubos e indignaciones de investigadores expertos en educación superior que nunca dieron clase en básica; de los militantes de izquierda ilustrada y menos; de grupos enfrentados por el control de los maestros, desde seguidores de Gordillo hasta militantes de la Coordinadora. Es el título genérico para nombrar lo que disgusta y contraría a cientos de miles de sufridos docentes de todos los subsistemas.
Nada como la realidad para tener campo común. Tras la ebriedad de los anuncios semanales de la SEP, de un éxito arrollador y sin precedente histórico, viene la sobriedad forzada de reconocer que ni todo cambió, ni todo lo hizo para bien.
La superación de la ilusión no se alcanzará por la vía de la fantasía contraria, de la cancelación-abrogación-suspensión (y expresiones afines que se usen cada semana) hasta la última coma. Sin resultados para los alumnos de todo el país, especialmente los más marginados, los grandes relatos siguen siendo escaramuzas retóricas de los adultos.
La realidad de la escuela y el poder del mito se enfrentan todos los días. ¿Cobertura universal en educación básica? No; aún no. ¿Todas las plazas y las promociones por concurso? La mayoría, pero hay tremendos boquetes de ilegalidad en Chiapas y Oaxaca, a cargo de las secciones de la CNTE y sus cómplices en la autoridad estatal, pero también en Nayarit y Tamaulipas, a cargo de las secciones del SNTE. ¿Mejor orden administrativo y jurídico en la nómina docente y en la selección y despliegue de maestros produce de inmediato mejores logros de aprendizaje en los alumnos? De inmediato, en raros casos; pero se puede ver en los avances recientes de Puebla, Sonora, Campeche, Sinaloa e Hidalgo, ligado también a estrategias de focalización para la equidad. ¿Quitando de los textos legales la permanencia condicionada a una evaluación de desempeño los maestros de México van a ser libres y felices? No; muchos se sentirán aliviados, pero eso no les garantiza aún mejor aprendizaje profesional, pago justo y oportunidades de crecimiento imparciales y en igualdad de circunstancias.
El apresuramiento y el intento de avasallar por la vía de las nuevas mayorías, como el hecho de que el senador Batres le haya apuntado a la cabeza a un órgano autónomo del Estado mexicano, el INEE, con la intención de jalar el gatillo de su anclaje constitucional, y que la veloz y plural reacción en contra lo haya llevado a recular, es un acontecimiento para registrarse. No sólo Morena cae en lo que tan amargamente criticó a la aplanadora priista (y del Pacto) hace dos legislaturas, sino que tiene además el riesgo de desfondar todo el esfuerzo de escucha y recuperación de propuestas de los foros que conduce Esteban Moctezuma.
La educación es un diálogo. Su proceso de orden y mejora no puede dejar de ser, también, dialógico. Discrepar y enzarzarse en posturas no es algo temible; lo triste sería que de nuevo desde arriba y desde afuera se defina lo que es mejor para los “pobres maestros”. Varios vamos a intentar dialogar, y no sólo para el arranque del sexenio o las modificaciones de ley, sino como práctica cotidiana de política educativa. ¿Quién se apunta?