“Un gobierno que no apoya el desarrollo de la ciencia y la tecnología genera un país marginado del concierto mundial, estado en el que lamentablemente se encuentra México” Guadalupe Ortega, investigadora del IPN
Defender la educación pública en México es una situación cada vez más compleja y difícil. Representa el hacer referencia de circunstancias en las que claramente existe un desánimo por
parte de quienes tienen en sus manos las decisiones de política pública en materia educativa para
poder incidir en la mejora y superación de ésta en el escenario nacional.
Si algo ha hecho la diferencia en los países que en las últimas cuatro o cinco décadas han
trascendido en el logro de un avance sustancial en sus sistemas económicos, educativos y sociales,
es precisamente su inversión en educación y, por consiguiente, un avance muy considerable en
materia científica.
En nuestro país parece que sucede exactamente lo contrario, las inversiones hasta ahora no han
dado frutos consistentes desde la educación básica hasta la superior. En educación básica, de
acuerdo con los resultados de la última aplicación del Programa Internacional de Evaluación de
Estudiantes (PISA por sus siglas en inglés) presentados en el reporte “Pisa, América Latina y el
Caribe. ¿Cómo le fue a la Región?” señala que alcanzar la meta de 493 puntos en Ciencias, que es
el promedio de la OCDE, le llevará a México décadas por el bajo o casi nulo crecimiento registrado
en 15 años.
Lo muy diferente, es que en un país como el nuestro en el que 71 por ciento de la población cree
en milagros y 65 por ciento cree en el diablo, tomando en consideración los resultados del examen
en cuanto al grado de motivación de los estudiantes para aprender ciencia, la de temas científicos,
así como el sentimiento de sentirse capaces de aprender ciencia, los niños en México obtuvieron
calificaciones muy por encima del resto de los países que aplicaron el instrumento.
Lo anterior quiere decir que existe interés y gusto, pero algo sucede que no termina de llegar a
concretarse en aprendizajes para los estudiantes. En lo personal, pienso que tiene que ver con lo
expresado por el Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Enrique Graue,
quien afirmó que México tiene el gasto por alumno más bajo de todos los países miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pese a que una educación
de alta calidad necesita de un financiamiento sostenible.
Pero no queda ahí, porque en el caso de la educación superior, para 2017 la Cámara de Diputados
entregará un presupuesto de 26 mil 965 millones de pesos al Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología (CONACyT), 7 mil 45 millones de pesos menos que en 2016, lo que representa un
recorte de 23 por ciento que repercutirá directamente en todas las Instituciones de Educación
Superior Públicas del País.
Apoyar la Educación Pública en México de palabra es sencillo, lo complejo es convertirlo en
realidad en los hechos.