El sistema educativo mexicano es uno de los más grand del mundo –5º más grande a nivel mundial y 3º de mayor tamaño en el continente americano. Se entiende que dada su magnitud, a los funcionarios encargados de dirigirlo y administrarlo suela interesarles muchísimo el tema de los números (alumnos, maestros, dineros). Con frecuencia, más que casi ninguna otra cosa. Se entiende, es lógico que así sea.
Dado que, a pesar de tener un sistema educativo gigante, todavía tenemos niños y sobre todo muchos jóvenes en edad escolar para los cuales no hay suficientes espacios para estudiar, se entiende, también, que a nuestros políticos y funcionarios educativos les preocupe mucho el asunto de expandir la cobertura. No es nuevo el asunto. De hecho, una de las constantes más claras desde hace décadas y décadas en la política educativa del país ha sido el énfasis en atender a más y más alumnos.
Como muchos gobiernos anteriores, el actual se ha planteado metas ambiciosas en términos de ampliación de la cobertura escolar. Lo anterior resulta muy comprensible para el caso de la educación media superior (EMS), pues, entre otras cosas, la obligatoriedad de ese nivel educativo quedó plasmada en la Constitución en 2012. En suma, para la media superior, la meta de ampliar la cobertura bruta del 66 por ciento en el ciclo 2012-13 al 80 por ciento en el ciclo escolar 2018-19 responde a un mandato legal, mismo que al gobierno le toca, al menos, intentar cumplir.
En el caso de la educación superior, las razones detrás de la meta del gobierno actual de aumentar la cobertura bruta del 32 por ciento en el 2012-13 al 40 por ciento en el ciclo 2018-19 son menos claras. Es cierto que en México solamente 3 de cada 10 jóvenes en edad de obtener educación superior acceden a ella. Es cierto también que esa cifra nos ubica muy por debajo del promedio de los países de la OCDE (70 por ciento en el 2013) e incluso por debajo de algunos países latinoamericanos como Chile y Colombia (79 por ciento y 48 por ciento respectivamente, de acuerdo a los datos del Banco Mundial para 2013).
A partir de estas cifras, la meta del gobierno de ampliar la cobertura de nuestra educación superior de 3 a 4 de cada 10 estudiantes en 6 años pareciera no sólo razonable sino incluso modesta.
El problema, sin embargo, es que existen abundantes indicios de que los (pocos) jóvenes que ya están egresando de la educación superior en México no están logrando conseguir empleos, especialmente buenos empleos, es decir formales y calificados. La explicación dominante sobre ello es que las universidades no los están preparando bien y, por tanto, carecen de los conocimientos y habilidades que están demandando sus posibles empleadores. Sin negar que hay serios déficits de calidad en la educación superior mexicana, los datos disponibles indican que en su dificultad para encontrar trabajo hay también y sobre todo, un muy serio problema de cantidad de empleos generados para personas con educación superior en el país. Así lo sugiere, por ejemplo, el hecho de que de 1995 a 2013 los ingresos de los egresados de licenciatura o equivalente, hayan caído, en términos reales, poco más de 30 por ciento, según un estudio del Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
En breve, lo que estos últimos datos pudieran estar indicando es que hay más oferta de egresados universitarios que demanda por sus servicios en el mercado laboral.
Si bien no soy de los que piensan que la misión de la universidad sea la de capacitar o formar para el trabajo, el hecho de que muchos egresados de educación superior no cuenten con competencias fundamentales y que el país no está logrando generar suficientes empleos para ellos, obliga a preguntarse para qué queremos aumentar la matrícula en educación superior. Es posible que queramos más egresados universitarios independientemente de que encuentren o no buenos empleos. Si así fuera, habría que argumentarlo. Si de lo que se trata, sin embargo, es de aumentar la matrícula en educación superior para contribuir a aumentar nuestra raquítica tasa de crecimiento económico, convendría mucho hacer, al menos, un par de cosas más. Primero, invertir en mejorar la calidad de ese nivel educativo –podríamos empezar por intentar contar con indicadores al respecto. Y, segundo y muy particularmente, encontrar la forma de meterle el acelerador a la generación de empleos formales y calificados.
Twitter:@BlancaHerediaR