Las cuentas de la 4T en educación despliegan números rojos con sus estadísticas. Así lo expuse en un artículo anterior (26.02.2024), que demuestra el estancamiento de la matrícula nacional, la crisis de la eficiencia del sistema (en porcentaje egresan de licenciatura los mismos que en los “periodos neoliberales”), las tribulaciones del abandono en bachillerato y la parálisis del financiamiento durante la transformación lopezobradorista.
¿Cuáles son los resultados del Gobierno de Morena en Colima? Falta un poco más de tiempo para analizar tendencias; sin embargo, ya existen indicios sobre la evolución, a partir de datos de “Principales cifras del Sistema Educativo Nacional 2022-2023” y del Sistema Interactivo de Consulta de Estadística Educativa, ambos de la Secretaría de Educación Pública. No tenemos la película completa, pero sí imágenes inquietantes.
Me centro en varios de los indicadores principales para comprender el logro del derecho a la educación: cobertura en todos los niveles escolares, así como abandono y eficiencia terminal en algunos niveles. La primera refleja la capacidad del sistema para absorber a todos los niños o jóvenes en edad escolar; los segundos miden su capacidad de conservarlos y lograr que todos, todas, concluyan.
Empecemos por la buena noticia. Colima avanzó en lo que se llama “Eficiencia del sistema educativo escolarizado por entidad federativa”. ¿Qué mide? Cuántos niños que ingresaron a la primaria terminaron con un título de licenciatura en la misma generación. En el periodo 2003-2019, por ejemplo, 33 colimenses lo consiguieron, cuando en el país el promedio fue de 27, aunque Ciudad de México (46), Aguascalientes (42), Querétaro (42) y Yucatán (40) lo rebasaban. En la cohorte más reciente, que ingresó a primaria en 2006 y culminó licenciatura en el ciclo 2022-23, el número en Colima subió a 39, en tanto que Ciudad de México llegó a la mitad, y Nuevo León, Aguascalientes, Querétaro y Yucatán se mantuvieron por arriba del 40%. Bien por ese logro, que no es obra de este Gobierno. Veremos cómo se comportan las siguientes generaciones para establecer si se trata de una tendencia o un golpe del azar.
Un sistema reducido
Entre los ciclos 2019-2020, cuando se suspenden las actividades presenciales por la pandemia, y el más reciente del cual hay información (2022-23), el sistema escolar en Colima se redujo en más de 11 mil estudiantes, al pasar de 202,678 a 190,800, según el Sistema Interactivo de Consulta de Estadística Educativa.
En la mayor parte de los indicadores revisados Colima tiene resultados menores al país. Por ejemplo, en educación básica, en el ciclo 2021-22 Colima tenía cobertura de 80.1%, significa que 2 de cada 10 niños no estaban inscritos en preescolar, primaria o secundaria. Si ya era crítico, en los 2 ciclos posteriores bajó a 78.4% (2022-23) y 77.8% (2023-24, estimado), en tanto que los promedios nacionales en estos 2 años eran de 90.8 y 91.1%. El promedio nacional sube, Colima baja.
La cobertura de preescolar es penosa para la entidad: 54.9% en el ciclo 2022-23 y 55.4% en 2023-24, mientras que la nacional estaba más de 10 puntos arriba: en Colima sólo la mitad de los niños de 3 a 5 años estudian preescolar, cuyo influjo es poderoso para los primeros cruciales años de primaria.
La primaria está lejos de la universalidad en Colima, pues todavía hay 13 o 14 niños fuera de la escuela, en tanto que el país tiene cobertura del 100%. La gráfica 1 resume y compara. Cada cual sus conclusiones.
La cobertura total en media superior no se separa de la nacional. En el ciclo 2021-22 en Colima fue de 76.9%, y mejoró en las siguientes: 79.2% y 84.9% (estimada), mientras que la nacional es de 80.8 y 83.4%.
La educación superior exhibe cifras raquíticas para la entidad. Al respecto, una precisión: hay tres datos distintos, según se incluya posgrado o no, en todos los casos, tomé la cifra más alta. En el ciclo 2021-22 fue de 38.9%, luego, 38.7 y 39.1%, mientras que los nacionales fueron de 43.5% en 2022-23 y se estima de 44.4% en 2023-24.
Otros indicadores
La esperanza de vida escolar es definida como “Indicador que mide cuántos años se espera que una persona de entre 5 y 29 años esté inscrita en algún nivel educativo”. En Colima es de 12.2 en el ciclo 2022-23; en el país, de 13.6. En el grado promedio de escolaridad tenemos uno de los indicadores donde se supera el promedio del país: 10.3 en 2022-23 y 10.4 en 2023-24, en tanto que los nacionales son de 10 y 10.1. Sucede lo mismo con analfabetismo, donde la entidad tiene un porcentaje de 3.1 en el ciclo 2022-23 y México 4.3.
En el abandono escolar Colima tiene déficit. Lo vemos en la gráfica 2. Poco reditúa a un sistema escolar que cada vez acepte más estudiantes, sin capacidad de retenerlos y egresarlos. Eso refleja este indicador. En Colima, el 9.1% equivale a unos 2,800 estudiantes que cada año se desgranan del bachillerato, o a la mitad de la población total en preparatorias particulares.
Finalmente, en eficiencia terminal, o sea, la proporción de estudiantes que terminan, respecto a quienes ingresan 3 años antes a bachillerato, exhibe una situación delicada: en el ciclo 2022-23 Colima tuvo un 72.3% y el promedio nacional fue de 75.6%, y para el siguiente ciclo, se estima que subirán a 73.3% en Colima y 79% el nacional.
Conclusiones
Es incómodo el panorama. Crítico en la capacidad de absorción del sistema estatal, así como para retenerlos y egresarlos. Los indicadores son síntomas, dependen de circunstancias y decisiones, la más poderosa, la acción de las políticas públicas. Si no existen, son desacertadas o insuficientes, los indicadores se estancan o empeoran. El problema más grave no es numérico, son personas que sufren los efectos de un sistema frágil, infantes, sobre todo.
Seamos claros: la llamada 4T no engendró los problemas del sistema escolar, en especial, para el cumplimiento del derecho a la educación, pero está siendo incapaz de resolverlos y, me temo, siquiera de identificarlos. Lo que está en juego no es un periodo gubernamental, es el presente y el futuro de Colima.
Que se entienda claro: los programas sociales que entregan dinero, computadoras, mochilas, uniformes y zapatos no resuelven ninguno de los problemas estructurales de la escuela. No hay un sistema educativo que avance sólo con la varita mágica de las becas. Es el proyecto educativo y el conjunto de condiciones instaladas las que lo transformarán. ¿Podrán hacerlo? ¿Mejorará la educación que tenemos?