No debe ser fácil ser ministro de educación en un país convulso. No importa qué tanto hagan los gobiernos, las demandas y exigencias serán siempre mayores a las posibilidades de desarrollo. En México, al secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, le llueve sobre mojado, le caen presiones de todos lados y se le reprende por todo. Mucha de la crítica es razonable. Nuestro sistema presenta males endémicos que deseáramos se resolvieran de tajo y que los planes se cumplieran al ritmo de las manecillas de un reloj perfecto. Otros reparos son de mala leche, representan la defensa de lo existente y quieren, como los líderes de la CNTE —y los dirigentes del SNTE también, pero con disimulo— que nada cambie, que se mantenga el régimen de privilegios en el que han vivido. Hoy dejo de lado esas censuras. Voy por el otro carril.
Dentro de la crítica juiciosa identifico tres vertientes, que tienen variantes, pero difíciles de resumir en un artículo periodístico. La primera es la tradicional, la segunda muestra desesperación y la tercera es por consigna, ya por lealtad partidista, por motivos políticos o por línea editorial.
La primera: impugnar por tradición. En ciertos medios se ve como incorrección política reconocer, no se diga alabar, los resultados de una política oficial, los avances de algún programa o el cumplimiento de alguna meta. Para académicos y periodistas todo lo que haga la SEP es insuficiente y debería haberse realizado desde tiempo atrás. Anteponen su ideología al examen frío. Quienes se identifican con alguna de estas tendencias ven el vaso medio vacío y quizá no desean que se llene por completo.
La segunda corriente se agrupa en organizaciones civiles. Reconocen avances en la política educativa, aplaudieron las reformas a la constitución y la elaboración de nuevas leyes. Vieron en ellas respuestas a sus demandas de transparencia y rendición de cuentas; ven al censo de escuelas, maestros y alumnos como un logro formidable, pero quisieran que la SEP y el gobierno actuaran con más rapidez y radicalismo. Noto algo de desesperación en sus planteamientos, parecería que deseaban que al día siguiente de que se dieron a conocer los resultados del censo la SEP procediera con la velocidad de la luz, despidiera a los aviadores, dejara de pagar a los comisionados sindicales y, tal vez, que tomara por asalto las dependencias de educación de Oaxaca y Michoacán para poner orden. En el mejor de los casos ven el vaso medio lleno, pero lo quisieran ver repleto.
La tercera inclinación crítica proviene de actores que se sienten impedidos a reconocer avances para no desdibujar su papel de opositores al gobierno, aunque las reformas hayan recogido porciones de sus apuestas. Éste es el caso de senadores y diputados del PAN o del PRD que, aunque hayan participado en la elaboración de las leyes, mantienen distancia del gobierno, acaso porque piensen que si lo fortalecen y se cumplen los propósitos de la reforma, el PRI capitalice los resultados. Otros políticos o funcionarios, aunque pertenezcan al partido gobernante, censuran al secretario y a su equipo tal vez con el ánimo de que haya un cambio en la SEP y alguno de sus cercanos llegue con el nuevo grupo. Por último, ciertos medios exponen la información con un sesgo negativo. “La SEP no realizó los exámenes de selección de docentes en Oaxaca y Michoacán”. Le cargan la mano a la institución o al mismo secretario y minusvaloran el riesgo de agresiones que los sustentantes pudieran enfrentar de parte de los maestros disidentes. Quienes participan en esta vertiente quizá vean con simpatía la política educativa, pero no ven bien al secretario Chuayffet ni a su gente.
Sea por desconocimiento o por línea, estos críticos eluden mencionar que la SEP tendrá el control de la nómina de los docentes “federalizados” a partir de enero de 2015.
¿De qué lado cojeo? Quisiera ver el vaso más lleno, pero reconozco que el secretario no tiene todos los instrumentos para colmarlo. El año que viene veremos de qué está hecho este gobierno.
No espero milagros, pero presiento que habrá acciones más radicales de parte de la SEP. Entonces la criticaremos por sus excesos y recriminaremos la falta de sensibilidad del secretario Chuayffet. Lo dicho, no la tiene cómoda.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior