Quienes tuvimos la fortuna de haber vivido en la década de los setenta, podremos traer a nuestra mente un sinfín de acontecimientos que marcaron esa época; sin embargo, algo que deseo rescatar en este momento, está relacionado con la emancipación de las ideas y la expresión de éstas en buena parte de los seres humanos de los países que conforman el mundo que conocemos.
Pues bien, una de esas expresiones, la música, cobró un auge importante, sobre todo a finales de la década señalada. Grupos de diverso género musical, se convirtieron en menudos héroes de una juventud que ansiaba libertad. Los excesos y las drogas circulaban al por mayor y cada uno de estos jóvenes, a su modo, deseaba escapar de una realidad que por años les había sido impuesta por una sociedad cuyas normas, rígidas y apegadas a ciertos valores morales y éticos, eran hasta cierto punto “normales” dadas las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que reinaban en la época.
Problemas sociales y sentimientos encontrados, se acompañaron con el compás de las notas que los músicos emitían. Recuerdo muy bien a una banda británica de rock progresivo, Pink Floyd era su nombre, y un misterio cada concierto. ¿Lo recuerda? Pues bien, dicho grupo lanzó a finales de los 70’s, un álbum doble cuyo título “The Wall” – el muro – se difundió rápidamente entre sus seguidores y escuchas, así como también, “Another brick in the wall” – otro ladrillo en el muro –, una canción compuesta en tres partes por Roger Waters. Todo un suceso musical, aunque debo reconocer que no fue de sus mejores éxitos.
Sin entrar a detalle en la descripción de esta canción, diré que en su segunda parte – ya que está compuesta de tres –, se aborda el tema de las normas tan estrictas que existían en la escuela en los 50’s. De hecho la película y video que también se elaboraron, muestra con claridad este hecho: un profesor que apunta de “reglazos” pretendía hacer que sus estudiantes aprendieran lo que a su juicio le parecía importante no obstante que éste sufría cierta agresión psicológica cuando llegaba a casa.
Las escenas magistralmente dirigidas – aunque a algunos no les agrade del todo –, muestra precisamente a la escuela como el centro a través del cual, la sociedad esperaba lograr las metas que se había fijado. La autoridad residía en el maestro y punto. Sin embargo, ¿qué pasó cuando los alumnos optaron por emanciparse? En las imágenes se muestra el caos, la violencia, el desorden, todo un cúmulo de sucesos que de cierta manera pueden entenderse, pero que bajo ningún pretexto pueden emplearse. En fin.
Traigo a coalición este breviario cultural para dar cuenta de lo siguiente:
En días pasados, el Secretario de Educación en nuestro país, ha hecho valer “su autoridad” de la forma menos esperada: “a punta de reglazos”. Como si en verdad los seres humanos no pensáramos ni entendiéramos cuando se nos habla.
Para el logro de tal propósito, ha utilizado a una de las Secretarías que, curiosamente, su finalidad estriba en “…elevar la calidad de la educación nacional por medio del reconocimiento e impulso de las profesionalización del magisterio… Mejorar las condiciones de vida, laborales y sociales de los docentes… Valorar la actividad docente fortaleciendo el aprecio por la función social del profesor…” ¿Qué pensaría Vasconcelos, Bodet o Sierra sobre ello?
No obstante que estos objetivos son claros, al parecer, Aurelio Nuño no los ha considerado como tal, porque en repetidas ocasiones, ha amedrentado al magisterio estigmatizando sobre todo al docente y lo que éste representa socialmente, cuando se supone tendría que hacer lo contrario.
De los exámenes, la forma en qué se dieron, los resultados que esperan darse a conocer en próximos días, mejor ni hablamos. Tal parecer que éstos se han convertido en mero “populismo y trampolín político” para un 2018 que se vislumbra, más que en verdaderos esfuerzos para hacer que la educación cambie. Y es que mire usted, si es que realmente pretende transformarse algo, debería comenzarse por la escuela, como organización, con las condiciones que permitan precisamente lograr eso, transformarlas en el más amplio sentido de la palabra.
Y es que la escuela como centro tal y como él lo ha propuesto, no es nada nuevo, aunque lo anuncie con bombos y platillos ante los medios de comunicación y redes sociales, no, nada de eso es nuevo
¿Estamos hablando de un “nuevo modelo educativo” cuyo origen se encuentra en dicha Secretaría?
Hace unos años Santos Guerra en su libro “Enseñar o el oficio de aprender: organización escolar y desarrollo profesional. Capítulo cinco: el archipiélago estratégico” daba cuenta de ello, lo cual me lleva a preguntar ¿si se hace necesaria o no la inclusión de expertos en el tema para desarrollar un modelo educativo acorde a las necesidades que el mismo entorno internacional y nacional impone? Desde luego, así como también, la participación de sus principales actores: los maestros, los alumnos y padres de familia.
No obstante lo anterior, los primeros han sido completamente olvidados, por no decir marginados. Y, lo que es peor aún, han sido estigmatizados, amedrentados, vapuleados y demás adjetivos que han sido repetidos por varios colegas, analistas e investigadores en la materia.
No, no se trata de una defensa a ultranza. Tengo claro que hay muchas cosas que deben mejorarse. Con el paso del tiempo el sistema educativo se ha conformado de esta manera –Carlos Ornelas sabe mejor de ello–, y los docentes, no han sido responsables de esto.
Que se entienda bien, el sistema está conformado por una serie de elementos que son fundamentales para su desarrollo, el maestro es uno de éstos y la escuela, ha sido el espacio donde puede lograrse el objetivo fundamental de la educación; pero cómo hacerlo si no hay las condiciones para ello.
Ya lo decía Santos Guerra: “…un contexto organizativo nefasto (rígido, empobrecido, conflictivizado, impermeable, balcanizado) hará difíciles las relaciones entre las personas y escasamente eficaz su esfuerzo para alcanzar los logros que se pretende conseguir… y, a su vez, unas condiciones organizativas favorables, una cultura enriquecida, unos medios abundantes ayudarán a crear y mantener un clima favorable y a conseguir unos resultados más satisfactorios” (Guerra, 2006).
Siempre he creído que los extremos son malos, ni tanto apapacho es bueno, ni tal rigidez es viable. Los seres humanos entendemos, la pedagogía habla de ello y las canciones… las canciones sueles ser una representación de lo que vivimos en cierto momento. Tiempo al tiempo.
Docente en Escuelas Normales en Tlaxcala
Twitter: @Lalocoche