La agenda planteada por el secretario Nuño para la SEP para 2016 es extraordinariamente ambiciosa e intensa. Entre otras acciones anunciadas por él en días recientes, destacan las siguientes:
Presentación del Plan de Nueva Organización y de Autonomía de Gestión para las escuelas el próximo 25 de enero.
Para febrero, presentación del Programa Escuelas al Cien para solventar las mayores carencias en infraestructura escolar y que incluirá un portal para monitorear el flujo de inversión así como la identidad de los contratistas a cargo de su ejecución, escuela por escuela.
Adicionalmente, ese mismo mes se anunciará la primera política nacional de equipamiento escolar guiada por criterios pedagógicos y de equidad.
Nueva Estrategia de Formación Profesional para los maestros del país, misma que contará con mucho mayores recursos y en la que participarán universidades públicas y privadas del país.
Nuevo Modelo Educativo que contendrá nuevos planes y programas de estudio que aseguren congruencia entre la educación inicial de los maestros, la currícula de educación básica y la de media superior. Los nuevos planes enfatizarán los conocimientos y habilidades para competir con éxito en el siglo XXI, pero también la enseñanza de valores para la democracia y la libertad.
Además de todo lo anterior, el secretario Nuño anunció: fortalecimiento de las medidas en favor de la equidad educativa (entre ellas, replanteamiento del sistema de becas e impulso al mérito y al talento); medidas “agresivas” para facilitar la inserción laboral de los jóvenes; y un plan para la reestructuración administrativa de la Secretaría de Educación Pública.
El dinamismo del actual titular de la SEP es notable. También lo es su ambición, la consistencia de las acciones que está impulsando, y su (al parecer) inagotable energía y capacidad de trabajo. Como ha sido ampliamente mencionado por diversos comentaristas y analistas, es altamente probable que, además de querer aprovechar al máximo su tiempo al frente de la SEP para aterrizar la reforma educativa, el secretario Nuño aspire a ser candidato a la Presidencia de la República en 2018. Ello, contribuiría a explicar la intensidad y amplitud de su agenda y, también, algunos de los ejes más claramente políticos de esta.
Destacan, entre estos últimos, su firmeza en relación a la instrumentación de la evaluación docente contra viento y marea.
Básicamente, pues ello, no sólo le gana puntos para, en efecto, recuperar el control del aparato educativo, sino también simpatías y posibles apoyos entre sectores importantes de la sociedad y el electorado mexicano –clases medias y altas, en particular– hartos de cúpulas magisteriales que durante décadas y en contubernio con las autoridades educativas dominaron y abusaron de su poderío sobre la administración de plazas, recursos y canonjías.
Destaca, asimismo, en la parte política de la gestión del titular de la SEP la centralidad, dentro de su agenda, de lo que pudiéramos denominar su “estrategia de tierra” de cara al 2018. Estrategia que incluye, entre otros, el establecimiento de las 5 regiones educativas y las frecuentes reuniones de coordinación con los diversos gobernadores y otros actores clave que participan en cada una de esas regiones, así como las visitas semanales a centros escolares en diversos puntos del país. Ambas resultan útiles para mejorar la política educativa, pero también ofrecen –especialmente las regiones– plataformas idóneas para ir armando la amplia red acuerdos y apoyos políticos requeridos para contender por la candidatura a la Presidencia.
Entiendo la posición de aquellos que ven con muy malos ojos el que los funcionarios gubernamentales hagan política o tengan aspiraciones políticas (la burra no era arisca…). Mi posición, con todo, es distinta.
Veo con muy seria preocupación el que esté resultando tan difícil en México de un tiempo a esta fecha reconciliar política y gobernabilidad, por un lado, y buenas políticas públicas, por otro. Ello, pues aquí y en China, ambas tienden a estar profundamente imbricadas, en los hechos, dentro de la acción de gobierno. Lo que varía es que tan bien o mal se articulan, es decir, qué tanto se apoyan o no, recíprocamente.
En el caso mexicano, lo que ha venido ocurriendo, con muy pocas excepciones, es una contradicción creciente entre ambas, a saber: una situación en la que la operación política y la capacidad de mantener gobernabilidad inciden negativamente sobre el buen gobierno y en el que las buenas políticas públicas, con frecuencia, lejos de abonar a la gobernabilidad la debilitan. Es por ello que aprecio y valoro el trabajo de un funcionario que, hasta el momento, parece estar logrando combinar exitosamente operación política y buena política pública.
Twitter:@BlancaHerediaR