Por décadas, los altos funcionarios del Estado se guardaban de incitar debates, cuidaban sus palabras para no ofender. Era rarísima su aparición en la plaza pública. Con gacetillas llenaban planas cuando la prensa dependía del gobierno. En realidad, era difícil conocer la opinión de, digamos, un secretario de Educación Pública. Sólo criticaban al pasado y recitaban los documentos programáticos de la SEP y, por lo regular, ante auditorios seguros.
Jesús Reyes Heroles fue la excepción en sus comparecencias en la Cámara de Diputados por sus debates con los representantes del PAN en resguardo del laicismo y, en menor medida, con los diputados que pertenecían al SNTE. Si bien hubo secretarios controvertidos, como Manuel Bartlett y Josefina Vázquez Mota, que aguantaban andanadas de la dirigencia del SNTE, no hacían una defensa frontal de sus posiciones.
Los tres jefes de la SEP en este sexenio salen de ese molde. Emilio Chuayffet no tenía empacho en criticar a los gobernadores ni en marcar el alto a Elba Esther Gordillo. Aurelio Nuño quizá sea el secretario de Educación Pública que más artículos ha escrito en la prensa diaria, dictaba línea y anunciaba proyectos. Aunque no con tanta frecuencia, Otto Granados Roldán también sale a la plaza pública y firma sus dichos.
En su artículo reciente, Las fortalezas de la reforma educativa (Campus Milenio, 8/3/2018), el secretario de Educación Pública defiende la política gubernamental, debate con los opositores, hace declaraciones provocadoras, argumenta con datos y ofrece perspectivas para el futuro. También abre flancos por donde puede ser atacado.
Otto Granados inaugura su pieza con un aplauso a la publicidad que recibe la Reforma Educativa, se congratula de que hablen de ella y que Google esté poblado de comentarios, aunque sean en contra. Sin embargo, para él, como para sus predecesores y para el presidente Peña Nieto mismo, la Reforma Educativa es la más importante desde los años 60. Se apoya en que es la mejor valorada en todas las encuestas. Y remata: “Por tanto, la cuestión relevante es por qué consolidar su ejecución y defenderla frente al oportunismo y la demagogia, ya sea electoral, seudoacadémica, civil o mediática, es una alta prioridad”.
Con ese dicho, el secretario provoca a los opositores; los desafía a debatir con él. Y no lo hace con palabras amables. Al contrario, ataca al clientelismo, a los intereses corporativos y la colonización que hizo el SNTE del gobierno de la educación pública. Usa palabras duras: “Por muchos años, México vivió, en materia educativa, entre la simulación, la inercia y la frustración”. Aunque engloba todo el pasado, su crítica se dirige a los gobiernos del PAN; incluso, cita a Alonso Lujambio para ilustrar la complacencia de la SEP con el SNTE: “[…] mientras se profundizaba la venta y herencia de plazas, la captura de la SEP y el traslado de las decisiones al ámbito sindical”. Aunque se contradice ya que reconoce que la Reforma Educativa comenzó gracias a la cooperación de los tres grandes partidos que firmaron el Pacto por México, allí figuró el PAN.
La porción categórica es cuando ofrece datos de lo realizado que, sin ser exhaustivos, muestran las bondades de la reforma, según él: la participación de maestros en las evaluaciones del Servicio Profesional Docente, donde el mérito, la capacidad, el desempeño y el esfuerzo desplazan a los vicios corporativos. Además, exalta el diseño y futura puesta en marcha del Modelo educativo para la educación obligatoria: la mirada al porvenir.
No es que esté de acuerdo con todos los dichos del secretario de Educación Pública, aunque sí con la mayoría. Lo que más me gusta, sin embargo, es que se presta al debate. ¡Ya le lloverán críticas! A mí también porque me agradó su pieza.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana.