Ni hablar. Ante la incesante y profusa denuncia, impulsada por Mexicanos Primero, del grave daño a la educación nacional que implica suspender este año la aplicación de la prueba ENLACE, afirmando que es una “vergüenza” tal decisión (la califican de ilógica e irracional) pues perjudica a los padres, maestros, investigadores y a toda la ciudadanía, dado que se ha hecho sin tener un mejor sustituto, hasta el punto que los conduce a “reprobar” a la SEP y al INEE en nombre de afianzar la evaluación, la transparencia y la rendición de cuentas sobre la educación nacional, vale la pena aportar, a la consideración de la opinión pública, otra forma de comprender la decisión.
Hay dudas, y evidencia suficiente a mi juicio, para entender que una pausa en el empleo de la prueba significa lo contrario: es conveniente para asegurar el valor de la evaluación, pero técnica y operativamente bien hecha, de la que se deriva, entonces, rendir cuentas claras al indagar, con transparencia, su idoneidad.
Por el lado de la cuestión técnica, encomendada a quienes de esto saben, es preciso confirmar su validez (la certidumbre de su adecuada aproximación a lo que busca medir: el aprendizaje) y confiablidad (que sus resultados no difieran en cada aplicación de manera inexplicable). En cuanto a su puesta en práctica, es necesario observar si se realiza en el país de manera correcta, sin la intervención de actores que alteran las normas establecidas, ya sea “soplando” las respuestas buenas, excluyendo a sectores de alumnos con bajo rendimiento para que no arrastren a la baja las notas de un grupo o escuela e, incluso, asegurar que no se modifican los números de una entidad interviniendo en el reporte de sus logros. En esa dimensión, es conveniente estudiar, también, el grado de distorsión que ha provocado en los procesos escolares al “preparar” a los alumnos para el examen por medio de (supuestas) tácticas para brincar el obstáculo de la opción múltiple, en lugar de enfocar el trabajo al aprendizaje y, por su importancia, analizar las consecuencias asociadas a su alto impacto debido a que el puntaje obtenido por los alumnos conducía a relevantes incentivos económicos para las y los docentes, amén de los prestigios asociados a los guarismos tanto a nivel personal como en la propaganda institucional: “somos la mejor escuela de la cuadra según Enlace”.
Si una pregunta de Enlace era: ¿cómo mejorarías el servicio del Metro en tu comunidad? cuando no existe ese transporte en la mayoría de las localidades del país, ha lugar a seguir el razonamiento de Descartes: “si en una ocasión mis sentidos me engañan, (la pregunta es a tal punto inadecuada) ¿qué seguridad tengo que no lo harán otra vez? (¿cuántas pueden ser del mismo tipo?). La duda cabe, y la revisión técnica tiene sentido. Por otro lado, es evidente que las consecuencias de las notas en la prueba no eran triviales y daban pie a prácticas cuya opacidad es palmaria. ¿De qué otro modo puede ser lógico que, entre 2008 y 2013, Chiapas haya pasado en primaria de 473 puntos promedio en español a 556, y en matemáticas de 485 a 608? En el primer caso, el incremento es 18%, y en el segundo equivale a 25%? En secundaria, los saltos son improbables: 13 y 20% en los mismos rubros. En matemáticas, la proporción de alumnos en excelencia en matemáticas, en el mismo estado, según Enlace, pasaron de ser el 4% en 2008, al 31% en 2013. No son tendencias esperables bajo ningún supuesto de mejora en la calidad de la enseñanza. ¿Cómo se explican? Urge despejar la incógnita. Hubo fenómenos parecidos en otras entidades, mientras estados en que constan esfuerzos notables, pasar del 2 al 5% en excelencia, en el mismo lapso, fue lo que ocurrió.
Pienso, luego insisto: calibrar el instrumento y estudiar su aplicación previa a fondo, contribuyen a fincar la valía de la evaluación y rendición de cuentas. Seguirlo aplicando, porque aún no hay otro, a pesar de las inconsistencias, no es conveniente. La estridencia de la crítica correspondería, considero, si se dirigiera a quienes niegan la relevancia de evaluar y la transparencia. En este caso, no es el caso.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México