El semáforo epidemiológico para la semana que hoy inicia, patea una vez más la esperanza de un regreso a las clases presenciales. En color rojo Durango se une a Coahuila, 18 estados están en color naranja, 11 en amarillo y Campeche permanece como la única excepción pintada de verde.
Esto quiere decir que el regreso a las escuelas seguramente se dará hasta 2021 y continuaremos por un tiempo más con clases a distancia. La cuarentena se volvió “cuareterna” y el confinamiento adquiere ya visos de “sinfinamiento”. Con 8 meses de clases a distancia, los alumnos y profesores han desarrollado nuevas estrategias para sus clases con el uso de diversas tecnologías y recursos que van de las cartulinas con indicaciones pegadas en el exterior de las escuelas a las videoconferencias, pasando desde luego por los grupos de Whatsapp y el Aprende en Casa 2.
Pero ocho meses también son tiempo suficiente para que lo que otrora era novedoso se vuelva tedioso y se instalen rutinas que amenacen la motivación y el aprendizaje. Las clases a distancia, aún utilizando recursos tecnológicos así parecen demostrarlo. Los profesores que antes se quejaban por la poca participación de sus alumnos o por aquellos que permanecían con cámaras apagadas, ahora se han acostumbrado a ello. El peligro de que los profesores hagan “como si enseñaran” y los alumnos “como si aprendieran” yace sobre nuestro sistema educativo. Lo mismo que cuando hacemos ejercicio corriendo o montando bicicleta, la inercia nos frena cuando vamos de subida, es decir cuando las condiciones son adversas.
Pasó el tiempo de la motivación inicial, y por eso considero necesario administrar a los maestros una dosis de refuerzo para la innovación, vitamina motivacional necesaria para dar un nuevo impulso al trabajo educativo de los meses que restan antes del anhelado reencuentro.
¿Qué podemos inyectar a los docentes para impulsarlos a afrontar con entusiasmo la siguiente etapa de este atípico curso escolar?, ¿Por qué un docente que por fin desarrolló un sistema para dar sus clases a distancia tendría ahora que transformarlo?
La administración de esta vacuna de refuerzo debe surgir de los directivos y autoridades académicas de las escuelas. No vendrá del sistema educativo nacional que sigue administrando de manera rutinaria y no siempre oportuna, los listados de aprendizajes esperados a partir de los planes de estudios de siempre, los lineamientos para la evaluación y un sinfín de encuestas para recopilar evidencias.
La innovación no es un rasgo de personalidad que sea innato o imposible de desarrollar en los profesores independientemente de su edad. Pero tampoco es algo que se les pueda exigir como carga adicional a su trabajo. Tampoco se puede desarrollar sólo con cursos de capacitación obligatorios o con videos motivacionales proyectados en las reuniones de consejo técnico.
¿Cómo entonces podemos motivar a los profesores a incorporar nuevas experiencias educativas en este contexto?
La innovación educativa es un desafío que debe contar con el impulso, el aval y apoyo de los directivos, que son responsables de crear un ambiente donde ésta se pueda desarrollar. A continuación, me permito enlistar a modo de ejemplo algunas sugerencias para lograrlo:
- El director debe apasionarse por la innovación, respetar y acompañar las propuestas de los docentes, orientando y acotando cuando haga falta, pero ofreciendo de inmediato alternativas o formas de implementar, aunque sea en pequeña escala las ideas de los profesores.
- El director no puede esperar a que toquen a su puerta o lleguen a su correo electrónico propuestas de innovación de parte de sus docentes. Los conoce y sabe qué talentos pueden aportar cada uno de ellos, por lo que puede sugerirles retos apasionantes, entusiasmarlos y comprometerse con ellos para implementarlos.
- Nada mata más la innovación que congelar las sugerencias de los profesores aduciendo que hay que esperar tiempo mejores y postergar la implementación de una idea, o invitarlo al desánimo al solicitarle presentarla como un proyecto fundamentado en un marco teórico, relacionarlo con el programa y añadirle cronogramas y presupuestos.
- Además, debe saber que para cada iniciativa impulsada por un docente entusiasta existen otros docentes que pertrechados en la mediocridad pretenden asfixiarla desde la soberbia del “eso ya se probó” o la mezquindad del “a poco te van a pagar más”. Por lo que deberá protegerla y apoyarla con claridad y empatía.
¿Qué proyectos de innovación pueden surgir para estos próximos meses? Me atrevo a mencionar algunos que me vienen a la mente:
- Integrar la gamificación a la ejecución y evaluación de las clases a distancia.
- Organizar conversatorios, debates y exposiciones de un grupo de alumnos con otra aula gemela a distancia en otra escuela, que incluso podría ser de otro país.
- Preparar el guión y realización en podcast o video de una pastorela con tema COVID-10
- Difundir webinars institucionales donde los profesores den a conocer sus proyectos de innovación a sus colegas y sean realimentados por éstos.
- Organizar clubes de lectura donde los estudiantes en lugar de llenar tediosos controles o fichas, realicen podcast o clubes literarios donde pongan en común sus reflexiones sobre lo leído.
- Sustituir los ensayos por la creación de productos digitales como cómics, jingles, o videos donde a manera de noticiero expliquen lo que aprendieron sobre un tema. Claro que estas opciones deberán asignarse a manera de proyecto y no como tareas adicionales que sobrecarguen la de por sí pesada carga de tareas por realizar.
- Combinar el talento interno con la oportunidad de escuchar puntos de vista y opiniones con talento externo invitado. Nunca como ahora había sido más sencillo invitar a un especialista a conversar con los profesores.
Esta lista es infinita. Sólo tiene por límite la imaginación de los docentes y el apoyo de sus directivos. ¿Les daremos a los docentes un refuerzo de motivación o confiamos en que el impulso nos alcanzará para terminar el año?
Sergio Dávila Espinosa