Rosalía Nalleli Pérez Estrada
Mi vida transcurre en dos pueblos semejantes y a la vez, con diferencias abismales. En el primer pueblo sueño mientras duermo o me alimento. En él comparto usos y costumbres, creencias y celebraciones con mis vecinos egresados, la mayoría, de una misma escuela.
En este pueblo lleno de carencias, producto de líderes olvidadizos, veo cómo las vecinas corren a abrir sus tiendas, a vender su pollo o corren al molino, con el maíz hervido, para hacer tortillas y ganar dinero. Veo también a muchos niños ir a la escuela anhelando el futuro, a la vez que veo a mi padre trabajar la tierra y al obrero que se dirige al trabajo, con cara amodorrada y esperando quizás su siguiente quincena para cubrir sus gastos.
Mientras avanzo lentamente entre las calles estrechas de mi nuevo pueblo, observo los colores, las casas a medio pintar y sin terminar, veo casas grises y rudimentarias con block o ladrillo sin recubrimiento y oigo el tintinear de las campanas de la iglesia que llama a los feligreses a reunirse para orar por ese día. Gente de cabello cano, muchos retirados ya y con tiempo, se dirigen a las 7 en punto de la mañana para pedir a su Dios que sea bueno con ellos.
Ese repique de campanas es el que me despierta a las 6 en punto y aún con sueño me levanto y empiezo el día con un baño, esperando con ansias y a diario, encontrar algo innovador que me dé motivos para seguirme moviendo. Cuando salgo de casa, me dirijo al segundo pueblo en el que vivo de 8 a 4. Este otro pueblo, con el mismo número de habitantes, es algo diferente al anterior. Aquí solo se reúnen dos tipos de gente: los jóvenes con fantasías y los adultos que desean trascender a través de ellos, por medio de la educación y que buscan también “sacar afuera lo que la persona lleva por dentro”, como dice Machado (2012). Este pueblo alterno es aparentemente igual al primero pero aquí la laicidad brilla y la intelectualidad y el pensamiento complejo hacen juego para juntos, moldear el carácter del que aprende.
Llegan maestros, investigadores, científicos o técnicos, expertos en diferentes temas y jóvenes que quieren ser como ellos. Sólo que al llegar a este templo del saber, a diferencia del primer pueblo, aquí hay gente de más de 65 pueblos… Todos son espejo de una familia, con creencias y costumbres diferentes, que nadan juntos en el inmenso mar de la diversidad. Y, mientras que en un pueblo cualquiera se sabe quién es el lechero, el carpintero, el veterinario, la señora de las flores, el campesino, el maestro o el ingeniero y se conoce a los niños de primaria, se reconoce al hombre bueno o se le huye a la vecina chismosa, al vecino peleonero, al casado infiel o al iluso ratero. Todos están ya bien identificados. En el otro pueblo, el del saber, donde la cabeza se vuelve amiga pero a veces el corazón se olvida, hay un choque de creencias que sólo lo salva el respeto, ante las obligaciones, deseos y mandos disparejos. Mientras unos ejercen el poder del conocimiento, viéndolo igual que Fisher (2001), como la luz que ilumina nuestro camino, otros anhelan riqueza, viajes o añoran conocer al amor de sus sueños, y otros más, simplemente, quieren que pase el tiempo. Un pueblo lleno de Godinez para unos y lleno de conocimiento y propuestas para otros; sin considerar que muchos de los que aquí vivimos, compartimos la visión de Douglas M Lawson cuando dice que existimos temporalmente a través de lo que tomamos, pero alcanzamos la eternidad por medio de lo que damos; en una institución tipo pueblo, donde borbotean ilusiones agolpadas cual placas tectónicas en un temblor, cuando surgen opiniones encontradas, producto de mundos diversos, y que sólo cohabitan con quien comparte una carrera, las asignaturas, maestros, exámenes o un ferviente deseo de aprobar; aunque el conocimiento sea pasajero.
Indudablemente las diferencias brotan a raudales en medio del compromiso, el cumplimiento o la exigencia hacia la respuesta, en la lógica y en la aplicación de lo que aprenden, mientras diferentes deseos los apartan o los unen, cargados de energías y diversas formas de expresión. Lo interesante de este pueblo es la repentina aparición del inventor o del erudito que de repente supera a miles y por supuesto también el acompañamiento del eterno aprendiz que se la pasa durmiendo, sin pensar que tres años y medio en una universidad pasan rápido y que si no aprende, difícilmente recuperará el tiempo y aunque como docentes es imposible controlar que las personas confíen en nosotros, sí podemos controlar nuestras acciones hacia ellos, como lo sugiere Maxwell (2013).
Ambos pueblos son interesantes para vivir y compartir, mientras se muda uno al pueblo alterno. ¿Qué en cual prefiero vivir? ¡En ambos hay humanos diferentes y en cada uno de ellos me veo!.
Fisher Robert (2001). El Caballero de la Armadura Oxidada. Ediciones Obelisco
Maxwell, J. C. Etica: la regla de oro para triunfar en tu negocio. Solo existe una regla para tomar decisiones. (2013) publicado por taller del éxito inc., sunrise florida. Estados unidos.
Machado, L. Alberto (2012), La revolución de la inteligencia. Trillas. México
Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala y en coordinación del Departamento de idiomas de la misma universidad. Investigadora invitada por CIFE.