Esta semana se anunció, junto con el inicio de la fase 3 de contingencia ante la propagación del Covid 19 en nuestro país, el ajuste al calendario escolar y un esbozo de soluciones para abordar la emergencia educativa.
Lo primero que queda claro, finalmente, es que podemos dosificar el esfuerzo y distribuir los recursos para dos etapas: la primera, desde esta semana y hasta el 30 de mayo, y la segunda, desde el 1 de junio hasta el 17 de julio. Así, seis semanas quedan para el proceso de ‘Aprende en Casa’, y otras siete para una conclusión presencial del ciclo escolar 2019-2020.
‘Aprende en Casa’ se puede ahora comprender mejor. No es sólo ni principalmente la plataforma digital –en donde, además, hay confusión entre el portal de la Ciudad de México (aprendencasa.mx) y el portal gestionado desde la Subsecretaría de Educación Básica nacional (aprendeencasa.sep.gob.mx). Tampoco es sólo ni principalmente la programación televisiva. En su alocución del martes, el secretario Moctezuma aclaró que se trata de cinco apoyos para que el aprendizaje ligado al plan de estudios oficial no se detenga: uno, el libro de texto; dos, la televisión educativa; tres, la plataforma digital; cuatro, el recurso a la radio, especialmente a las estaciones comunitarias; cinco, cuadernillos con ejercicio de práctica y aplicación. De los cinco tipos de recurso, el central es el primero, pero el diseño de los otros cuatro busca ser convergente.
La observación insistente que debemos hacer todos a la SEP es que se recobre el protagonismo de los maestros, quienes parecían quedar cancelados, borrados, hechos decoración de fondo ante el esfuerzo de convocar a todo el país a ver la televisión y a acudir a los materiales digitales. La crítica fue severa, y fue fundada: lo digital es hoy, tristemente, todavía privilegio de pocos afortunados en la escuela pública. Y cincuenta minutos con cinco preguntas de recapitulación al final son todavía una respuesta muy limitada para darle continuidad al proceso de aula, un apoyo que se agradece pero que palidece –aún con su buena factura técnica, y a veces pedagógica- ante las jornadas de cuatro horas y más a las que están habituados niñas y niños en sus escuelas.
Como ocurre con el conductor de una orquesta, la calidad de los componentes se conjuga gracias a la maestría del profesional que dosifica, que ajusta, que subraya o pone en pausa alguno de los elementos; así, maestra y maestros pueden y deben orientar a las familias para que las y los estudiantes saquen el mejor provecho de estas fuentes de aprendizaje.
Pero entonces, para no caer en la tentación de forzar una “estructura escolar” en la convivencia doméstica en estas semanas de encierro que tenemos por delante, toca a las autoridades poner medios concretos –pagar los datos de los teléfonos de los maestros, facilitar las copias, tal vez activar al servicio postal mexicano– para asegurar la correspondencia entre cada casa y el maestro titular o tutor del grupo.
Muy cara en el pasado nos ha salido la fantasía tecnológica mal digerida. Fiasco tras fiasco, de Enciclomedia a Habilidades Digitales, de Aula Telemática al reparto insensato de tabletas, la educación de este país por la vía de las tecnologías de la información se hecho con gran desdén de los maestros y con poco juicio en términos de en verdad intentar garantizar el derecho a aprender de los niños. El punto ahora es que dejemos atrás la discusión sobre la baja penetración de internet, reconociendo que para la etapa de resguardo es un medio complementario y localizado, y mejor poner la mirada y el grueso de la energía en renovar la alianza entre familias y maestros, a favor de niñas y niños.
Las siete semanas para el regreso presencial deben ser ante todo un periodo de reconexión socioemocional, de deshago, renovación de los vínculos, desacalambrar las piernas y regresar al juego colectivo, la activación física no coartada, disfrutar del aire y el sol del patio. Y después un intenso trabajo de recuperación, de reforzamiento y de nivelación. Las y los estudiantes van a llegar con faltantes, con dudas, con dificultades de comprensión. Expuesto al mismo material, pero sin interacción constante con sus pares y su maestro, la apropiación con que lleguen tendrá niveles diferentes, así que en lugar de encargarle la ‘recuperación’ a los profesores del ciclo siguiente, lo que se logre aún en éste será una base más amplia para seguir aprendiendo.
Urgía claridad. Ya la tenemos. Ahora las dos etapas requieren de soluciones diferenciadas, y del buen ánimo, honestidad y buena fe de los adultos, de manera que niñas y niños recuerden este periodo excepcional como tiempo recio pero satisfactorio, y no como un vacío que empobreció sus vidas; mucho depende de que nos pongamos de verdad a su servicio.