En Japón la educación media se clasifica en dos categorías principales. Los bachilleratos académicos, que preparan a los jóvenes para el ingreso a la educación superior, y las escuelas vocacionales, que aspiran a formar a los futuros trabajadores de la industria y los servicios. Al igual que en el resto del mundo, la estratificación social se reproduce, aunque no de manera mecánica, en el sistema educativo.
Japón tiene una peculiaridad en la jerarquía de sus bachilleratos. Tanto la academia como la prensa y las familias califican la calidad de los bachilleratos por el porcentaje de sus egresados que ingresan a las universidades de prestigio. Muchas familias envían a sus hijos a los juko, instituciones privadas que entrenan a los jóvenes para esos exámenes.
Visité dos escuelas de bachillerato que se sitúan en los extremos. La Escuela Industria Kure Ko, en Kure, que ofrece bachillerato tecnológico en mecánica, electricidad, mecatrónica e ingeniería de materiales. Además, ofrece la oportunidad a los jóvenes que lo deseen de ingresar a educación postsecundaria de dos años. La escuela Kure Ko es de abolengo, la prefectura de Hiroshima la fundó hace 75 años; está situada en las colinas que rodean al puerto. En este ciclo escolar están inscritos 523 alumnos. De ellos, nada más 53 son mujeres. La escuela cuenta con 46 docentes y siete instructores prácticos de tiempo completo, además del director, el supervisor y el jefe de enseñanza. De 67 maestros y administrativos, 12 son mujeres. Los profesores de tiempo parcial son de inglés, artes y profesionales que laboran en la industria. El enfoque es práctico, incluso en las actividades extracurriculares.
Los padres de los chicos son trabajadores del puerto, obreros calificados o empleados de comercio y servicios. La mayoría de los estudiantes aspira a trabajar en la industria local, en especial en la Mazda. Según las dos maestras de inglés que me guiaron, pocos alumnos le ven utilidad a una lengua extranjera y escasos aspiran a ingresar a una universidad. No obstante la mayoría pasa un examen nacional que los certifica como técnicos.
La Academia para la Comunidad Internacional de Japón integra secundaria y bachillerato. Es privada, y buena parte de la instrucción es en inglés. Ofrece el bachillerato internacional y tiene una escuela hermana en Nueva Zelanda, donde sus alumnos pasan temporadas cada año. En bachillerato tiene 120 estudiantes. De 85 trabajadores, 14 son maestros extranjeros cuya lengua nativa es el inglés. Ellos aprobaron los exámenes de acreditación de la prefectura de Hiroshima. Sus docentes japoneses son bilingües. El enfoque es académico, su misión principal, según el director, quien es inglés, es preparar a los alumnos para que aprueben el examen de ingreso a la Universidad de Tokio. En el tercer ciclo escolar, la escuela contrata a un jukopara ese fin. La mayoría de sus egresados ha ingresado a universidades de prestigio, incluidas Tokio, Harvard y Oxford.
El director de la escuela me comentó que a pesar del enfoque internacional, la escuela mantiene los principios y tradiciones japoneses. Los estudiantes participan en clubes de artes y deportes. La escuela está situada en un suburbio de clase media en Hiroshima. Los padres de los alumnos son profesionales, funcionarios de empresas y del gobierno y tienen gran interés en que su hijos tengan éxito en sus carreras.
En los dos bachilleratos observé la misma pasión y deseos de los docentes de que sus alumnos se superen. Quieren que todos sean buenos trabajadores, leales, cumplidos, competentes y buenos ciudadanos. Todos los maestros dedican muchas horas a supervisar a los estudiantes en sus labores extracurriculares. En ambas escuelas los estudiantes se hacen cargo de la limpieza de sus salones e instalaciones y los maestros de sus oficinas. En la de Kure, los docentes, además, se hacen cargo del mantenimiento del equipo de laboratorios y talleres.
Cierto, la escuela reproduce el orden social y las diferencias de clase. No obstante, ser obrero calificado en Japón es una garantía de empleo bien remunerado y una vida digna. Tampoco se puede reprimir a los padres que impulsan a sus hijos para que se superen. La brecha principal reside en el capital cultural de las familias.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior