Aparte de divulgar los resultados de la investigación educativa, el treceavo Congreso Nacional del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) sirvió para escuchar las voces de los actores que están directamente implicados en la reforma educativa: los maestros. Mucho hubieran aprendido los altos funcionarios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) si hubieran elegido asistir en lugar de declinar la invitación. Exponerse a la crítica abierta y pública muestra mayor madurez que visitar escuelas en donde todo parece estar perfectamente organizado, por no decir, controlado.
Al terminar una mesa de discusión sobre la reforma educativa, mis colegas y yo fuimos abordados por algunos maestros para exponer su caso, rebatir nuestras opiniones y complementar nuestros puntos de vista académicos.
En esta ocasión, quisiera exponer aquí en Campus el caso de una joven maestra, egresada de la Licenciatura en Intervención Educativa por una unidad de la Universidad Pedagógica Nacional y residente en un estado de la república que fue considerado en octubre pasado por el titular de la SEP, Aurelio Nuño, como un “ejemplo de la aplicación de la reforma educativa”.
En camino de romper el mérito y las aspiraciones
Confiada en su capacidad para demostrar sus habilidades y obtener, por mérito, una plaza, la maestra decidió participar en la Convocatoria Extraordinaria Concurso de Oposición para el Ingreso a la Educación Media Superior, ciclo escolar 2014-2015. Entregó todos sus papeles en el Colegio de Bachilleres del estado y a finales de 2014, recibió un correo electrónico que le indicaba la fecha y lugar del examen. Lo primero que saltó a la vista de la maestra fue que el examen se realizaría en un estado distinto a su entidad, cuando en el primer concurso, la sede de aplicación fue dentro de su entidad. Para trasladarse, tuvo que pagar un servicio de taxi ($1,800) que la llevara a la entidad vecina, la esperara y la regresara a su estado natal.
El examen fue por computadora a través del portal del Ceneval y duró 12 horas, de ocho de la mañana a ocho de la noche. También recuerda que estuvo dividido en cuatro partes: (1) examen de conocimientos sobre habilidades docentes, (2) examen de conocimientos sobre contenidos disciplinares, (3) rúbrica de evaluación de competencias docentes y (4) examen de expresión escrita; asimismo, tuvo la impresión de que algunas preguntas se “repetían”.
El 31 de enero de 2015 supo sus resultados por medio del portal del Servicio Nacional de Registro del Servicio Profesional Docente (http://servicioprofesionaldocente.sep.gob.mx/) y su sorpresa fue grata al saber que era la única que había concursado en el área de Metodología de la Investigación, que había logrado el nivel “idóneo” y que obtuvo también el primer lugar en la lista de prelación. ¿Qué seguía? Esta pregunta no pudo responderse con la información oficial disponible. Durante casi tres semanas buscó la cara responsable de darle seguimiento al concurso de oposición sin mayor éxito. El deseo de obtener una plaza por vía del mérito y la aspiración de crecer por medios distintos a la “palanca”, al padrinazgo o a la tutela sindical empezaban a esfumarse. Ahí empezó el vía crucis.
El vía crucis de la asignación de plazas
Al no recibir noticias sobre su plaza, la profesora tocó diversas puertas de oficinas gubernamentales pidiendo una respuesta. El trato fue inverosímil. Un servidor público del Colegio de Bachilleres de plano le dijo, “¿ustedes creen que por haber obtenido idóneo yo tengo el compromiso de darles un espacio?”.
Otra funcionaria le hizo ver a la maestra que la convocatoria era extraordinaria y que además, “si se fijaba bien”, se concursaron cero plazas y cero horas en cualquier modalidad (asignatura o técnico docente). Que esto, le explicaron, ya era una práctica común en otros niveles educativos. Además, le indicaron que ya había otro profesor, dentro de la categoría de Metodología de la Investigación, esperando a que le asignaran su plaza, por lo tanto, la maestra tenía que irse a la cola. Para profundizar aún más su frustración, también la hicieron ver que sus resultados tenían caducidad. Vencieron el 31 de mayo de 2015.
Mi reflexión ante esto es si el Estado no es capaz de asignar rápida y eficientemente las plazas, ¿por qué existen reglas que fijan tiempos perentorios para los resultados de los concursos? No lo sabemos.
Ante el enojo y la confusión, la maestra le formuló varias preguntas tanto al subsecretario de educación básica de su estado como a un funcionario del Colegio de Bachilleres en relación a por qué publicaron una convocatoria en donde se concursaron cero horas y cero plazas y quién fue el responsable de su diseño. No hubo respuestas directas ni concretas, al contrario, continuaron las evasivas. Ellos dijeron que solo “seguían un conjunto de normas y leyes que fueron dictaminadas por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación” y que “no iba —el funcionario del Colegio de Bachilleres — a seguir perdiendo el tiempo respondiendo algo que está más que claro”, que la “obligación” de la maestra era esperar a que la llamaran. ¿No es entonces la evaluación un derecho como sostiene el INEE?
La maestra no cesó en su intento por informarse y pasó a interpelar a las autoridades estatales sobre el número de plazas (horas) ganadas por los concursos, las asignadas por contrato, las cubiertas por interinatos, aquellas ocupadas en el Colegio de Bachilleres y el total de perfiles “idóneos” surgidos de la primera y segunda convocatoria (que fue extraordinara) y sobre todo, cuántos de los que obtuvieron el perfil “idóneo” ya están trabajando.
A esto, los funcionarios respondieron que “apenas estaban recabando la información” y que las primeras convocatorias eran un “experimento” dentro del estado que, curiosamente, Aurelio Nuño había considerado en octubre pasado como un “ejemplo” en la aplicación de la reforma.
El miedo en la política educativa
En reuniones posteriores al congreso del COMIE, la maestra ofreció más información sobre su caso y me mostró los documentos que avalaban sus acciones y palabras. Ahora, ella ha decidido tomar al menos tres caminos. El primero, no volver a concursar por una plaza docente. Fue un engaño, afirma.
Segundo, seguir presentando su caso públicamente. Ante ello le pregunté por qué lo hacía, a lo que respondió: “Muchos maestros que están como yo tienen miedo a hablar y a protestar; tienen miedo que al denunciar las irregularidades del concurso y de la asignación de plazas haya motivo para no asignárselas; [pero] se tiene la impresión de que cuando no hay quejas todo está bien y bajo control”.
Tercero y último, la profesora decidió estudiar de manera más profunda si su experiencia representa sólo un caso particular o ya es una problemática generalizada. Para ello, decidió abrir el correo asignaciondeplaza@gmail.com para que los profesores que estén en su misma situación, la contacten y acumulen experiencias que puedan sistematizar y en un futuro, convertirlas en una investigación de mayor calado sobre la implementación de las políticas educativas. Invito a apoyarla. Los errores en la ejecución de la reforma educativa pueden y deben subsanarse; apostar por su profundización nos puede salir caro a todos.