De los terribles hechos ocurridos el domingo pasado en el estado de Oaxaca, sabemos, con certeza, poca cosa.
Sabemos que, desde el inicio de la semana pasada y en protesta por la detención de sus líderes más importantes, integrantes de la Sección 22 (CNTE) iniciaron un conjunto de acciones y movilizaciones de carácter violento. Entre estas: bloqueos en 10 puntos del estado de Oaxaca, uno de ellos en el crucero de la Hacienda Blanca que obstaculizaba las entradas y salidas de vehículos de carga a la carretera federal México-Oaxaca.
Sabemos que el bloqueo del crucero de la Hacienda Blanca resultaba especialmente sensible, pues limitaba la circulación de pipas cargadas con gas propileno de la refinería Ing. Antonio Dovalí Jaime. Ello, pues el personal de la refinería había venido alertando a las autoridades estatales que la instalación estaba al límite de su capacidad de almacenamiento y requería con urgencia descargar gas a fin de evitar que el muy considerable volumen de material inflamable acumulado en la refinería pudiese provocar un accidente de proporciones mayores.
Sabemos que las exhortaciones del gobernador Cué a los elementos de la CNTE a levantar sus bloqueos no tuvieron mayor efecto y que las mesas de diálogo entre representantes de la Coordinadora y funcionarios del IEEPO (Secretaría de Educación de Oaxaca) no habían conseguido ningún avance. Así, las autoridades toman la decisión de desplegar un operativo con policías estatales y federales el domingo pasado para dispersar a los manifestantes y liberar las vías bloqueadas por estos.
Sabemos que el operativo deriva en un largo conjunto de enfrentamientos entre integrantes y simpatizantes de la CNTE, por un lado, y fuerzas de seguridad, por el otro. A partir de un cierto momento, esos enfrentamientos se tornaron crecientemente violentos y según consta en fotografías y microdatos asociados, algunos elementos policiacos, quienes portaban armas, comenzaron a dispararlas.
Sabemos, finalmente, que, muy tristemente, en esos enfrentamientos, perdieron la vida ocho personas, todas civiles y ninguna de ellas maestro/a en activo, y que resultaron heridos alrededor de 50 policías y más de 100 civiles.
Poco más o menos, eso es lo que sabemos con algún grado de certeza. Para entender y explicar lo ocurrido, carecemos, hasta el momento, de información clara y confiable sobre aspectos clave de lo ocurrido.
No sabemos, por ejemplo, si participaron activamente o incluso provocaron la escalada de violencia en los enfrentamientos del domingo pasado grupos, ajenos a la CNTE, “infiltrados” entre sus filas y vinculados directa o directamente con organizaciones guerrilleras o con otros grupos violentos. Básicamente, pues a pesar de menciones en medios, no contamos aún con evidencia cierta con respecto a su presencia, identidad y, en su caso, grado y nivel de participación.
No sabemos tampoco qué o quién provocó, en concreto, el tránsito del uso de gases lacrimógenos por parte de las policías al empleo de armas de fuego por parte de un grupo de estos. No hay, además, claridad ninguna sobre cuántos y cuáles elementos policiacos dispararon, ni sobre quién se los ordenó.
No sabemos qué tanto de lo ocurrido el domingo pasado en Oaxaca fue producto de una terrible concatenación de hechos que se salieron de control o bien el resultado de actos deliberados provocados por sujetos o grupos interesados en escalar el conflicto y tensar la situación al máximo.
En suma, fuera del tiempo y espacio en el que ocurrieron los hechos, carecemos de respuestas mínimamente satisfactorias con respecto a aspectos claves de lo ocurrido, tales como: identidad de todos los actores relevantes involucrados; sucesión y concatenación específica de hechos; motivación de los actores; y modo específico de accionar de estos.
La escasez de información confiable y la confusión reinante, producto (en muchísimo) de la falta de una estrategia de comunicación gubernamental profesional y responsable, pero, también de las notorias limitaciones de la mayoría de nuestros medios de comunicación para informarnos con oportunidad y con base en evidencia, ha contribuido a la feria de dimes y diretes de siempre.
En breve, fuera de unas pocas y muy valiosas interpretaciones útiles para ayudar a entender lo poquito que sabemos a ciencia cierta de lo ocurrido en Oaxaca el domingo pasado, el grueso de lo mucho dicho hasta ahora al respecto no ha ayudado a esclarecer nada. Ha servido sólo y sobre todo para reiterar creencias, prejuicios, filias y fobias preexistentes.
Sin una investigación a fondo y en serio por parte del gobierno federal, pero también de los que viven de informarnos, nos quedaremos igual que siempre. Es decir, con muertos y heridos a granel que terminarán siendo usados por actores políticos y sociales para avanzar sus propias agendas.
Twitter:@BlancaHerediaR