La nueva fase de discusión – aprobación de la Reforma Educativa en las cámaras de Diputados y de Senadores-, sigue atrapada en asuntos ligados con las formas y el poder llegar a acuerdos acerca de las condiciones laborales de los y las docentes. Se sigue discutiendo el asunto de las condiciones laborales y sindicales de maestros y maestras y aún más en el fondo de las cosas está el manejo de las plazas docentes y de la nómina, junto con los recursos que la federación transfiere a los estados para ser administrados con fines educativos. Aquí se resume la reforma, los avances son pocos pero importantes, tales como el reconocimiento de las diversidades social y cultural y la atención educativa a las minorías y a los grupos vulnerables, la equidad de género y la garantía de que los egresados de las Escuelas Normales tendrán la oportunidad de obtener una plaza docente bajo mejores condiciones institucionales de ingreso, sin necesidad de someterse a los recovecos de la evaluación punitiva.
Parece que la agenda y el abordaje de los asuntos pedagógicos, el diseño de nuevos planes y programas de estudio, el enfoque de las asignaturas, el sustento pedagógico del modelo educativo para formar a los mexicanos del siglo XXI, eso y muchas cosas más no se discuten, ¿no interesan? ¿o la agenda pedagógica está supeditada a la agenda política y laboral?
El asunto que terminó atorando la nueva versión y el nuevo intento por aprobar la reforma educativa fue la propuesta del artículo XVI transitorio, en dicha redacción se sintetiza la diferencia que existe entre la reforma de Enrique Peña y la que pretende impulsar López Obrador con respecto a la contratación de docentes y el otorgamiento de plazas ¡poca cosa!.
Lo que llama la atención de este nuevo intento por aprobar la vieja reforma educativa, es el ninguneo que se ha hecho evidente, por discutir y acordar los asuntos verdaderamente educativos ¿Qué acaso en la Cámara de Diputados no hay educadores con verdadera vocación o pedagógica? ¿todos y todas se mueven con el mismo formato de sólo discutir los asuntos de índole política? ¿Por qué en la discusión educativa no interesa discutir la nueva versión de la reforma que lleva el mismo nombre?
En todo caso las Cámaras de Diputados y de Senadores; deberían de haber dividido desde un inicio dos tipos de discusión y de construcción de propuestas y de leyes, una que continuará con la discusión de las implicaciones laborales de la reforma y la otra que se abocara a la construcción del diseño del proyecto educativo para nuestro país.
Me parece que ni Peña Nieto, ni Emilio Chuayffet, ni Aurelio Nuño nunca se imaginaron que su experimento de reforma tuviera tan entretenidos a diputados y senadores de la supuesta alternancia, los cuales le siguen buscando tres pies al gato.
Me parece que al abrir e ir agotando la discusión educativa de la reforma se podrían ir agotando en paralelo los puntos de la discusión y de las implicaciones laborales de la misma. No sólo es cuestión de método también es cuestión de tener disposición voluntad política y hasta sentido común para sacar adelante acuerdo de una reforma educativa de la misma medida que México la necesita.