Hace unas semanas, la profesora de la Escuela de Posgrado en Educación de la Universidad de Harvard Meira Levinson dictó una conferencia a estudiantes de maestría y doctorado en educación en mi Casa Abierta al Tiempo. Su charla versó sobre ética en la práctica escolar, asunto que se toca poco en las discusiones académicas. No me refiero sólo a México. La ética no es un tema recurrente en los sistemas educativos del mundo. Su charla sembró dudas e inquietudes. A mí me provocó y me hizo pensar en asuntos de la Reforma Educativa en marcha en México.
Anoté la tesis central de Meira Levinson, que extrajo de un libro de ella y Jacob Fay, Dilemmas of Educational Ethics (Harvard Education Press, 2016): más importante que proporcionar respuestas a un número limitado de escenarios, hacer preguntas adecuadas es un medio más eficaz para navegar en la búsqueda de investigación colaborativa entre investigadores y docentes. Se trata de escarbar en los principios y valores éticos que guían la política educativa y la práctica en las escuelas.
Narró uno de los casos que su colega y ella compilaron. La crisis económica llegó al distrito escolar de Los Ángeles, uno de los más grandes de Estados Unidos. La reducción del presupuesto indujo recortes de personal. La solución que aplicaron los administradores fue despedir a maestros con menor antigüedad en la docencia.
Atención, no cesaron a los novatos por cuestiones de costos, sino porque pensaban que por tener menos experiencia eran poco valiosos para las escuelas. En lugar de desafiar y refutar con argumentos teóricos y empíricos la decisión que tomó la burocracia, los investigadores preguntaron a docentes de las escuelas donde hubo ceses si la medida era correcta; les pidieron que proporcionaran explicaciones reflexivas.
Ese tipo de interpelaciones enardeció a algunos, pero a otros los indujo a razonar con base en principios derivados de una ética laboral y profesional arraigada. Meira proporcionó información sobre las respuestas a las interrogaciones que hicieron los investigadores y las dudas que les surgieron después. Huelga decir que en este tipo de investigación no conduce a conclusiones, estimula a hacer mejores preguntas.
El dispositivo que lanza a hacer exploraciones, según Meira Levinson, es proponer dilemas que no sean de solución sencilla, incluso que estimulen sentimientos encontrados. Puso un ejemplo. Sus colegas preguntaron a un docente veterano que si era ético que despidieran a uno de sus compañeros nada más por ser el más nuevo y joven entre la planta docente.
Las respuestas fueron ambiguas o elusivas, implicaba hacer juicios morales sobre lo correcto o no de una decisión. Lo ideal sería que no hubiera recortes ni destituidos, pero ésa era una objeción a la dura realidad.
Me tocó comentar la conferencia de Meira Levinson. Pregunté —más al auditorio que a ella— qué tan ético sería despedir a maestros que compraron o heredaron su plaza y que no prosperan en la evaluación del desempeño docente. No tuve respuesta.
Por separado, repetí la cuestión a dos de mis estudiantes, maestras de educación básica. Una se negó a responder. Para ella era un verdadero dilema. Esquivó el punto criticando al gobierno y al servicio profesional docente. La otra, profesora de secundaria con más de 20 años de servicio, no dudó ni un instante. Su réplica fue contundente: “que los corran; por ellos, que no son mayoría, la gente piensa que todos somos malos maestros”.
Meira Levinson incitó mi imaginación. Me convenció de que el juicio ético acerca de los problemas de la práctica docente ocasiona puntos de vista teóricos, empíricos y prácticos en abundancia. Seguiré preguntando a maestros asuntos que les provoquen dilemas éticos. Algo aprenderemos juntos.