Ariel Gringaus
Ingresamos a un nuevo año escolar con una mayor presencialidad en las aulas, acompañada por el enorme desafío de enfrentar los cambios, nuevos roles y dinámicas que surgieron en los últimos dos años.
Según un informe del Banco Mundial, entre los impactos negativos de la emergencia sanitaria que hemos vivido, se estima que en Latinoamérica el déficit de aprendizaje al final de la educación primaria, podría aumentar en más del 20 por ciento. También advierte que más de 2 de cada 3 estudiantes de educación secundaria podrían caer por debajo de los niveles mínimos de rendimiento esperados y que las pérdidas de aprendizaje serán sustancialmente mayores para los estudiantes en situación de vulnerabilidad.
Creemos entonces que debemos aportar buscando soluciones para fortalecer la educación de todos los niños y niñas. Por ejemplo, una de las certezas de este año lectivo es la necesidad de contar con diagnósticos que permitan conocer el estado actual de cada estudiante, implementar estrategias para mantener la continuidad escolar y evitar a tiempo situaciones como la deserción escolar, que según el informe citado podrían incrementarse por lo menos un 15% a raíz de la pandemia. Mientras que a nivel local, según un estudio del Observatorio Argentinos por la Educación, de cada 100 estudiantes que comienzan la escuela en primer grado, solo 53 llegan al último año de la secundaria en el tiempo esperado; es decir, 12 años después. Y 16 de cada 100 terminan a la edad esperada a tiempo y logran niveles satisfactorios en Lengua y Matemática. Tomar decisiones a tiempo y detectar las necesidades cuando aún se puede hacer algo por cubrirlas es fundamental.
Con ese fin es que desde el sector de Tecnología Educativa desarrollamos herramientas que utilizan inteligencia artificial para diagnosticar las habilidades lectoescritoras y matemáticas de niños y niñas. Han sido pensadas especialmente para poder adaptarse al nivel de conocimiento de cada estudiante y lograr resultados más precisos de forma inmediata. Además, pueden entregar sugerencias pedagógicas según el nivel.
En el mismo sentido, en Latinoamérica se volvió esencial la utilización de la tecnología Big Data, por medio de plataformas que integran y sincronizan la información generada por cada establecimiento educativo, a través de su sistema de gestión escolar con datos provenientes de sistemas de información abiertos y centralizados. Esta tecnología permite revisar los resultados actuales e históricos de la institución cruzándolos con los datos públicos del país. Los datos están entonces disponibles para detectar patrones y predecir tendencias en pos de nivelar los procesos de aprendizaje, para que ningún estudiante se quede atrás en sus estudios.
De esta manera, un análisis sostenido de los datos permite contar con panoramas generales y particulares para ayudar a reparar las brechas de aprendizajes, potenciar los conocimientos y aprendizajes significativos.
Hoy atravesamos una realidad desafiante y los integrantes del sector educativo debemos esforzarnos por ser un apoyo en los desafíos que se presentan. Uno de los más importantes es generar las condiciones para mejorar la calidad del aprendizaje, y quién mejor que la tecnología para brindar ese apoyo tan necesario. Luego de dos años de sostener las clases de forma virtual, es el momento de asumir el siguiente papel con empatía, determinación y tecnología.