El pasado 15 de mayo del año 2016, fue domingo y como cada año los maestros celebran su día, y como cada año existen dos formas básicas de saberse y de sentirse maestro de escuela en este país de profundos contrastes, asimetrías e inequidades. Miles de maestros marchan en la ciudad de México y en nueve estados del país, sus consignas centrales es estar en contra de la reforma educativa, abrir el diálogo y exigir respeto y un trato digno a su lucha.
En el otro lado, en Palacio Nacional o en las casas de gobierno, los gobernantes recurren a la pieza oratoria menos demagógica que esté a la mano sin conseguirlo del todo y hablan, ante un auditorio amorfo, son acompañados del titular de la SEP o los secretarios de educación en los estados y los dirigentes de oropel del SNTE. En el SNTE ya no disimulan su entreguismo y su incapacidad por defender (aunque sea de palabra como fue siempre, a los trabajadores de la educación) hoy ya no se distingue quién es quién, quién el patrón y quién el representante de los trabajadores.
En la marcha nacional se sufre el calor intenso, se sufre el trato indigno dado por el actual gobierno, se sufre ser educador y ver devaluado el trabajo y el esfuerzo por educar. Miles de asistentes a la marcha gritan su rechazo y ya en lo corto algunos dan su testimonio, “soy maestro del estado de Morelos, con 23 años de servicio, quisiera decirles a estos gobernantes que entren a un aula de cualquier grado y hagan el menor esfuerzo por enseñarle a niños y niñas que llegan sin comer, sin los útiles básicos para aprender, quisiera verlos ahí y que después me digan si la evaluación –como dicen- es lo que más importa” (testimonio de José recogido por un estudiante de doctorado en plena marcha magisterial, 15 de mayo de 2016).
El presidente, en su discurso a modo que le han preparado, dice lo siguiente: “Podemos decir que estamos reorganizando todo el sistema para que esté al servicio de la escuela y de los alumnos, para contar con más maestros mejor preparados y una gestión escolar más autónoma”. Y anunció que la próxima semana la SEP presentará los nuevos planes y programas de estudio que complementarán la reforma (La Jornada, 16 de mayo de 2016, p. 4).
Parece que el presidente no vive en este país, ni tampoco conoce lo que pasa en lo que él le llama “el sistema”, dice que se está reorganizando todo el sistema. A qué le llamará “reorganizar el sistema”. Secuestrar desde el dispositivo evaluativo todo el engranaje y modificar la regulación laboral, para hacer más exigente la incorporación, permanencia y trayectoria de los docentes, ¿eso es reorganizar?
Luego que, próximamente, se anunciaran las planes y programas de estudio, me pregunto algo que nos hemos preguntado muchos en este espacio: ¿en dónde inicia y dónde concluye una reforma educativa? ¿Cuál es piedra angular de la misma y luego qué le sigue? ¿En qué etapa estamos actualmente de la reforma según el dicho gubernamental de “reorganizar el sistema”?
En este 15 de mayo no se asomó ni una pequeña pizca de autocrítica en la esfera gubernamental, esta testarudez de seguir con lo mismo, es un mal augurio. Y como decía otro profesor de la costa de Guerrero, “los maestros sabemos muy bien lo que hacemos, desde que estuvimos en la escuela Normal, aprendimos qué es mejor, qué conviene más para los niños, su pinche reforma la vamos a echar a la basura pero no sólo eso, haremos una contrarreforma que verdaderamente nos beneficie a todos” (Maestro Carpiano de la costa chica de Guerrero, entrevistado durante la marcha nacional del 15 de mayo).
Estas dos formas de entendernos como maestros es lo que tiene crispado o polarizado en educación a este país. Seguiremos esperando tiempos mejores. Que la educación espere y que los niños y las niñas aprendan a esperar con la finalidad de que tengan respuestas más convincentes y efectivas a sus necesidades educativas.
Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. mipreynoso@yahoo.com.mx