El conflicto magisterial se enfila a una posible solución. Sin embargo, el tiempo que tomará puede ser largo, sobre todo porque la flexibilidad negociadora de la CNTE es incierta y se han abierto varias avenidas de alta velocidad, pero incomunicadas, en la ya que circulan actores que habían permanecido discretamente al margen, notoriamente el SNTE y los legisladores. Además, algunos actores que habían tenido un papel poco estelar, como la Junta Directiva del INEE y algunos gobernadores, han comenzado a tener mayor protagonismo. Hay tráfico en el escenario y en el futuro cercano el reto será descongestionarlo.
La negociación no es sencilla. Se trata de desmontar distintas piezas de la reforma evaluativa, discutir el modelo educativo y reparar las consecuencias políticas y sociales del conflicto magisterial. Es una agenda cargada, a la que día a día se agregan nuevas peticiones, como que la CNTE sea reconocido como sindicato.
Como las palabras importan mucho aunque signifiquen otra cosa, el gobierno federal seguirá insistiendo en que todo se haga dentro de la reforma sin que haya derogación. Es importante para el gobierno salvar, aunque sea por el nombre, una de sus reformas estructurales favoritas: se puede cambiar y mucho, pero, por favor, sigan diciéndole “reforma educativa”. En todo caso, como la derogación “no corresponde al Ejecutivo” (Peña Nieto, 6 de julio), el gobierno parece asumir que, si no hay de otra, el costo político deberá repartirse, comenzando por el Poder Legislativo que la aprobó, esto es, por todos los partidos que una vez anduvieron tomados de la mano bajo el manto del Pacto por México.
El SNTE llegó para abrir paso a la negociación sobre cambios a la evaluación e introducir diversas demandas de corte laboral. En un principio le dio relevancia a eliminar los aspectos punitivos de la evaluación pero en los acuerdos que se han ido tomando estos días eso ya ni se menciona. La salida que ha dado la SEP es más bien técnica, con el agregado importante de atender los contextos sociales, culturales, urbanos y étnicos para la evaluación. Las demandas laborales han sido plenamente atendidas por la SEP (de hecho algunas ya lo habían sido pero casi ni se conocieron en la prensa, como el tema relacionado con los estímulos de Carrera Magisterial y su impacto en las jubilaciones) y sólo resta dar paso a la discusión de la manera como se aplicarán las evaluaciones y del modelo educativo. A esa discusión serán convocados expertos, pedagogos y organizaciones civiles. Nuño dijo, magnánimo, que a las mesas de revisión sería invitada la CNTE. Pero en esas mesas habrá poco que servir pues el plato fuerte de la evaluación ya fue repartido en 11 puntos, que estarán siendo revisados en los próximos 45 días por un grupo de trabajo integrado por el INEE y la SEP. Por supuesto, los dirigentes de la CNTE desconocieron esos acuerdos pues ni la SEP ni la CNTE son interlocutores válidos. En palabras de Adelfo Gómez, dirigente en Chiapas, son el “resultado de dos cadáveres que se resisten a ser enterrados”.
El INEE, por su parte, molesto porque en los acuerdos SEP-SNTE se tocaron temas que son de su competencia, algo tardíamente reivindicó su autonomía y señaló que desde hace meses trabaja conjuntamente con la SEP para mejorar sustancialmente el diseño y la implementación de la evaluación de desempeño docente. El INEE ha llegado a las mesas de discusión en una posición desventajosa, acaso técnica, con nula capacidad de incidencia en la política educativa. Ese papel se desprende de su condición legal, pero también de la decisión que han adoptado sus dirigentes de apuntalar la reforma evaluativa. Ese apoyo tal vez descanse en la creencia política de que la evaluación es el camino para cambiar la estructura de poder del sindicato (incluida la CNTE) sobre el sistema educativo, hipótesis extrañamente ingenua que fue expuesta hace un par de días por Gilberto Guevara Niebla en el diario Reforma y que la terca realidad se ha encargado de desmentir: esas estructuras no se cambian a punta de exámenes.
La jugada de Nuño parece redonda: reconoce algunos problemas de la evaluación (que son los que ya venía trabajando el INEE), da entrada al SNTE en las negociaciones para imponer su agenda en torno a los cambios de la evaluación y discutir el modelo educativo, genera la imagen de que los problemas se están resolviendo de una manera abierta e incluyente y resuelve demandas de tipo laboral para poner contento al SNTE. En el fondo, el juego de Nuño y el SNTE es un refrito de una vieja historia: a cambio de prebendas laborales, del respeto a las posiciones del sindicato en las secretarías de educación estatales y de no ejercer acción penal sobre otros dirigentes, la SEP obtiene apoyo del SNTE para proseguir con las políticas educativas. Nuño sale fortalecido y su carrera hacia la candidatura presidencial se mantiene incólume. Pero el problema con la CNTE continúa, es asunto de Osorio…
Una explicación nos deben los gobernantes ¿cómo piensan hacer para conciliar los acuerdos que se pueden obtener en una y en otra pistas? Nuño ya tiene una ruta de salida, pero Osorio no. Su intención de involucrar al secretario de educación en la mesa de discusión sobre el modelo educativo con la CNTE no funcionará pues ésta ha dicho a todos los vientos que desconoce a Nuño y que se niega a dialogar con él. En el fondo la postura de la CNTE hace quedar mal a Osorio y termina favoreciendo a Nuño. Si Osorio no puede hacer que Nuño participe en los temas educativos con la CNTE ¿de qué modelo educativo se puede hablar en la SEGOB?
No hay soluciones fáciles a estos dilemas en los que la trama palaciega se cruza con el conflicto magisterial. El recurso a los legisladores puede ser un camino. Tras una largo periodo de omisión, legisladores de varios partidos comenzaron a desarrollar un intenso activismo al punto de que la CNTE tendrá el viernes 15 de julio una reunión multitudinaria (45 integrantes de la CNTE) con la Comisión Permanente del Congreso de la Unión. El PRD ha sido el más activo en esta materia. El senador Alejandro Encinas apoyó la realización del foro “Hacia una verdadera reforma educativa” organizado por el grupo de Cuauhtémoc Cárdenas “Por México Hoy” y pocos días después, el 11 de julio, algunos senadores y diputados federales del PRD, PT y una senadora independiente (Martha Tagle) se reunieron con líderes de la CNTE y decidieron constituir un frente parlamentario para derogar la reforma educativa. El resto de partidos no ha tenido otra opción más que aceptar esta perentoria necesidad de participación, que se había ya convertido en un reclamo por parte de muchos y muy diversos actores. Falta ver qué se procesa por esa avenida, pero lo lógico es suponer que se buscarán fórmulas legales para solucionar las demandas de la CNTE. Aquí surge una pregunta semejante a la anterior ¿cómo se conciliarán los acuerdos en esta pista con los de la SEP-SNTE y la SEGOB-CNTE? Nadie puede saberlo y cualquier respuesta es mera especulación.
Los gobernadores han dado muestras de preocupación. Varios estados están muy afectados y otros podrían estarlo si el conflicto se extiende y se prolonga. Aureoles pide que la reforma sea modificada; Graco Ramírez dice que no es momento de cambiar la ley pero sí de discutir la implementación (una formulación parecida a la de Nuño, por cierto). El Bronco se propone como mediador entre los maestros y el gobierno federal. Y otros más se han lamentado de los daños económicos que los bloqueos han ocasionado. Esta participación de gobernadores puede crecer, lo que añadiría nuevos ingredientes al escenario del conflicto.
Los giros imprevistos llegan por donde menos nos imaginamos. Tras haber ofrecido meses atrás a la CNTE la derogación de la reforma educativa en los estados donde supuestamente Morena ganaría, ahora López Obrador dice que la reforma no se puede derogar. Veremos pronto los malabares que sus seguidores harán para justificar esta posición, pero eso no importa pues Morena es un partido de una sola voz y esa voz ahora se inclina por salidas negociadas y no por la derogación. No es que AMLO quiera hacerle el favor a Osorio o a Nuño, la nueva posición obedece simplemente al pragmatismo político de buscar ponerse en la cresta de la ola y seguir proyectando su candidatura presidencial: AMLO continúa con un discurso en el que veladamente ya se da como próximo presidente y no quiere gobernar a México en escombros, quiere recibir la estafeta en un “ambiente de normalidad política”.
Armonizar este complejo escenario no será tarea fácil. La CNTE ha sido capaz de poner entre las cuerdas a la SEGOB, a la SEP y, ahora, a la Comisión Permanente. Pero la SGOB y la SEP no se hablan o, si lo hacen, no se sabe de qué. No hay una fuerza que pueda unificar o coordinar las diferentes avenidas. El presidente da insulsos recordatorios de que la reforma no se derogará, cuando todo mundo está viendo la manera de cambiarla. Él no unifica ni siquiera a su equipo de gobierno. El secretario de Educación y el de Gobernación atienden, cada uno por su lado, frentes distintos con soluciones distintas y parecen estar engarzados en una lucha mayor por la candidatura presidencial, un juego que también siguen AMLO y Morena, montados en el conflicto magisterial sin que lo educativo constituya su prioridad. El SNTE representa a sus agremiados pero carece del impulso y la legitimidad necesarios para intentar ejercer algún tipo de liderazgo sobre el conjunto de actores. Y la CNTE sólo ve por sus estrechos intereses gremiales y políticos. Ante esa fragmentada situación, desarmar la reforma no será tarea sencilla. No obstante, es imperativo tejer un acuerdo global que dé cauce a todas las avenidas abiertas y evite una colisión que podría volverse una desastrosa carambola.