Este lunes, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, cumplió con el guión que se impuso desde que asumió el cargo. Visitó la escuela Benito Juárez y anunció que para que la Reforma Educativa llegue a las aulas y a los maestros hay que poner la escuela al centro. Planteó los seis ejes de su plan. Antes de atender la relevancia de esos ejes, tres tramas. Primera, aunque no todo lo que propone el secretario podrá realizarse en el corto plazo, tampoco es mera oratoria.
Hay bastantes pruebas de que el secretario Nuño se mueve por terrenos que ninguno de sus predecesores quiso caminar: arriesga y apuesta a ganar. Habrá ciertas realizaciones.
Segunda, no hay mucho de original; los seis puntos forman parte del recetario que organismos intergubernamentales, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos promueven a escala global. Baste recordar un policy paper de la OCDE, “Mejorar las escuelas: estrategias para la acción en México”. El informe se centra en las políticas para corregir la enseñanza, la administración escolar y el liderazgo en las escuelas con el fin de perfeccionar el aprendizaje de los niños de educación básica. El plan de Nuño acepta esas premisas, aunque las adapta al discurso reformista nacional.
Tercera, el hecho de que provenga del mundo global no implica que el prontuario de la OCDE sea reaccionario; ciertas medidas son correctas y necesarias para las escuelas mexicanas.
De los seis ejes, tres abundan sobre la reforma administrativa y laboral que anunció el presidente Peña Nieto desde su primer discurso, tiene que ver con la organización burocrática. Los otros son de apoyo y fortalecimiento.
El primer eje propone reorganizar las tareas de las escuelas: reducir las solicitudes de información que reciben los directores, ya nada más la SEP y las autoridades educativas lo harán; además, en las escuelas de organización completa habrá subdirectores administrativos y en las más grandes también subdirectores académicos. El asunto importante es que no se requiere de nuevas contrataciones, se trata de poner a trabajar a comisionados y a asesores técnico-pedagógicos que pueblan las supervisiones sin hacer nada importante. Si algo se alcanza, los directores tendrán más tiempo para dedicarse a apoyar a los docentes y liderar en sus escuelas.
El plan también contempla poner a disposición de los directores recursos que les lleguen sin intermediación y que la escuela los aplique para satisfacer sus necesidades. Espero que cuando se establezcan las reglas de operación no se les cargue de requisitos burocráticos.
El uso del tiempo escolar ya generó un montón de suposiciones. Me parece correcto que haya calendarios de menos días, en especial en las escuelas de tiempo completo. Además —y en esto pocos han reparado— el plan contempla aumentar de tres a cuatro horas la jornada de preescolar y de 4:30 a cinco horas la de primaria. Menos días, más horas efectivas de enseñanza. Digo, si al mismo tiempo se eliminan hábitos perniciosos que subsisten en muchas escuelas.
El fortalecimiento de los consejos técnicos y la participación social más efectiva son asuntos necesarios para mejorar la administración escolar, pero también difíciles de conseguir. En esos consejos gravitan tradiciones corporativas y cierta desidia de maestros que dejan todo a los directivos, y de padres de familia que no se preocupan por el aprendizaje de sus hijos. Habrá que ver los incentivos que les propondrá la SEP para modificar esas usanzas.
Conjeturo que los cursos de verano serán bienvenidos por muchas familias, en especial por madres que trabajan y sufren —de veras sufren— al dejar a sus hijos solos en la casa.
Por supuesto que este plan de poner la escuela al centro no es la solución completa. Pero provee de ciertos grados de libertad a los directores y de autonomía a las escuelas para que se administren. Empero, no implica que los cambios llegarán en automático a las aulas, que los docentes los acogerán y que la educación mejorará. Pero son pasos necesarios —desde la lógica gubernamental— para seguir con la reforma.
RETAZOS
Revisé los blogs de los periódicos donde se divulga el plan de la escuela al centro. La incredulidad es grande, al menos entre quienes se manifiestan. No los culpo, estamos acostumbrados a que los políticos prometan el cielo y la gloria y al final ni siquiera cumplan con cacahuates. Mas a fe mía que hoy sí veremos concreciones.
Sostengo mi optimismo crítico.