Eduardo Gurría B.
Sin duda, la trayectoria profesional de Delfina Gómez como maestra y como una persona preparada, no tiene punto alguno de objeción; se trata de una profesionista con los estudios suficientes como para ocupar un puesto de gran responsabilidad como lo es la titularidad de la SEP, ya que es licenciada en pedagogía y cuenta con dos maestrías en el rubro de la educación, además de haber ocupado puestos importantes dentro de la docencia como maestra frente a grupo y como directiva de institución. Eso es lo deseable en un funcionario, es decir, cualquier puesto dentro del gobierno, debe de ser cubierto por personas con los conocimientos, las habilidades. las capacidades y la experiencia que se requieren para el desempeño de sus funciones, cosa que, definitivamente, no se da en el gobierno actual, salvo excepciones muy contadas.
Sin embargo, en el caso de la maestra Gómez estas cualidades se desperdician y se pierden en el lodazal de la corrupción, ya que en el momento de decidir participar en la política, primero como delegada, dejó de lado la vocación docente y su aceptable y acertada trayectoria como educadora para ponerse al servicio de las componendas partidistas y conveniencias políticas y echar mano de recursos que no le correspondían a costa de los trabajadores del ayuntamiento de Texcoco entre los años 2012 y 2015 cuando se desempeñó como presidenta municipal de esa localidad del Estado de México, todo para favorecer a MORENA y a su propia campaña política con miras al Congreso de la Unión.
Y entonces cabe preguntar: ¿quién es Delfina Gómez?, la respuesta salta a la vista: se trata de una mujer corrupta que se ha vendido al postor del poder, o sea, al presidente quien, ante las acusaciones de corrupción en contra de su amiga, ha respondido que se trata de una campaña de desprestigio por parte de sus opositores, a pesar de que, ante las pruebas de esa estafa en favor de MORENA y de la profesora y en contra del patrimonio de los trabajadores municipales de Texcoco, mediante la retención del 10% de su salario, el TEPJF le impuso al partido una multa de cuatro y medio millones de pesos, mismos que, seguramente pagó el propio partido (si es que los pagó) y no la misma maestra, aunque queda por aclarar si esa sanción fue para reponer lo robado ($2,264,612.00) a los empleados municipales. Además del robo de la maestra, existe un delito electoral que tendría que ser punible de una manera más drástica.
Esto es, el presidente alegó, sin sustento, que esa acusación data de hace mucho tiempo (cinco años), lo cual es cierto, sin embargo, esta procedió sin prescripción, tal como lo avala la propia decisión del TEPJF, de tal manera que la acción opositora para desacreditar a la maestra, simplemente, no existe, como tampoco existen todos los demonios que persiguen a AMLO.
Se trata de un caso más de la dinámica del poder, de uno más de los muchos que se han venido presentando en los últimos tres años con los colaboradores del presidente y de él mismo, se trata de un gobierno que se ve y huele mal.
En el caso de la maestra Gómez, la situación es, tal vez, más grave, ya que se trata de la titular de la SEP, la institución encargada de la educación de nuestros niños y jóvenes: ¿se les pretende formar con el ejemplo que exhibe su titular?, ¿así se educa, propiciando la tranza y la corrupción?
Aparte de lo anterior, la Secretaria no ha dado muestras de ser capaz de dirigir a la SEP, ya que no se ha visto nada de mejora y menos ante la contingencia que ha representado la pandemia del COVID, al contrario, la educación primaria y media están por los suelos, con falta de equipos, días escalonados de asistencia a clases, libros de texto amañados en el adoctrinamiento oficialista y deserción escolar entre otras calamidades, y no se vislumbra para cuándo se vaya a hacer una propuesta acorde con nuestras necesidades educativas que nos saque del atraso en el que se encuentra el sector público, ya que, en general, dentro del sector privado de la educación se está haciendo lo posible por mantener a flote las escuelas y, sobre todo, por mantener un cierto nivel educativo.
Es evidente que, al gobierno de México y de la 4T, al presidente y quienes le rodean, no les importa la educación -la educación no les deja votos-, como otros muchos rubros importantes y trascendentes para el desarrollo de la vida nacional, es evidente que Delfina Gómez está al frente de la SEP, tan solo para servir de pantalla al presidente, porque, como funcionaria en el rubro que le corresponde, no ha demostrado nada, tan solo que puede ser tan demagógica, mentirosa y ladrona como sus colegas del gobierno.
Estaría bien que la maestra Delfina volviera a las aulas y se dedicara a su profesión y promoviera la educación, y que lo hiciera en la cárcel, estaría bien que reconociera que ha arrebatado a sus trabajadores el producto de su esfuerzo, estaría bien que pensara, como tal vez pensó en su juventud al elegir carrera, que la educación era su vocación y que el verdadero poder radica en la capacidad que tenemos de influenciar de forma positiva en las vidas de nuestros alumnos, estaría bien que pensara en trascender como educadora, como maestra, como formadora y no como una promotora del desastre que significa hoy por hoy, la educación pública en México y no en trascender como una ladrona que abusó del poder para ascender políticamente.
¿Qué pensarían de todo esto Justo Sierra, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet o Agustín Yáñez?