La literatura internacional en educación comparada que estudia reformas educativas registra más fracasos que éxitos en países que han intentado cambios en las últimas décadas. Buena parte de las elucubraciones teóricas se dedican a esclarecer a qué se deben esas fallas. Abundan las explicaciones y todas ofrecen elementos clave.
En La crisis mundial en la educación: perspectivas actuales (Madrid: Santillana, 1984), Philip H. Coombs aventuró un elemento novedoso: que los políticos venden expectativas altas y es poco lo que pueden ofrecer en tiempo breve. Hay una especie de ansiedad por ver resultados prontos y contundentes. Además, siempre hay distancias considerables entre el diseño programático y la práctica.
Algo parecido sucede con la Reforma Educativa del gobierno de Enrique Peña Nieto. La propuesta en el Pacto por México y las vueltas de tuerca, como el apresamiento de Elba Esther Gordillo y la reconquista del IEEPO en Oaxaca, sembraron expectativas sociales de “ahora sí”, “hoy los cambios sí van a darse”.
Pero la persistencia cultural es más poderosa de lo que pudiera pensarse. En algunos campos la innovación puede verse como un riesgo, más que un avance. Tal vez esto es lo que calibraron las autoridades educativas para el nuevo modelo educativo de la educación básica y no quieren apostar alto.
Si mis informes son correctos, ese modelo será una involución, no un salto hacia adelante. Una de las recomendaciones principales de los Foros de Consulta Nacional para la Revisión Modelo Educativo, que la SEP organizó en 2014, fue el establecimiento de un currículum integrado. Pero uno de los referentes fundamentales del proyecto que se dará a conocer este mes es por asignaturas, metas de aprendizaje e indicadores. No cumple con las expectativas que se manifestaron en los foros. Nada de pensamiento divergente.
Además, para guiar los cambios en la práctica cotidiana, la SEP comete gazapos que le restan credibilidad, aun entre los directores de escuela que quieren hacer bien sus tareas. Por ejemplo, el pasado 24 de junio, el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, anunció que el escalafón había muerto. Sin embargo, el 9 de julio llegó a las escuelas de educación básica una circular en la que se les pedía a los directores que elaboraran las fichas escalafonarias de su personal. Una de mis estudiantes se encontraba en la dirección de una escuela cuando eso sucedió; la expresión del director fue contundente: “Esto es por si lo de la dichosa evaluación no funciona”.
Ella también observó que el cierre de este curso escolar fue caótico para los directores. Aunado a los tradicionales festejos, la espera de contraseñas y usuarios para subir el informe de cumplimiento de responsabilidades profesionales de los maestros que resultaron sorteados para la evaluación del desempeño docente, los directores enfrentaron: 1) la rectificación de la fecha para subir evidencias a la plataforma, misma que se modificó tres veces en menos de un mes (del 3 de julio, pasó al 15 de julio y luego al 15 de agosto); 2) el llenado del paquete de los créditos escalafonarios; 3) la espera de las boletas de calificaciones que debían entregarse a los padres de familia y que muchas nunca llegaron, debido a una falla en el sistema, y 4) el desfase en la entrega de las tabletas para los alumnos de quinto grado. Estos fueron sólo algunos de los percances de fin de cursos. Su análisis: todo esto sucede en época de cambios. No hay que olvidar la frase de que se predica con el ejemplo, así es que sería bueno que nuestras autoridades revisaran los mensajes que están enviando con tanta falla y equivocación.
La Reforma Educativa es necesaria. El gobierno de Peña Nieto ha dado pasos fundamentales para lograr cambios, pero los descuidos en las formas y los yerros le resta credibilidad para profundizar. Para acabarla de amolar, la SEP depende del SNTE para llegar a las escuelas. La estructura de supervisión y dirección de escuelas pertenecen al sindicato. En la vida práctica esas estructuras tienen la rectoría de la educación. Pero la voz de los gobernantes sembró la expectativa de que se quiere recuperar esa rectoría. Y, la verdad, está lejos de alcanzarla.
Tan mal está la educación en México que la sociedad está ansiosa por ver mejoras. Pero éstas tardan en llegar y más se atrasarán por las fallas.
RETAZOS
Parece que el secretario Chuayffet ya salió del mal trance en su salud. Le deseo pronta recuperación.