Así como a los historiadores les interesa el ejercicio o la “biografía” del poder, a los analistas de políticas nos llama la atención los modelos de decisión.
¿Qué explica que tal o cual actor político o agente escolar actúe de determinada manera? ¿Qué variables intervienen en la toma de decisiones? ¿Qué factores son controlables para el decisor, cuáles no y por qué? ¿Podría alcanzar la política educativa mayor efectividad al anticiparnos a la acción —o reacción— de otros agentes de decisión educativa?
Responder a estas preguntas contribuye a comprender mejor la manera en cómo la sociedad y el gobierno funcionan para enfrentar algún problema social. Hacer mención de las características del decisor es interesante, pero al centrarnos en su racionalidad se enriquece el análisis de políticas.
Con este objetivo en mente, revisé el libro Decisiones difíciles de Felipe Calderón, ex presidente de México (Debate, 2020, pp. 518). Para el mandatario que ocupó la presidencia de 2006 a 2012, por muy alto que sea el puesto, hay que enfrentarse a “la opción del mal menor”. La tarea de gobernar, dice, no es fácil. Hay que actuar en “condiciones de incertidumbre” y en “cuestión de minutos”, decidir sobre asuntos complejos “sin tener toda la información”. Ahí, uno puede “flaquear”, según Calderón, pero para salir del paso, hay que “sujetarse con firmeza a los principios y valores que se poseen, y decidir”.
¿Son los “principios” de un presidente los mejores referentes para tomar una decisión óptima? ¿A qué “valores” se refiere exactamente? La educación durante el sexenio de Felipe Calderón no fue una prioridad. En “honor a la verdad”, el ex presidente, confiesa haber buscado el apoyo de la maestra Elba Esther Gordillo para lograr la reforma del Sistema de Pensiones para los Servidores Públicos. La moneda de cambio fue la educación. ¿Qué “principio” es éste que sacrifica el aprendizaje de la niñez por cambiar reglas laborales?
Curioso resulta leer que el mandatario que se dijo “determinado” a enfrentar al crimen organizado, también diga que “no tenía margen de maniobra para romper con el SNTE”, que ese pacto corporativo con la maestra, era parte del “legado” del gobierno de Vicente Fox. Por eso, Calderón decidió “seguir negociando” con Elba Esther Gordillo y tener así una “estrategia de colaboración”. El pacto neo corporativo originado por el PRI quedó sellado con el segundo sexenio panista. ¿Lecciones?
Anteponer la viabilidad financiera al desarrollo educativo salió caro. El balance durante ese sexenio es negativo (exceptuando la reforma de la educación media superior y algunos programas como el de mejora del logro educativo). La Alianza por la Calidad de la Educación, por ejemplo, benefició en mayor grado al SNTE que a los estudiantes. No es verdad que las plazas federales se “dejaron de heredar o vender” ni que hayan “fortalecido” la prueba Enlace, al contrario, la pervirtieron al ligarla con los estímulos económicos. Malas decisiones pueden derivar en políticas contrarias al interés público y en derrotas futuras.