“La evaluación es esencial en la educación, es inherente a la misma en cuanto es concebida como problematización, cuestionamiento y reflexión sobre las acciones que se llevan a cabo en el proceso de enseñanza- aprendizaje; sirve para identificar los aciertos y los errores, para modificar o cambiar los procesos, para agregar o eliminar: es una retroalimentación”, señaló Carlos Huerta Contreras, profesor del Distrito Federal durante el foro de consulta de Modelo Educativo, realizado en la ciudad de México.
En su participación, advirtió que “debería haber un sistema de evaluación que no fuera otra cosa que la medición y avance de la productividad medida en base a los resultados e impactos directos en la población, en donde pudiera haber retroalimentación, comunicación bidireccional vertical para poder comunicar problemas de abajo hacia arriba y viceversa (jefe-empleado), que provocara una mejora continua; en donde se generara un ambiente de ambición y aprendizaje colectivos, que hiciera que todos los participantes estuviésemos involucrados, sabiendo el porqué, para qué y cómo.”
Igualmente, abundó en la idea de que “la aplicación de los planes de estudio corresponde a los docentes para la obtención de un perfil de egreso que incluye los conocimientos por alguien esperados, la mayoría de las veces realizado como consecuencia de una orden directa del jefe y sin saber para qué y por qué, intuyendo lo que no debería ser (por experiencia) y lo que por fin se tomó en cuenta (también por experiencia), en cada cambio de administración y en consecuencia el nuevo plan de estudios.”
Pero esto parece complicado, finalizó, “esa idea de retroalimentarse (que es una de las razones de la evaluación) requiere de una logística, de un método, de una filosofía, de un por qué; y todo esto ya ha sido probado por una organización internacional con la que el Estado mexicano tiene convenios, me refiero a la OIT y a su sistema de medición y avance de la productividad”.
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