El miércoles 8, el secretario de Educación Pública,Aurelio Nuño, compareció ante la Comisión de Educación Pública y Servicios Educativos de la Cámara de Diputados. Estos ritos ya no son como antaño, foros para el lucimiento de altos funcionarios; hasta parecía que iban de día de campo. Hoy, hay altercados —y hasta diatribas— que les quitan lo aburrido, incluso, parece que nos acercamos a un régimen de debate parlamentario civilizado.
El secretario Nuño mostró el rostro amable de la Reforma Educativa, los trabajos de la SEP en la reconstrucción y los avances en diversas áreas. Su lema: “La corrupción, delincuencia y violencia se combaten con educación de calidad”. No abundó en cifras, centró su pieza en dos asuntos clave: el derecho a la educación de los niños y la profesionalización de los maestros. En cada uno tuvo respuesta de los grupos opositores.
Nuño conjugó el derecho a la educación con la recuperación de la rectoría de la educación por parte del Estado. Me extraña que ninguno de los diputados haya litigado este punto. Si bien el gobierno redujo el poder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, empuja a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación a territorios cada vez más reducidos y limita a los gobernadores, buena parte del gobierno de la educación básica continúa en manos de fieles del SNTE, en especial en los sistemas estatales. Pero los legisladores dieron por bueno el argumento del secretario.
El asunto del magisterio proporcionó combustible para la parte más rica de los debates. El secretario Nuño mencionó que antes de la Reforma Educativa se estilaba comprar y heredar las plazas o que las influencias contaban más que el esfuerzo para ser director de escuela o supervisor. Hoy, el mérito es el criterio principal para ingreso y promoción.
La excandidata por Morena a gobernadora del Estado de México, Delfina Gómez, ventiló que: “Los docentes fueron estigmatizados como responsables de los problemas educativos, y consideró que su aplicación sólo sirvió para evaluar, no para mejorar la calidad de la educación” (La Jornada, 9/11/17). Ella y otros legisladores postularon que los maestros son víctimas de la reforma, que el gobierno quiere controlarlos.
El secretario respondió que “la reforma y el nuevo modelo educativo no tienen como objetivo controlar políticamente a los maestros, se hicieron para liberarlos del control clientelar al que estaban sometidos… hoy son más libres que nunca”.
Los docentes no son libres —la afiliación al SNTE todavía es obligatoria y nadie los consulta para ver si quieren que se les descuente el uno por ciento de su salario base para cuota sindical. Pero tienen menos ataduras que en el pasado.
A la maestra Delfina le fallaron los cálculos. Según El Universal (9/11/17) expresó (En): “mis 30 años que estuve con carrera magisterial fui evaluada cada año en mi perfil profesional. Entonces, eso sí, yo lo aclaro porque sería denostar a los maestros que con mucho esfuerzo lograron un puesto”. Hace 30 años, en el Estado de México, el ingreso a la docencia sólo requería concluir la normal. Así que no era mucho esfuerzo. La carrera magisterial sólo duró 21 años. Además, el SNTE la usaba para recompensar o castigar a los maestros; ¡ése sí era un mecanismo de control!
Hubo otras impugnaciones —la diputada Aceves Pastrana, de Morena, hasta acusó al secretario de mentiroso— y las respuestas respectivas. ¡Qué bien que haya debates! Si bien no alcanzamos aún procedimientos democráticos y republicanos, las comparecencias de los secretarios de Estado ante los legisladores ya no son actos de servilismo. Hay que exigir a los funcionarios que rindan cuentas con más claridad y a los legisladores que hagan preguntas inteligentes.