En alguno de esos eventos en los que el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, difunde su imagen y pensamiento, expresó:
“la derecha radical busca recuperar privilegios perdidos y sobreponer intereses particulares al bien común, y la izquierda radical busca destruir lo que tanto trabajo ha costado construir como nación. Es necesario un enorme esfuerzo del gobierno, partidos, organizaciones ciudadanas y medios de comunicación, para fomentar los valores democráticos, la participación y la política activa, con una nueva pedagogía para avanzar a la democracia de calidad que permita a la ciudadanía sentirse incluida en los terrenos económico y social” (Educación Futura, 19/10/16).
Esto, después de asegurar que hoy se enfrentan ataques populistas y demagogos de caudillos que ven con malos ojos al gobierno de su jefe, Peña Nieto.
La verdad de las cosas, es que no sé si sea consciente este funcionario público de lo que significan cada una de los conceptos expresados y, mucho menos, tengo certeza sobre el referente que habrá utilizado para darle claridad a los mismos. Y es que mire usted, sin entrar de lleno a un análisis profundo sobre lo que entendemos por populismo y demagogia, referiré que el primero se concibe como la forma mediante la cual se busca “defender” los intereses y aspiraciones del pueblo, mientras que la segunda, se relaciona con la forma a través de la cual se hacen múltiples promesas para convencer a las personas con la intención de obtener ciertas simpatías políticas que redunden en un triunfo en las urnas. Definiciones básicas, que cualquier estudiante de la Ciencia Política, está obligado a reflexionar con la lectura de varios textos.
Dicho lo anterior, y si analiza con detenimiento las palabras del Secretario, es que me pregunto: ¿éstas no contienen un sesgo populista y demagógico? Desde luego. Es parte de su quehacer político porque, de no hacerlo, en absoluto sería un político y, mucho menos, ocuparía un cargo público.
Tal parece que no aprendió la lección que le ofreció la visita que realizó en meses pasados el Presidente Peña Nieto a Canadá. Su homólogo, Barack Obama, dio un claro ejemplo sobre la interpretación de lo que ambas palabras significan y bueno, desde mi perspectiva, con declaraciones como las que hizo el miércoles pasado, Nuño viene enterrando sus aspiraciones políticas y electoreras rumbo al 2018.
Analicemos los hechos. Cierto es que la intención de hacer este tipo de pronunciamientos, tiene como finalidad – valga la redundancia –, establecer un pleito con algunos políticos que integran los partidos de derecha (Acción Nacional) y de izquierda (Revolución Democrática y Morena) pero, también es cierto, que tal decisión, le ha mermado puntos, como decía, rumbo a su “carrera presidencial”. Para nadie es desconocido que goza de la total simpatía y confianza de su jefe, y a través de sus acciones, busca llamar los reflectores de los medios de comunicación, nacionales e internacionales. Sin embargo, algo es claro: los mexicanos ya no nos chupamos el dedo y no nos dejamos llevar por lo que diga cualquier político pendenciero.
Los medios de comunicación han jugado y juegan un papel importante en este asunto pero, también, las acciones que el mismo Secretario ha impulsado. ¿Cree usted que con la implementación de la mal llamada reforma educativa se ha ganado la simpatía del magisterio?, ¿cree usted que la sociedad lo ve como un funcionario preocupado y ocupado por la educación de sus hijos? Las cifras, datos y sondeos que han hecho varias casas encuestadoras sobre la percepción que tienen la sociedad en varios rubros, ahí están, y han reprobado al gobierno de Peña Nieto. Pero, si hablamos de aquellas que arrojan información sobre el proceso electoral que se avecina, la cosa se complica aún más, porque de manera concreta, no colocan a Nuño, como un candidato fuerte para la Presidencia de la República.
No obstante lo anterior, resulta interesante observar cómo desde Los Pinos, se ha venido configurando una estrategia con la intención de posicionar a este funcionario en el escenario político. Vaya, los eventos en los que éste y el propio Presidente han participado, así lo confirman, aunque: ¿no se supone que la educación de millones y millones de mexicanos es una prioridad para su gobierno?, ¿no es ésta la finalidad de la Secretaría de Educación Pública? Si las cosas no están tan bien que digamos en el ámbito educativo, ¿por qué insistir en que la culpa de todo la tienen los partidos políticos?, ¿acaso no se dará cuenta que el partido de su jefe se desvanece cada vez que éste aparece en público?
Como usted podrá darse cuenta, son varias las ideas que surgen sobre este asunto. Sí, nada educativas, pero que tienen un gran impacto en este terreno, motivo por el cual, me permito afirmar y reafirmar que la educación en México se encuentra politizada, sin rumbo y sentido, aunque los discursos populistas y demagógicos de quien ocupa uno de los lugares más prestigiados en México (en la SEP), digan lo contrario.
La objetividad es necesaria, y ésta se logra con el cumplimiento de las acciones encomendadas por el Estado Mexicano a través de su ordenamiento legal: la Constitución; y, si bien es cierto que quien despacha en la calle de República de Argentina ha logrado “implementar” una de ellas, mal llamada por cierto, los males que aquejan al Sistema existen, y perdurarán por más tiempo en la medida en la que los gobiernos estatales no hagan su chamba y, en tanto los programas educativos, como el de tutorías o capacitación al magisterio, no acaben de cuajar en el medio.
El discurso es bonito. Vaya, es una forma a través de la cual se ganan adeptos pero, sin contenido ni sustancia y, mucho menos sin conocimiento de causa, se convierte en eso: un discurso bonito pero sin fundamentos.
Esperemos que en lo sucesivo, como este mismo Secretario lo plantea, se debata ampliamente sobre los grandes problemas nacionales que enfrenta el sector. Ojalá que dicho diálogo, no sea únicamente con sus subordinados, como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en voz de su dirigente. Sino con todos los maestros de México. Eso es vivir en democracia o… ¿me equivoco? Tiempo al tiempo.