Jesús Andriano*
En el panorama educativo, los docentes continuamos en el foco de atención de la sociedad, la política nacional plantea un posicionamiento diferente con respecto al futuro educativo de las nuevas generaciones por lo menos en los próximos seis años, los principios de una educación inclusiva, universal, gratuita y laica de la educación así como el enfoque de derechos humanos, la perspectiva de género y la interculturalidad, se convierten en el propósito de la política educativa actual; sin embargo, es de reconocer que no sólo los docentes se encuentran en el discurso social, el marco de regulación del Sistema Educativo Nacional es un tema de conversación en diferentes escenarios, en el que se cuestiona el acontecer de la educación, las necesidades de infraestructura física y humana en las escuelas, así como el desarrollo de un modelo educativo acorde a las prioridades de los educandos, generaciones pasan, episodios históricos se desarrollan, reformas educativas se plantean y el objetivo de tener a los mejores docentes continúa como la principal tarea para mejorar la educación.
Antes de la reforma educativa del 2013, en el gremio magisterial no se discutía sobre la posibilidad de evaluar a un docente para obtener una plaza o cuestionar la permanencia laboral en el sistema educativo; conseguir una plaza se formalizaba por diferentes instancias, y por lo tanto se consideraba un logro laboral con beneficios vitalicios; ante la coyuntura que se generó con dicha reforma, la contratación, promoción, permanencia y reconocimiento al servicio docente, se convirtió en una ruta caótica llena de aventuras adversas en el horizonte de una política de incertidumbre, que enfatizó la necesidad de una reforma que respondiera a mejorar la calidad educativa, asumiendo que el mal de la educación se encontraba en el desempeño de los profesores.
La reforma peñista contribuyó al imaginario de que cualquier profesionista pudiera ser docente, asumiendo la idea que la docencia es una tarea asequible de representar.
Ni cualquiera puede ser docente, ni ser docente es una acción que todo profesionista puede o desea hacer, convertirse en docente es un largo proceso de continuo aprendizaje donde la inserción al campo laboral se manifiesta desde un sentido social; si bien la práctica hace al maestro y cobra sentido pedagógico en el aula, son los propósitos educativos intencionados los que contribuyen a la tarea de educar y es la formación inicial que se brinda en la escuela normal la que favorece a la conformación del modelo docente, que con el paso del tiempo se fortalece en una trayectoria laboral.
En el Diario Oficial de la Federación el pasado 15 de mayo se emitió el decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones a los artículos 3, 31 y 73 de la Constitución en materia educativa, con ello cualquier tipo de evaluación docente desaparece y se inicia un nueva ruta ahora llamada proceso de admisión al servicio docente, en el que se solicita al aspirante comprobar el haber acreditado estudios mínimos de licenciatura, a través de un título, cédula profesional o acta de examen profesional; contar con los conocimientos necesarios para el aprendizaje y desarrollo integral de los educandos, acreditar el curso integral de consolidación de habilidades docentes y presentar un breve ensayo sobre la mejora continua de la educación o una propuesta de planeación didáctica de clase.
La política cambia, las reglas se transforman y la forma de poder acceder a tener una plaza docente puede asociarse al cumplimiento de ciertos requisitos de orden académico, un promedio adquirido en la licenciatura, la obtención de un título profesional y la elaboración de un ensayo o plan de trabajo, no garantizan la idoneidad en un campo laboral, ni mucho menos son una evidencia para demostrar cierto nivel de habilidades para el desempeño profesional. Si consideramos que los requerimientos solicitados son sinónimo de distinción entre quienes un buen docente y mal docente, estaríamos contribuyendo a los principios de exclusión social en la que se puede analizar y entender que como proceso multidimensional, se tiende a menudo a acumular, combinar y separar, tanto a individuos como a colectivos, de una serie de derechos sociales tales como el trabajo, la educación, la salud, la cultura, la economía y la política, a los que otros colectivos sí tienen acceso y posibilidad de disfrute.
Ante dicha iniciativa las posibilidades para obtener una plaza docente, se atribuyen a la trayectoria académica del aspirante asociando su desempeño como estudiante, al trabajo académico de la institución en la que fue formado.
La SEP en su momento anunció que se tratan de reglas de carácter temporal para los procesos de admisión, y que cambiarán una vez que se tengan las leyes secundarias, habrá que esperar para conocer las nuevas reglas de juego, y cuestionarse sobre la posibilidad de seleccionar a los mejores docentes de acuerdo a las necesidades de la política sexenal o las prioridades educativas del contexto, mientras tanto al eliminarse la evaluación, surge la benevolencia como perspectiva de que dicha reforma no sea solo un ajuste técnico a lo ya realizado.
*Profesor investigador de la Escuela Normal de Tecámac. Colaborador de Voces Normalistas. Miembro de la RED RECREA.