El 15 de mayo en México se celebra el día del maestro. Aquellos y aquellas profesionales que día a día se enfrentan a la tarea del aprendizaje ajeno. Los mensajes, publicaciones, referencias y recordatorios en redes sociales se masifican girando en torno a este hecho de celebración para alivio de la vanidad de unos y sonrojo de la timidez de otros.
La docencia como tarea es infinita igual que El libro de Arena del relato de Jorge Luis Borges. Como la obra, en la docencia si buscas el inicio fracasas del mismo modo que si buscas el final. Porque la docencia es inconclusa, pero también carece de principio.
Por eso, quienes se dedican a ella con pasión, convicción e ilusión son unos monstruos que confían en la existencia de un lugar mejor, pero desconocen dónde y cuándo. Si el tiempo es infinito y el espacio también, la docencia pretenciosa no podrá situar el punto de perfeccionamiento óptimo. Mucho menos los científicos, técnicos y/o artistas de la educación. Todos ellos, los docentes no podrán poseer la respuesta a la pregunta, porque no hay pregunta inmóvil.
Las preguntas actuales para los y las docentes México pueden ser: ¿Cómo mejora y mejorará la Reforma Educativa la educación en las prácticas docentes? ¿Pero la mejorará o lo contrario? ¿Para qué sirve la evaluación y dónde está la verdadera profesionalización del magisterio? Y tantas otras…escuelas normales, síndrome de la titulitis, corruptelas y sindicalismos, OCDE e informes internacionales,…
Mientras tanto maestros sin maestría, maestras de pueblo, maestros de corazón y maestras de intelecto, en definitiva maestros y maestras que persisten en la docencia por la dignidad de ser una humanidad de primera división dan sentido a este día y a esta noble labor.
Y de seguir así, sólo queda la última frase de Borges en el relato de El libro de Arena: «Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle México».
Francisco J. Lozano
Psicopedagogo – @epedagogo
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