Miguel Ángel Pérez Reynoso
Tenemos un problema muy grave en la formación cívica y ética que ofrece la escuela pública mexicana. Miles o tal vez millones de mexicanas y mexicanos no creen en las instituciones y en legitimidad en la que descansan.
La civilidad, la educación cívica, la formación ciudadana es una serie de estrategias, nociones, representaciones y propuestas pensadas para vivir y relacionarlos de la mejor manera. Pero en los hechos no es así. La alternancia política que en los hechos cambió el rumbo en este país desde el año 2018 con el triunfo electoral de la llamada 4 T, dicho hecho ha servido para generar una serie de fundamentalismos inéditos. La voluntad ciudadana votó mayoritariamente por el cambio, pero las minorías que se resisten y se aferran a mantener el estilo de vida y las costumbres que provienen de un pasado que garantizaba mayor estabilidad y tranquilidad, han dado a luz un profundo espíritu de intolerancia y de beligerancia a favor de algo que no se sabe muy bien qué es.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha tenido enconos y confrontaciones con cuando menos 10 gobernadores que no son afines a su postura política – ideológica, a ello se suma la agrupación de empresarios que se sienten afectados por sus intereses de clase y los miles de privilegios de que gozaban, los expresidentes ven la amenaza del peligro de ser enjuiciados y por lo tanto por primera vez en este país, un ex primer mandatario puede pisar una cárcel pública.
Pero el problema no está ahí, el problema cívico – pedagógico es que no hemos logrado a arribar a construir un método que nos permita la sana convivencia aun en las diferencias, que el respeto, la democracia y la pluralidad sean valores sobre los cuales se finque la convivencia de todos los días, en los hogares y fuera de ellos; que se hable menos y se practiquen ocho mas en la vida de todas alas días.
México es un país profundamente diverso, las asimetrías geográficas culturales, árnicas y por ultimo de estatus económico, ha servido de pretexto para discriminar, segregar, excluir. Hoy vivimos tiempos de consultas, de participación política y ciudadana en donde se pone en juego que tan cívicos somos y por lo tanto que tan civilizados demostramos saber serlo en la contienda política real.
Las escuelas deberán cambiar su dispositivo de formación, desde la educación básica, media, hasta llegar a la educación superior; en dichos niveles, se coloca la semilla que servirá para dar lugar al tipo de personas y de ciudadanos que serán las mexicanas y los mexicanos años después.
¿Cómo hacerle? Es importante trabajar más con simuladores sociales, desafíos morales (tipo como lo proponía Kohlberg), casos de la vida real que se pongan a discusión en las aulas, y que, a través del debate y de la discusión colectiva, no se busquen soluciones únicas, sino que se dilucide sobre los diversos caminos y los más adecuados, junto con sus implicaciones sociales y pedagógicas que eso tiene.
También la experiencia reciente ha servido para hacer evidente que hay mucho atraso político en este país, los diversos grupos y sectores sociales presumen tener la razón, (su razón) y descalifican las razones y los argumentos que provienen de quienes piensan diferente a ellos y ellas.
Vivimos en una sociedad compleja y de constante cambio, las ideas vigentes que hegemonizaban las sociedades de otra época han quedado desplazadas, los nuevos paradigmas sociales tienen una corta vigencia en la sociedad. En ello urge aprender a convivir en el presente, reconocer como punto de partida, los deberes y los compromisos propios, para poder reconocer los derechos y las posibilidades de todos los demás, de todo lo que no somos nosotros y en ello la escuela y el trabajo de las y los docentes es un espacio privilegiado para lograrlo.