Actualmente, cuando nos enteramos por medio de los reportes y evaluaciones del estado de la educación de México, nos indignamos y lamentamos. Es legítimo estar inconforme con lo que ocurre en las escuelas y universidades del país; sobre todo, después de escuchar los discursos oficiales. Pero ese sentimiento de inconformidad hace algunos años no tenía un respaldo tan sólido. Con el sistema de partido hegemónico, no había necesidad de tener datos y mucho menos difundir información veraz sobre la calidad educativa. El Ejecutivo podría inventar realidades sin mucha oposición y cuando había resistencias, era relativamente fácil subestimar al disidente, cooptarlo u ocultar información sin mayores quejas. Pese a ello, es importante reconocer que en el sector educativo siempre hubo, por fortuna, esfuerzos ejemplares de independencia frente al veto del poderoso, del mandamás.
Aun cuando sigue habiendo quienes se creen dueños del espacio educativo y proscriben a quienes los contradicen, la acción independiente y el esfuerzo por dar a conocer datos de la realidad educativa de manera oportuna y veraz son cada vez más amplios. Esto va aparejado con una opinión pública más exigente, con la aparición de variadas fuentes de información y con un mejor y más fácil acceso a ellas. En este sentido, habría que darle la bienvenida al Panorama Educativo de México. Indicadores del Sistema Educativo Nacional 2013 del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2014).
Desde el primer Panorama (2004), se advertía que tal publicación iba a enriquecer el debate público sobre la educación. Primero, porque no se trataba de dar a conocer indicadores por mera moda, capricho o lucimiento personal. Cada referente numérico trataba de revelar algún componente de la noción de calidad que los especialistas y el INEE habían construido. El número entonces tenía sentido en función de una base conceptual. Medir es relativamente fácil, hacerlo con un referente normativo —como ahora será el derecho a la educación de calidad— ya no tanto y el equipo de indicadores del INEE ha enfrentado con inteligencia este reto.
Desde ese primerPanorama (2004) también se reconocía que había dimensiones del proceso educativo que eran más difíciles de capturar en un referente numérico. ¿Cuál es el proceso pedagógico más eficiente para la mayoría de niñas, niños y jóvenes? ¿Qué impacto tiene la escolaridad en la calidad de vida de los individuos más allá de la tasa de empleo o nivel de ingreso? ¿Para qué grupo de personas la educación es más pertinente? Estos retos no cesan.
En este nuevo Panorama (2014) se sostiene la necesidad de enriquecer los apartados de “Agentes y recursos” y “Procesos y gestión”, pero a diferencia de hace diez años, ahora se tienen mayores probabilidades de avanzar debido a los ejercicios de evaluación como el que se derivó del actual Servicio Profesional Docente (SPD) o el de la realización del Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial (Cemabe). Si alguna ventaja tiene la actual reforma educativa es precisamente generar nueva información sobre el estado de la educación de México. Con ello, la crítica pública al gobierno y al Estado estará mejor fundamentada.
Es difícil presentar en un espacio como éste información contenida en 452 páginas; sin embargo, bajo la idea de incentivar la discusión, quisiera comentar algunos datos del Panorama 2013 que nos hacen repensar cómo lograr el derecho a una educación de calidad.
Si los cinco primeros años de vida son clave para nuestro desarrollo futuro, mucho nos debería preocupar la calidad de la preescolar comunitaria. Según el INEE, el porcentaje de niños del tercer grado de esta opción educativa que poseen un dominio “insuficiente” en pensamiento matemático casi no ha variado de 2007 a 2011. 22 de cada 100 niños de la preescolar comunitaria están en esta grave situación mientras que sus contrapartes de las escuelas públicas ubicadas en zonas urbanas representaban alrededor de ocho por ciento. Con este dato en mente, uno puede buscar y encontrar en el Panorama datos adicionales para delinear algunas hipótesis o explicaciones de esta injustificada situación. Llama la atención, por ejemplo, que 10 por ciento de los niños de los cursos comunitarios vive en hogares donde la mayor parte del tiempo se habla una lengua indígena, los docentes de estas escuelas son jóvenes egresados de secundaria o bachillerato que reciben cursos de capacitación, se les otorga una beca por 30 ó 60 meses para continuar sus estudios y viven, al ser instructores, bajo el auspicio de la comunidad. ¿Qué habrá que cambiar de estas condiciones para sacar a las niñas y niños de los niveles insuficientes de aprovechamiento académico? ¿Cuál será el papel que deberá desempeñar el legislador, activista, maestro, servidor público, presidente municipal investigador o periodista para revertir esta injusta situación?
Frente a los cuestionamiento que sostienen que los indicadores del INEE, y en específico, el Panorama, poco sirven para reorientar las políticas educativas, habría que aclarar que no es el dato numérico el que cambia la realidad, sino su inteligente e imaginativo uso por medio de las libertades de expresión y crítica que provee la democracia.
Publicado en Campus milenio