El pequeño mono me mira…
¡Quisiera decirme algo
que se le olvida!
José Juan Tablada
Miguel Ángel Rodríguez
Leo con fruición la rebeldía fesibuqera de Alberto Arnaut, que en esta ocasión nos alerta sobre la ideología evolucionista, darwinista de José Antonio Meade y escribe:
“El candidato presidencial José Antonio Meade defiende y equipara la evaluación de las maestras y maestros a “un proceso darwiniano de selección natural”. Los docentes que “no evolucionen” o que “no se sometan” -agrega- se “irán quedando fuera conforme a la ley”. No dijo cuál ley. Tal vez Mead estaba pensando la Ley de Herodes o en la Ley General del Servicio Profesional Docente. Da lo mismo. Ambas son igualmente darwinianas.
Mientras tanto, en otro proceso de evaluación, todo parece indicar que el propio Meade, será reprobado y -para usar sus mismos términos- también se quedará fuera. O para decirlo en la nueva jerga educativa: Meade resultará “no idóneo” o “insuficiente”, entre otras muchísimas razones, por defender una evaluación darwiniana que su coordinador de campaña, Aurelio Nuño, intentó imponer al magisterio a sangre y fuego…
Además, al igual que lo hizo Nuño cuando era titular de la SEP, Meade ofreció diálogo al SNTE y a la CNTE. Pero el diálogo sería sobre cualquier cosa menos sobre el marco jurídico darwinista que insiste en defender. En otras palabras: habrá diálogo con las maestras y maestros, pero no sobre la Ley que los ha humillado y que arrasó con sus derechos y su estabilidad laboral…
Así cómo…”
Es el Foro 10 por la educación que promueve Mexicanos Primero A.C. y un grupo de asociaciones civiles -me cuesta llamarlas de esa manera- vinculadas con el presupuesto educativo sexenal. Son preguntas que por el tono y la generalidad resultan muy cómodas para salirse por peteneras y hasta para hacer florituras grandilocuentes.
No vi a los representantes de la sociedad civil preguntando por las condiciones de vida de los niños indígenas y afrodescendientes de México, ni por las venta y tráfico de plazas docentes en los estados de todos el país, ni de las escuelas incompletas, ni del millón cien mil estudiantes que abandonan la escuela anualmente por hambre, ni de evaluar a las burocracias educativas de los estados y la federación y, mucho menos, de la Estafa Maestra, recientemente galardonada con el premio José Ortega y Gasset 2018 a la mejor investigación periodística.
¿No es raro, por decir lo menos, que Mexicanos Primero, del mismo empresario que Mexicanos por la corrupción A. C- una de las empresas galardonada por destapar una cloaca de más de 7 mil millones de pesos del presupuesto público- hubiera desaprovechado la oportunidad de interrogar al candidato por su participación en el mega fraude que involucró a universidades y tecnológicos públicos? Arribo a una temprana conclusión, el Foro 10 por la Educación era un anzuelo envenenado para pescar al Peje.
Sin saber aún a dónde conducen los puntos suspensivos de Alberto Arnaut, decido seguir la pregunta sobre ¿cuál ley? es la que fundamenta las aseveraciones de Meade en torno a las evaluaciones de los profesores y los estudiantes mexicanos.
¿Cuál ley? -se pregunta Arnaut. Y se responde sembrando un campo fértil para la reflexión humanista. Nos dice en pocas líneas que la reforma educativa de Nuño y de Meade necesita de un “marco jurídico darwinista” que funcione a través de una “evaluación darwinista”. Nada más claro. Los fuertes viven los débiles mueren. Ni hay nada ni nadie que pueda evitar ese destino fatal. Me concentro en la tesis biologista de Meade.
Nadie debe olvidar que la mayoría de las guerras de la humanidad llevaban el escudo de la ley darwinista en las banderas de guerra. Es el credo que, llevado al extremo, cree devotamente en la supremacía de la “sangre” y de la “raza”. Esos fueron, para la amargura existencial de Martin Heidegger, quien por un momento imaginó ser el pensador del nuevo Estado alemán, los verdaderos fundamentos del genocida holocausto nazi del siglo XX, fundamentos que no eran filosóficos sino pretendidamente científicos.
La ley natural, que justifica la existencia de un orden natural necesariamente injusto, inamovible y eterno, es el fundamento de la filosofía política más inhumana y excluyente del planeta. Son los cimientos del estado de excepción y la nuda vida.
La ley de vida y muerte debe cumplirse fatalmente, tal y como se cumple la ley de la riqueza y de la pobreza descubierta por el premio Noble de economía, Joseph Stiglitz: “el 90% de los que nacen pobres, mueren pobres por inteligentes y trabajadores que sean y el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, por idiotas y haraganes que sean. Por ello, deducimos que “el mérito” no tiene ningún valor.”
Y uno se queda fijo en la conclusión del economista: el mérito no tiene ningún valor. O sea que vivimos en medio de la más cruel y darwinista ley natural, porque sin importar cuánta voluntad inviertas en la autoafirmación, en tus posibilidades de ser, de todas maneras estás condenado a no ser, a no poder ser más que otro ladrillo en la pared (another brick on the wall). Un mundo de humanos desechables, entrenados para no sentir la necesidd de ser, domesticados hasta besar la mano de quien los azota.
Y uno puede ver a cabalidad cómo la ley darwinista del sistema económico se cumple en el México de nuestros niños en llamas. Y no la develó un orate trasnochado como yo sino el prestigiado y empresarial Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
El reporte de investigación El México del 2018 destinado a estudiar la movilidad social para el bienestar, concluye: “La situación de la movilidad social en Mexico se resume de la siguiente manera: quienes nacen pobres se quedan pobres y quienes nacen ricos se quedan ricos”.
La ley natural funciona en favor de los menos, de los cada vez más grandes y fuertes, contra los cada vez más pequeños y débiles, es una ley natural vigente en nuestro país.
¿Qué imagen representar con esas frías estadísticas?
El retrato es un mundo cerrado, sin espacios para el claro, una aldea global escolástica, ordenada de acuerdo a un orden natural, donde la riqueza y la pobreza están atadas a un destino divino: la ley natural. Un fundamento que escribe el destino de los mexicanos desde hace más de 30 años. ¿Continuamos por donde vamos?
Y pienso en la mal infamada Reforma Educativa que enfrentó, con el ejército y la policía federal, las resistencias magisteriales michoacanas a las evaluaciones estandarizadas. Yo lo vi, nadie me lo dijo.
Una acción de violencia política afiliada a la idea del ogro filantrópico, pues en el fondo subyace la generosa intención, de parte del Estado, de que a los mexicanos hay que “obligarlos a ser libres”. La antípoda, por cierto, del pensamiento liberal, pienso en John Stuart Mill que nos advirtió contra la tiranía de los gobernantes.
Y pienso que Mexicanos Primero A.C., un grupo empresarial obsesionado con la idea de que medir es reformar la educación, comparte el mismo credo darwinista que Meade, pues Claudio X, González también estudió y se formó, como Meade, en los Estados Unidos. Ellos comparten un estribillo facilón, de corte positivista, en el que la verdad es la seguridad de la certeza, que reza así: “lo que no se puede medir no se puede transformar”.
Y sin embargo, señores positivistas del siglo XXI, la pobreza de los mexicanos se ha medido mil veces y se siente en las arterias y el corazón del campo y las ciudades, y las investigaciones más creíbles coinciden en el infierno de lo mismo y, sin embargo, pese a todo, es una obviedad, está frente a nosotros, que nada cambia, ni ha cambiado. Sólo la miseria parece ser eterna.
Por ello, por la evidente falsedad de su verdad objetiva, no voy ahora a ponerme pesado y hablar de fenomenología hermenéutica y del cuidado del ser ni de las subjetividades y las emociones como vehículo comprensivo e interpretativo de las relaciones humanas. No voy a citar a Nietzsche, ni a Weber, ni a Heidegger, ni a Focuault, ni a Agamben, ni a Byung Chul Han para rebatir la rancia ley darwinista que lleva en su frente inquisitoria la idea de que sólo merecen y son dignos de vivir los más naturalmente idóneos.
Sería en vano hablar del cuidado de sí mismo, del cuidado del ser, de la autosuperación, del vivir con propiedad, nada de lo anterior medible en términos objetivos. Sería inútil.
Una vez lo intenté en una mesa organizada por la Universidad Iberomericana de Puebla, frente a una Consejera del INEE hablé del cuidado del ser como posible fundamento filosófico de las comunidades escolares y recibí en respuesta la autoritaria mueca del poder. No hay lugar, ni pizca de filosofía en la ciencia de la mayoría de los especialistas del órgano autónomo responsable de las evaluaciones al magisterio mexicano.
Por ello no pueden dar cuenta de lo esencial del ser humano, porque su credo es darwinista no tienen entendederas para lo trascendente. ¿Cómo medir el amor, la solidaridad, el compromiso, la bondad, la paciencia, el desafío magisterial de enseñar a leer y a escribir a niños y niñas que sobreviven en la más desamparada miseria?
¿Cómo medir la dignidad del gremio magisterial que resiste la embestida darwinista?
Creo que el mensaje del CEEY, entre empresarios hay más confianza, debiera contribuir a morigerar la violencia contra los profesores y los niños indígenas y afrodescendientes de México que están en la mira de Mexicanos Primero A.C.
Después de todo, ¿qué pervertido placer puede haber en someter a la niñez y la adolescencia pobres del país a la tortura psicológica de los exámenes estandarizados?
¿Qué sentido tiene repetirles año tras año que ellos no son, ni existen ni tienen derecho a elegir una vida digna?
¿O acaso detrás de “la filosofía” de que “lo que no se pude medir no se puede transfomar” no es posible vislumbrar las garras de la bestia rubia que trata de demostrar científicamente la superioridad de unas razas sobre otras?
En suma, me resulta inverosímil, en pleno siglo XXI, escuchar el rosario de barbaridades evolucionistas que un doctorado de Yale es capaz de decir en tan breve espacio de tiempo.
Pero si uno para mientes en la enorme cantidad de mexicanos perviviendo en condiciones de extrema pobreza, la mayoría de ellos indígenas y afrodescendientes, que se mueren o migran del país, corresponden con los objetivos de una mirada darwinista de la economía. Y es imposible no pensar que Meade ha sido por 17 años secretario de Estado y no cualquier secretario sino el de economía. Estamos de cara al cerebro económico del PRI y del PAN de los últimos tres sexenios.
Es el mismo ideario darwinista de Televisa y Mexicanos Primero A.C que se puede traducir, si los dejamos, en una limpia genética de los maestros y los estudiantes de México!
Antes era una sospecha casi confirmada, ahora tenemos la confesión de los fundamentos y principios políticos del candidato José Antonio Meade.
Como es sabido, contra las verdades darwinistas no hay mejor argumento que las verdades del arte y de la poesía. Por eso tomé el poema del mono amnésico de José Juan Tablada, pues el primate no recuerda, cuando nos mira, si somos su pasado o somos su futuro.
Nos queda siempre, y cada vez más, la incertidumbre.