En este tiempo de cambios radicales en cuanto a las formas y costumbres en los diferentes ámbitos de nuestra vida, debido a una situación de salud protagonizada por la pandemia llamada Covid19, que ha abarcado al mundo entero, se puede decir que una misma persona, a causa del confinamiento prescrito, ha pasado por distintas reacciones que van desde el desconcierto, el aburrimiento, el fastidio, la desesperación, la adaptación y, quizá, hasta el escepticismo. Estas reacciones tan disímiles vienen acompañadas de respuestas también distintas, desde inmediatas hasta casos de parálisis parcial o total.
Siempre he considerado que los tiempos de calma, de espera, de no respuestas, y en este caso, de distanciamiento social, de trabajar desde casa, son tiempos que debemos utilizar para seguirnos preparando y generar propuestas desde nuestro espacio. Debemos ser propositivos, no debiendo limitarnos el que, en este momento, como en tantos otros, las propuestas que se puedan hacer no tengan ninguna prioridad dentro de la agenda de la institución a la que pertenecemos. Finalmente, lo que debe movernos es un espíritu de contribución a mejorar, aunque sea sólo una, de las tantas aristas que conforman el interesante, gigantesco y multidimensional universo de cada institución.
En cualquier época, todas las profesiones son protagonistas del desarrollo, de algún modo. Dependiendo de las circunstancias, del espacio histórico social que se viva, unas son más requeridas y proyectadas que otras. Les ha tocado su turno a los Agrónomos, a los Contadores Públicos, a los Abogados, a los Educadores… hoy es el tiempo de los Profesionales de la Salud y de los Tecnólogos.
Lo que está muy claro es que para lograr mejores resultados en sus respectivos campos requieren del concurso de todas las profesiones e indiscutiblemente, de la solidaridad convencida, de la sociedad.
Las acciones generadas por los profesionales de la salud tienen que ver con la preservación de la calidad de vida del ser humano, a través de cuidar de su mayor riqueza, que es la salud. A ellos corresponde señalar los lineamientos que consideren más adecuados para conseguirlo.
Centrándonos en el caso concreto del sector educativo, en cada uno de sus niveles se viven situaciones que, como a todos, tomaron por sorpresa. Se han identificado alternativas para atender los cursos normales, los ciclos escolares, sin perjuicio de los educandos debido a que, por las actuales circunstancias, se debe llevar el conocimiento hasta donde ellos se encuentran. Aquí han tenido mucha tarea los especialistas en Informática, Telemática, Programación, comprobándose que cuando se procura dar respuestas, buscar o introducir innovaciones, la carga de trabajo aumenta considerablemente para quienes la desarrollan, disminuyendo ésta conforme se va asumiendo como práctica cotidiana.
Esto nos lleva a reflexionar en que la innovación, educativa o en otra área, no se debe hacer por mero entusiasmo, por moda o como respuesta a un problema emergente, sino por obligación. Es el deber de las instituciones y de los encargados del proceso de enseñanza mejorar permanentemente el modelo educativo, incorporando diversas innovaciones a través del uso de tecnología, de paquetes estadísticos, de actividades culturales, etcétera.
Por otra parte, este momento histórico también nos permite ver que muchos han quedado atrapados en un espacio de confort, al asumir una postura cómoda de sólo esperar instrucciones para desarrollar una actividad, sin poner a prueba su capacidad para analizar otros aspectos y mejorar su propia práctica profesional. ¿No es a eso a lo que, llenos de entusiasmo, nos comprometemos al recibir nuestro primer título profesional?, ¿a fortalecer la responsabilidad individual, la formación permanente, desarrollar y utilizar las habilidades con las que se cuenta, en beneficio de los objetivos de la institución en que llegue a laborar y de la sociedad en su conjunto? La realidad indica que muchas ocasiones esto no se cumple o sólo se cumple por un tiempo, mientras se afianzan en su espacio laboral.
Además, es desafortunado observar que, si bien el uso de la tecnología educativa y las redes sociales ayudan a resolver en alguna medida la situación que actualmente atravesamos, también se convierte en un problema desde la perspectiva de la igualdad, ya que no todos los alumnos cuentan con esos medios, poniendo de manifiesto los caminos y condiciones tan desiguales que están presentes en su formación.
Tal vez, sea momento de grabarnos y darle cabida en nuestra vida a la frase “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Se trata de reconocer la serie de necesidades que se deben atender, siendo lo más importante, imprimirle en su atención el deseo probado de ayudar al otro, en este caso al alumno, visto como persona, desarrollando nuestro propio potencial y poniéndolo a su servicio.
O bien, hacer lo que nos corresponde y, hacerlo bien desde el principio, como lo contempla el Sistema de Gestión de Calidad, pero yendo más allá de los innumerables y, en ocasiones, complicados y tediosos formatos utilizados.
Por último, conviene preguntarnos ¿debemos considerar que la situación actual que estamos experimentando, es una invitación a reflexionar sobre lo que a ojos vistas no estábamos preparados para atender pero que ha brindado la oportunidad de reconocer las capacidades que por alguna razón no se habían desarrollado, poniéndolas en juego para responder a ella?, ¿nos invita a reflexionar sobre la necesidad de apropiarnos de la enseñanza que nos deja y de proyectarla en nuestro actuar cotidiano de aquí en más?
En todo caso, la situación que vivimos y que de pronto nos ha obligado a cambiar el paso acostumbrado, es una gran oportunidad para que, aquí y ahora, respondamos con un nítido y poderoso Do de pecho, como profesionistas y como personas, a la altura de las circunstancias.
Ciertamente, cada quién, tendrá su propia respuesta.
Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
Universidad Autónoma de Tamaulipas
gtrigos@uat.edu.mx