Descubrí mi copia añeja y anotada de Pedagogía del oprimido en la casa de mi mamá. No la había vuelto a leer desde que era un joven maestro en los años ochenta. Volví a entender la influencia de Paolo Freire en mi formación pedagógica y reconocí el fundamento de los valores que me impulsan a escribir sobre la formación y evaluación docente en el México de hoy. Friere trabajaba con adultos: campesinos, trabajadores urbanos, padres de familia. La evaluación de docentes también es asunto de educación de adultos, aunque con gran relevancia en la formación de los niños.
¿Cómo sería un sistema de educación y evaluación docente basado en el pensamiento de Freire? Imaginemos.
- La educación bancaria (hacer depósitos de conocimientos en las mentes supuestamente vacías de los alumnos) se suele evaluar con exámenes. Friere está en contra, a favor de la educación que plantea problemas mediante el diálogo social centrado en la praxis (acción con reflexión). Actualmente el problema central a explorar con los educadores en México es como involucrar a los alumnos en su propia educación. No se está logrando con la tradicional educación bancaria, cuyo resultado seguirá siendo la deserción de la mitad de cada generación de jóvenes que pasan por sus aulas. La pedagogía de Freire estimula la motivación intrínseca a través de problemas que reflejan la realidad y el universo temático de los educandos, cuyas soluciones se gestionan en un “círculo de cultura”.
- La educación basado en problemas, así como la evaluación docente, requiere que los maestros seamos también educandos. “A través del dialogo, el maestro de los estudiantes y los estudiantes del maestro dejan de existir para dar paso a estudiantes-maestros y maestros-estudiantes. El maestro ya no es solo el que enseña, sino también el que aprende en diálogo con sus estudiantes.”
- Freire plantea que nos educamos porque nos sentimos incompletos. La evaluación docente debe fomentar la formación de educadores más completos y recursivos para intentar cerrar la brecha entre “lo que es” y “lo que debe ser” en el colegio donde trabajan. Utilicemos nuestra imaginación para visualizar la escuela que queremos tener, y nuestras manos, cerebros y todas las capacidades comunicativas para aprender juntos con amor y, un día, poder tener esa escuela que ahora imaginamos. Los docentes pueden destacarse en parte por sus aportes al esfuerzo común de mejoramiento a los procesos de aprendizaje.
- Friere no contaba con las redes sociales y plataformas tecnológicas que ponen este tipo de educación por problemas al alcance de colegios en todos los rincones donde alcanza el Internet y facilita compartir problemas y estrategias entre maestros de la misma escuela como en todo el mundo.
¿Y cuáles son las principales trabas a este tipo de “evaluación social” de los docentes?
- Falta de recursos para la formación de los docentes. Actualmente se gasta cinco veces más en evaluar a los maestros que en capacitarlos, y eso que administrar un examen de respuesta múltiple es más sencillo y barato que empeñarse en un dialogo de aprendizaje social transformador entre los docentes de cada centro educativo (y que el tiempo requerido se considere como trabajo pagado).
- Necesidad de “cubrir el programa”. Se ha vuelto imposiblemente extenso por el afán de la SEP de actualizarla agregando objetivos nuevos pero rara vez desechando los que ya pasaron su ciclo útil o simplemente son triviales.
- Falta de confianza de los docentes en los evaluadores, en sus colegas, en los educandos, en sí mismos, y ¿por qué no decirlo?, en todo el sistema político. El aprendizaje social requiere de la confianza mutua.
En Pedagogía de la esperanza, Freire se refiere a la falta de confianza en el sistema político: “la democratización de la desvergüenza se ha adueñado del país; la falta de respeto a la cosa pública y la impunidad se han profundizado y generalizado tanto que la nación ha empezado a ponerse de pie, a protestar.” No hablaba de México, sino Brasil, pero reconocemos nuestra realidad en sus palabras. Sin embargo, reafirma su esperanza en el poder transformador del diálogo educador: “sin poder siquiera negar la desesperanza como algo concreto y sin desconocer las razones históricas, económicas y sociales que la explican, no entiendo la existencia humana y la necesaria lucha por mejorarla sin la esperanza….”
Finalmente, los docentes no dependemos de la aprobación de nadie para emprender la acción social basada en praxis. Está al alcance de todos y se hace común con la colaboración profesional que permiten las redes sociales. Ni aparato sindical ni directivos ministeriales podrán impedirlo. Nos educamos, juntos con otros educandos, porque se siente satisfactorio aprender juntos para poder resolver asuntos relevantes a nuestras comunidades físicas y virtuales. Claro, invitemos a las autoridades educativas a compartir y apoyar nuestras satisfacciones. Si lo hicieran, estaríamos en pos de una Reforma Educativa auténtica.
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