Aprendimos a plantear preguntas y cuando habíamos construido las respuestas después de mucho tiempo, resulta que al final las preguntas habían cambiado. Esto es lo que pasa hoy en día, la pandemia por Coronavirus ha cambiado muchas cosas no sólo el estilo de trabajo que ha ido del encuentro directo o presencial a la atención educativa asistida por el uso de aparatos electrónicos.
El nuevo contexto ha servido para modificar las agendas públicas en educación, las políticas, las áreas o líneas de investigación y por lo tanto también han cambiado las preguntas educativas que nos planteamos.
¿Cuáles son las preguntas que (nos) podemos hacer acerca de una educación en cuarentena? Tanto maestros y maestras niños y niñas, autoridades educativas, investigadores, etc.; todo mundo se hace preguntas, ¿Qué cuánto durará esto? ¿Qué para que día se tiene pensado el regreso? ¿Qué cuando podemos salir a jugar a las calles como lo hacíamos antes? ¿Qué cuánto va a durar esto que vivimos y en qué momento regresaremos a la normalidad –a la otra normalidad? ¿Qué si un sistema o una forma de trabajo es mejor que la otra? Etc., etc., etc.
Muchas de las preguntas que han surgido ya sea de actores que están dentro de la comunidad educativa como de personas que se encueran afuera del mismo, son preguntas de apuro, de emergencia, atrás de ellas está la angustia y una buena parte de sufrimiento. Otras preguntas están ligadas a la incertidumbre, a la necesidad de explicaciones que sirvan para construir un puente pensado en entender esto que vivimos y las menos son preguntas de indagación pensadas en asumir un compromiso encaminado a conocer más y mejor acerca del contexto en el que viven la mayoría de los países del mundo.
Las preguntas han cambiado porque ha cambiado el contexto en el que vivimos, ha cambio la realidad educativa dentro de la cual nos movemos ahora, y han cambiado las anteriores respuestas que teníamos, respuestas reiterativas, de lugares comunes que sólo servían para repetir lo que muchos dijeron antes. La pandemia ha servido para cambiar todo o casi todo.
Hoy la agenda pública, las preguntas y las prácticas educativas se han modificado radicalmente pero hoy también, cada sujeto o cada actor educativo, camina por el rumbo que mejor le gratifique.
Los políticos caminan con obsesión, por un camino en el cual logren encontrar certezas, dentro de tantas fragilidades; aspiran a tener una mínima plataforma de seguridad para contagiar a los ciudadanos de un pequeño espacio de seguridad y de certezas.
Los docentes, directivos y otros actores educativos, caminan por el sendero pensado darse seguridad a si mismos, intentando ser legítimos ante los alumnos y los padres de familia.
Los niños y las niñas en edad escolar migran de un sendero a otro, buscan espacios de juego en cualquier rincón de este acotado mundo que esté abierto para ellos, se adaptan a la escuela (en el formato que sea), y sufren o disfrutan esta realidad (de acuerdo al lugar en el que se encuentren).
Por último, la sociedad pensada como un amplio sujeto colectivo, sigue sorprendida, no termina por adaptarse ante esta nueva normalidad, da muestra de un hartazgo de algo que no se comprende plenamente, mira cifras, estadísticas, manuales de prevención, lista de riesgos, pero todo ello, con infinidad de preguntas que nunca se habían planteado y ante las cuales no hay respuestas en el entorno cercano.
Es bueno vivir con preguntas ante el contexto que vivimos, preguntas a la nueva realidad y a los sujetos encargados de darle un respiro al resto de los sujetos. Las preguntas van y vienen y la realidad se mueve muy poco, camina lenta, tal vez al final del horizonte podremos fusionar los tres elementos básicos de este contexto: las preguntas, las repuestas y los cambios que la sociedad requiere en este momento.