Eduardo Gurría B.
Sin duda el mundo de la educación ha sufrido un cambio radical; estamos a las puertas de una dimensión desconocida a partir de los retos que representa la formación de las nuevas generaciones cuyo principal contexto será el mundo virtual, un mundo que, bien a bien, no terminamos de entender y mucho menos dominar, pero al que habremos de enfrentar, diseñando una transformación para la que, definitivamente, no estamos preparados.
El reto es enorme, existen innumerables páginas que ofrecen capacitación para el manejo de las también múltiples plataformas para implementar las clases en línea, unas representan un costo y otras no, sin embargo, aunque el punto de la economía es relevante, queda el aspecto de lo que tendrán que hacer las escuelas y, sobre todo, los maestros para cumplir con los objetivos del año escolar que está por comenzar, ya que no bastará en conocimiento y manejo de los objetivos curriculares, sino que los maestros habrán de convertirse en hábiles operadores de una tecnología que, hasta hoy, pertenecía el campo de los expertos en ello, de ahí que a la pregunta de qué es lo que hay que hacer, la respuesta ya se tiene, pero a la pregunta de cómo, existen dudas latentes e importantes.
Ni todas las escuelas, ni todos los maestros ni todos los alumnos cuentan con el acceso a las herramientas tecnológicas necesarias, que pueden ir desde tener acceso a una simple televisión, hasta computadoras, internet, teléfonos inteligentes y demás, y esto representa un serio problema.
Otro aspecto sería la actitud ante la nueva perspectiva educacional en la que están comprometidos todos los agentes de este cambio: directivos, coordinadores, maestros, alumnos y, ¡cuidado!, padres de familia, ya que, en el sentido estricto, la educación no será presencial, si lo será en cuanto a la acción de los padres de familia quienes estarán al pendiente de lo que ocurre en la pantalla y que, seguramente, habrán de convertirse en jueces severos, más que de sus hijos, de los maestros (no olvidemos que estamos en el umbral de la profética novela “1984”).
La exigencia de las instituciones hacia los docentes también se ha acentuado, esto debido a la feroz competencia por mantener y aumentar la matrícula, a la reticencia de los padres de familia de pagar las colegiaturas completas, ya que muchos o han disminuido sus ingresos o han perdido sus trabajos y optando, en el mejor de los casos, por la escuela en casa, ocasionando una alarmante deserción, o por considerar que la escuela no está haciendo uso de las instalaciones por lo que existe un considerable ahorro de personal y de insumos, lo cual es muy relativo.
Falta por mencionar lo más importante: los alumnos y el aprendizaje significativo, ¿de qué manera se involucrará el alumno en el compromiso de su formación? En este aspecto existen factores diversos, entre ellos, la socialización, el trabajo en casa, el cumplimiento de trabajos y tareas, la investigación y la asistencia y atención en clase en forma cabal y responsable, es decir, el constructivismo tendrá que pasar a formar parte del día a día del estudiante mediante el uso y aprovechamiento de las ventajas que la misma tecnología ofrece y sin desviarse hacia los contenidos propios de las redes sociales entre otros.
Por otro lado, es necesario revisar los esquemas de contratación y trabajo de los docentes, porque si bien, perciben un determinado y generalmente bajo salario que representa el pago por hora frente a grupo, no se está considerando el trabajo que tendrá que llevar a cabo antes y después de las sesiones, además de la inversión que muchos tendrán que hacer obligados por las presentes circunstancias; esto último ya se vivió entre los meses de marzo y de junio en los que se demostró que fueron los maestros y, a fin de cuentas, los únicos que resolvieron la problemática y lograron terminar el ciclo escolar.
Hoy, los agentes de cambio en la educación no se limitan a las reformas gubernamentales que, dicho sea de paso, por lo general no resuelven nada, hoy los agentes de cambio se han multiplicado de una manera exponencial y también se han diversificado, generando una incertidumbre sobre el presente y el futuro de la educación, ya que los resultados no se logran vislumbrar, al menos a corto plazo, pero al mismo tiempo, estos agentes pueden llegar a representar importantes oportunidades para la mejora y para superar el atraso educativo.
Por último, en cuanto al accionar del gobierno, este tiene la obligación de dejar atrás el atavismo de la corrupción y el burocratismo para dar paso a una fuerte inversión en la infraestructura educacional y dirigirla, sobre todo, hacia los sectores donde más se requiere, sean cuales fueren, pero sin descuidar al sector privado, y olvidarse de los discursos retóricos y gastados que nunca han aportado nada a la educación y a la sociedad en general.