El COMIE y su papel en el conocimiento de los efectos del Covid-19 sobre la educación
La pandemia de Covid 19 nos tomó a todos por sorpresa. Nadie pudo prever con suficiente anticipación la magnitud de la enfermedad y, menos, las consecuencias económicas, políticas y sociales que tendría. Sin embargo, estoy convencido que los investigadores educativos asociados al COMIE harán contribuciones al conocimiento de los efectos de la contingencia sanitaria sobre la educación y a la generación de propuestas para enfrentar los retos que tenemos por delante. El COMIE está lejos de ser una organización homogénea, por el contrario, su fortaleza reside en la pluralidad de enfoques, metodologías y posiciones políticas. Nuestra mejor contribución al entendimiento de la pandemia y sus impactos no será tener una sola posición sino, por el contrario, muchas, para poder expresar la compleja y diversa realidad actual.
Centrarse en el currículo oficial es formalista e irrelevante
En el campo educativo, las respuestas de las autoridades han sido diversas en cada nivel. En algunos materiales provistos por la SEP, como los de Aprende en Casa, se incluyen de manera dispersa temas relacionados con el Covid-19, pero la nota común en el sistema es la tendencia a reproducir la práctica escolar a través de las tareas encomendadas a los alumnos previamente, los materiales en los sitios web y las clases en línea, con el fin de dar continuidad al currículo. Es decir, en general ha prevalecido una visión centrada en el currículo, con prácticas escolares comunes, modificadas por el uso de las tecnologías. El objetivo, loable pero intrascendente, ha sido “salvar” el año escolar, esto es, cubrir el programa.
La pretensión continuista, que está presente en todos los niveles educativos, desde la educación básica hasta el posgrado, ha aterrizado en terrenos enteramente nuevos tanto para el sistema educativo en su conjunto como para las maestras y maestros, las alumnas y alumnos, las madres y padres. El intento de convertir los hogares en escuelas pequeñas, las pantallas de las computadoras en replicadoras de la imagen de los profesores, los chats rooms en salones de clase y los padres de familia en docentes ha sido, por decir lo menos, bastante forzado y ha generado una enorme cantidad de problemas de difícil resolución. En ese contexto, las propuestas de las autoridades educativas han implicado cargas de trabajo y evaluaciones carentes de sentido ante la novedad, dimensión y complejidad de la situación generada por la pandemia. En un sentido diferente, no obstante,caminan las 10 sugerencias para la educación durante la emergencia por Covid 19, emitidas por Mejoredu el 13 de abril de 2020. Resta por saber el impacto que tendrán en la SEP y, sobre todo, los recursos que se destinarán para ponerlas en práctica.
La carencia de acceso a los recursos tecnológicos
Pero si para los alumnos y las familias de clases media o altas de las ciudades esto ha sido complicado –lo que ha causado que muchos estudiantes, aunque tengan acceso a internet, no se conecten ni realicen las actividades prescritas por las autoridades educativas o por los maestros en línea– más lo ha sido para quienes carecen de medios tecnológicos y de capital cultural. Sabemos que ya existían carencias y desigualdades enormes en cuanto los recursos tecnológicos de las escuelas de educación básica pues, de acuerdo con dato del INEE, solo cuatro de diez contaban con al menos una computadora y tres de cada diez tenían conexión de internet en 2016-2017. Esta situación, desde luego, es a su vez muy heterogénea pues las escuelas indígenas, por ejemplo, tienden a tener mayores carencias.
Sin embargo, de poco sirve en estos momentos que las escuelas tengan computadora e internet pues el estudiantado debe permanecer en casa. No tenemos una estimación sobre la cantidad de estudiantes que carecen de estos recursos en sus casas, pero deben ser millones, probablemente la mayoría de los estudiantes del país. Con datos de INEGI se puede calcular que el 60% de los hogares mexicanos no tienen al menos una computadora y acceso a internet con ella. Ante este panorama, los esfuerzos de las autoridades educativas y de las instituciones, además de los problemas por el enfoque utilizado para remediar la falta de clases y dar continuidad al currículo, se topan con la brecha digital en el país. Los sectores con mayores carencias económicas y culturales de México serán quienes más perjudicados, en términos educativos, saldrán de la contingencia.
La propuesta de la SEP para la educación básica, centrada en el continuismo curricular, reproductor de prácticas educativas obsoletas que si son inoperantes en la escuela más lo son en el hogar, en un contexto de brechas digitales y exclusiones educativas es a todas luces insuficiente e irrelevante. El impulso desde la SEP federal y las autoridades educativas estatales a la Estrategia de Educación a Distancia: transformación e innovación para México “Propuesta integral frente al COVID-19” generará diversas reacciones y efectos por ser gestionada a través de una plataforma que pertenece a Google pero, también, tenderá a reproducir las desventajas de la brecha digital. Para que la brecha se reduzca y, con ello, los efectos potencialmente igualadores de la educación digital se produzcan, antes tendrían que equiparse millones de hogares con computadoras e internet. Esa perspectiva no se vislumbra en el horizonte pues los recortes al gasto federal son mayúsculos.
De todas maneras, aún bajo el supuesto de un acceso repentino y masivo a computadoras e internet, se requiere en breve tiempo una “reconversión” de los maestros para que acepten trabajar en un medio que les es, si no desconocido, al menos bastante ajeno, y una producción de materiales y contenidos novedosos, bajo una perspectiva enteramente diferente a la que predomina, es decir, una perspectiva que ponga en el centro de las actividades, conocimientos y reflexiones lo que nos está ocurriendo en esta época de pandemia.
Los efectos de la pandemia sobre nuestras vidas
La pandemia tiene una gran cantidad de aspectos que afectan nuestras vidas diarias. La más evidente es la ruptura de las rutinas laborales y escolares, y de los vínculos sociales que los espacios de trabajo y educación propician día a día. El confinamiento mismo produce situaciones desconocidas que consumen nuestras reservas psicológicas, nuestra capacidad de tolerancia y la paciencia. Si los hogares son de tamaño reducido, la convivencia en condiciones de hacinamiento o estrechez física puede generar situaciones conflictivas en el hogar. La distribución familiar de las tareas hogareñas debería modificarse hacia cargas equitativas, pero en muchos hogares la presión se concentra en las mujeres, en un ciclo que reproduce el machismo. Diversos medios han advertido el incremento de la violencia familiar, con graves consecuencias sobre todo para las mujeres. La percepción del tiempo se ha modificado y los patrones de sueño y vigilia se han modificado para muchas personas, algunas incluso han desarrollados trastornos del sueño. La enfermedad y su estela de muerte ante un sistema de salud con enormes carencias refuerza el miedo, la incertidumbre, la rabia, el dolor, la angustia, el desasosiego y la indignación entre miles de personas que quisieran ver respuestas oportunas y eficaces del gobierno. La depresión económica, la pérdida de empleos y los recortes en diversas esferas del gasto público contribuyen a la desazón que experimentan muchas personas. Estas situaciones son aún más complicadas en hogares con familiares que requieren cuidados especiales y con personas afectadas por el Covid 19.
La pandemia como nuestro objeto de conocimiento y material educativo
La comprensión de la enfermedad, su comportamiento pandémico y sus consecuencias en prácticamente todas las esferas de la vida no es sencilla; el procesamiento de la información que proviene de diversas fuentes, muchas de ellas de pésima calidad, es un desafío diario; la credibilidad de las autoridades sanitarias no es tan extensa como debiera; los llamados a extremar precauciones son interpretados de diversas maneras, algunas muy poco efectivas. Se trata de un fenómeno que irrumpió en nuestras vidas de manera abrupta y, por lo mismo, se requiere entenderlo como nuestro objeto de conocimiento y nuestro material educativo. En torno al Covid 19 hay temas biológicos, médicos, psicológicos, históricos, sociológicos, demográficos, políticos, culturales y económicos que podrían introducirse para comprender creativamente el momento que nos ha tocada vivir. Ante la emergencia, pensar en el currículo oficial es superfluo, se precisa de un cambio fundamental: estudiar para comprender los fenómenos de la vida que nos rodea y ser capaces de actuar sobre ellos, sabernos conducir cuidándonos a nosotros mismos y a los demás. Se requiere una pedagogía solidaria o, como lo dijo Sebastián Plá, una pedagogía de la emergencia, una pedagogía pública. En estos momentos, cobra también importancia la revaloración de los enfoques sobre educación a lo largo de la vida, concebida no solo como acciones organizadas y financiadas para atender poblaciones que están fuera de los sistemas escolarizados, sino como enfoques que preparen a los estudiantes para la vida actual y futura.
Esa forma de asumir los retos educativos exige el uso simultáneo de todos los medios disponibles: internet, TV y radio. Pero también la producción de materiales impresos a ser distribuidos masivamente en los hogares que no cuentan con conectividad ni con libros. Aquí hay una gran oportunidad de innovar y convocar a autores, generar nuevos contenidos, proponer actividades creativas, lúdicas, interesantes y relevantes, que doten de sentido no solo el acto de estudiar sino de comprensión del fenómeno multidimensional que estamos viviendo. No debemos perder de vista que los estudiantes de hoy quedarán profundamente marcados por la pandemia y eso puede constituir una fuerza para cambiar paradigmas educativos: genera placer por el estudio a partir de su importancia para conocer, comprender y actuar sobre las circunstancias.
Ejercer una crítica hacia el paradigma educativo dominante y avanzar hacia uno nuevo
Debemos asumir que la recuperación de la normalidad educativa no será rápida, acaso tampoco volvamos a la normalidad acostumbrada. Muchas cosas cambiarán. Pero se requiere definir el rumbo de los cambios. Los recortes del gasto federal y el horizonte recesivo que tenemos a la puerta harán que los recursos sean cada vez más escasos. La educación no parece ser una prioridad. Los grandes proyectos de infraestructura y el sistema de salud tenderán a concentrar las prioridades financieras. Los primeros son muy debatibles, lo segundo no. El caso es que el sistema educativo tendrá que ejercer presión para competir por ellos. El panorama puede complicarse si amplias franjas de las clases medias que usualmente acuden a la educación privada dejan de hacerlo y generan una demanda adicional para el sector público.
La pandemia de Covid 19 genera una oportunidad inédita: ejercer una crítica profunda a la escuela, a la noción actual de currículo y a las formas predominantes de la práctica docente, y, con ello, avanzar hacia modelos educativos cuya preocupación central sea formar personas para la vida, sobre bases solidarias. Es necesario, pero insuficiente, el postulado de desarrollar sistemas educativos abiertos y flexibles, que hagan uso de la educación a distancia y se basen en las tecnologías digitales. Es el momento de abandonar un paradigma educativo propedéutico, que se organiza desde temprano con el horizonte de formar profesionistas o científicos. Lo más relevante será cambiar de paradigmas educativos: una educación menos académica, menos centrada en las disciplinas, y más práctica, mas orientada hacia la comprensión del mundo que nos rodea, bajo una perspectiva de resolución de necesidades y problemas de la vida social, política, económica y del ambiente natural.
*Presidente del COMIE
Jefe del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav
Texto publicado originalmente en el Blog “Abran su cuaderno” del Consejo Mexicano de Investigación Educativa