Eduardo Gurría B.
Desde el México prehispánico, el Estado, como quiera que se haya estructurado, ha asimilado la responsabilidad de la educación, al menos, a la letra, sin embargo, a partir de la Colonia, el Estado, la Metrópoli dejó de ocuparse de forma cabal de la educación, lo que propició la intervención de los particulares, religiosos, sobre todo, en el ámbito educativo, liberando, así, al Estado de esa penosa obligación.
Con los ires y venires de la historia mexicana, la educación quedó relegada a un término x (literal) mientras los religiosos educadores fueron sobreviviendo a los imperios, a los liberales, a los conservadores, a las invasiones, a las persecuciones, etc.
Con la Constitución de 1917 y el Artículo 3º, la educación que el Estado debe proporcionar quedó formalmente legalizada, es decir, quedó institucionalizada, incluso, como una Garantía Individual y, por ende, como uno de los Derechos Humanos.
A pesar de esto, el Estado, ante su incapacidad de cumplir en su totalidad con esa obligación, ha delegado la educación a los particulares, y a los religiosos quienes y a pesar del conflicto cristero y de los comecuras, lograron sobrevivir.
Así, la educación privada, en gran medida, libera al Estado de la obligación de proporcionar la educación a la que todos tienen derecho, educación que, dicho sea de paso, no es de ninguna manera gratuita, ya que el costo lo cubren los contribuyentes, de tal forma que quienes optan por la educación particular aportan por partida doble: la que pagan al Estado y la que pagan a las instituciones privadas.
Hasta aquí, todo iba mas o menos bien; mal porque la educación en México siempre ha sido mala y bien por conveniencia para las dos partes y nada mas.
En el Siglo XXI las cosas han cambiado, ahora la educación privada ha alcanzado niveles nunca antes vistos con la aparición de grandes corporativos escolares que, en mayor o menor medida, se extienden por todo el país. Estos corporativos ya no son vistos como escuelas, sino como empresas cuyo único objetivo es el de captar clientes –antes alumnos-, y generar utilidades mediante diversas estrategias de mercadotecnia con todo lo que ello significa, incluyendo campus con instalaciones impresionantes y una competencia feroz.
Estas instituciones, amparadas por las muchas reformas educativas y laborales, operan bajo esquemas de contratación draconianos en los que el maestro es visto, no como un agente de cambio, de transformación y de formación, sino como un insumo que implica un costo al que hay que minimizar al máximo. Así, el maestro no es considerado como tal ya que se convierte en un cuidador del cliente, bajo la divisa de que el cliente siempre tiene la razón.
El perfil del nuevo maestro es el de ser el responsable de todo, con horarios que sobrepasan la jornada laboral, con licenciatura y posgrado al menos, debe asistir a todos los eventos fuera de aula y en los horarios y días que indique la empresa y sin paga, aunque estos nada tengan que ver con su labor docente o si disciplina, está obligado a recibir y entregar a los alumnos a las puertas del automóvil, llevando él, las mochilas, sin que el papá o la mamá se molesten en bajarse, debe realizar guardias durante la entrada, la salida y los recreos, atender a los padres de familia y soportar, a veces, hasta insultos, no atreverse a protestar o ser escuchado por los directivos; mas que educar, debe mantener tranquilos a los alumnos y tolerar sus faltas de respeto sin llamarles la atención, hacer planeaciones, decorar el salón de clases y mantenerlo limpio, revisar tareas, no reprobar a nadie, manejar hábilmente diversas plataformas, pertenecer a varios grupos de Whatsapp, comprender los problemas familiares y psicológicos del alumno, estar en contacto con un escalafón interminable, usar un lenguaje eufemístico y todo el tiempo positivo, no exaltarse, no gritar, no señalar a nadie y dar todas las oportunidades para la entrega de trabajos y tareas, no sentarse, usar la tecnología del salón, además de ser el único responsable del fracaso escolar del alumno y muchos etcéteras mas, salvo el de educar realmente, de tal manera que los valores van desapareciendo paulatinamente y la ignorancia empieza a permear de generación en generación.
Las escuelas, ahora corporativos, se han empoderado del servicio educativo, implantando modelos no comprobados como eficaces, pero adornados con un lenguaje tomado de las grandes teorías y las ideas de los verdaderos educadores de todos los tiempos, pero vendiéndolos como innovaciones totalmente revolucionarias, y que, hasta ahora, no han aportado nada nuevo o generado algún paradigma digno de ser imitado.
Otro aspecto a considerar es el hecho de que, si bien, los libros de texto gratuitos son susceptibles, siempre de una mejora constante, los corporativos poco o nada los usan, ya que implementan sus propias estrategias en cuanto a los libros escolares, acudiendo, para ello, a otros grandes corporativos: las editoriales que ofrecen sistemas sofisticados y caros de libros que terminan, irremediablemente, en la basura, generando un impresionante desperdicio de papel y de recursos.
Por el lado de la infraestructura, esta se ha convertido en algo impactante: grandes espacios, aulas totalmente equipadas, múltiples canchas deportivas, albercas y cafeterías con todo y chef (la tiendita escolar es cosa del pasado).
Se llevan a cabo gran cantidad de actividades extra clase, con horarios mas que extendidos, intercambios, torneos, campamentos, encuentros y demás que, irremediablemente, impresionan a los padres de familia, quienes están dispuestos a pagar colegiaturas astronómicas, porque existe la mentalidad de que, entre mas se paga, la educación será mejor, lo cual es totalmente falso. Pero a los padres y a los alumnos les da un status digno de nuestras sociedades de consumo, lo que convierte a estos corporativos en empresas altamente rentables, de ahí que cada vez se extiendan mas y proliferen, incluyendo, por supuesto, a los religiosos que, aunque enseñen el catecismo, se han convertido, también, en mercaderes.
Ante todo esto, tanto el Estado, como la SEP deberían estar pendientes y conscientes de que la educación es la mejor herramienta que tienen los pueblos para evolucionar y formarse, así que deberán retomar el papel que les corresponde, de otra manera, estaremos fomentando instituciones dedicadas al cuidado de niños y jóvenes, pero en el sentido estricto de la palabra, es decir, tenerlos cautivos y tranquilos durante la mayor parte del día, esto, claro, mientras paguen.