Vivimos tiempos convulsos. En el terreno de la educación, el futuro presidente, Andrés Manuel López Obrador, al igual que su secretario de Educación Pública designado, Esteban Moctezuma Barragán, anunciaron varias de las dificultades esperadas, aunque todavía no se dibujen bien los perfiles. El mensaje de que la Secretaría de Educación Pública se trasladará a Puebla genera inquietud entre la burocracia, tanto en la profesional como en la sindicalizada. Las comunicaciones de que no habrá rechazados en la educación superior siembra expectativas en miles de jóvenes, pero genera desasosiego entre las autoridades de las universidades públicas.
EMB explica a los trabajadores de la SEP que no se preocupen, que la mudanza no será inmediata y se respetarán sus derechos laborales. Habla de un objetivo a seis años, cuya ejecución comenzará con la toma de posición del nuevo Presidente; antes convocará a consultas con sindicatos, expertos y sociedad civil; imagino que también preguntará a autoridades de los estados y políticos profesionales. Su idea, según ha declarado, es tener un “Plan” que sustituya a la Reforma Educativa. Pero también ha dejado entrever que no será un regreso al pasado; incluso desligó a AMLO de Elba Esther Gordillo y de sus parientes. Si bien en los meses por venir se despejarán incógnitas sobre el cómo y cuándo, también surgirán más dudas. El traslado es una tarea de gran envergadura.
Las declaraciones de AMLO y de EMB respecto a las ofertas de campaña de que no habrá rechazados en la educación superior empiezan a concebir ideas de cómo el futuro gobierno desea afrontar la cuestión. En primerísimo lugar, evitar el conflicto. EMB es diáfano: no quiere comprar el problema de 200 mil que no alcanzan lugar en las universidades públicas: “No queremos violencia, frustración y enojo” (El Financiero, 18/07/2018). Y apuntó las seis primeras consignas, que todavía no pueden llamarse estrategias: 1) Negociar con las universidades para ampliar cobertura. 2) Modificar las vocaciones desde la escuela secundaria y media superior. 3) Reenfocar vocaciones a las áreas técnico-universitarias. 4) Fortalecer la educación a distancia, pero con tutoría. 5) Cambiar el modelo de enseñanza-aprendizaje. 6) Construir 100 nuevas universidades en las zonas marginadas.
Las metas son ambiciosas; los desafíos son mayores. El primer punto habla de flexibilidad; no habrá imposición, pactar con las instituciones constituidas es la consigna, aunque no habló de incrementar los recursos. Allí el Congreso jugará un papel importante.
Los puntos 2 y 3 son de plazo larguísimo: modificar vocaciones no es un proyecto sencillo. El prestigio social de las áreas universitarias está arraigado en la cultura nacional. Desde los años 70, los diferentes gobiernos han tratado de inducir más estudiantes a las áreas tecnológicas, con cientos de nuevas instituciones, pero la demanda sigue en las grandes universidades públicas. Frenar o disminuir esa aspiración de las familias, en especial de las clases medias, es un sueño, al menos por lo pronto.
Ampliar la oferta de la educación a distancia es una apuesta razonable. Incluso el rector de mi Casa Abierta al Tiempo, Eduardo Peñaloza, ya se apuntó para estudiar e impulsar el tópico —del que algo sabe— en la Universidad Autónoma Metropolitana. Pero será insuficiente; mucha gente desconfía o no comprende las ventajas de este tipo de enseñanza.
La construcción de 100 nuevas universidades parece un anhelo imposible. Si apuntalar las opciones anteriores implican un gasto considerable, la inversión en 100 nuevas instituciones sería gigantesca. Pongamos que baja la mano el costo sería de mil millones por institución. Se requerirían 100 mil millones de pesos para los siguientes seis años; el gasto total del gobierno federal (no nada más de la SEP) en 2017 en ese rubro fue de menos de 176 mil millones, ¿de dónde saldrán los recursos?
No tengo nada en contra de planes esperanzados. Pero al momento me parecen irrealizables. Presiento que el gobierno enfrentará aprietos para administrar la mudanza de la SEP, desmantelar —si es que en realidad lo quiere hacer— la Reforma Educativa, ampliar la cobertura en todos los niveles y construir 100 nuevas universidades.
RETAZOS
La SEP revela su orgullo. Sesentaisiete egresados de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa participaron en el Concurso de Oposición para ingresar a la carrera docente; 46 obtuvieron plaza. El mérito se abre paso, pero el sexenio se agota.