Ser crítico de la reforma educativa no es estar en contra de México: sí lo es manipular datos y torcerla lógica de forma impune.
El 21 de agosto, al inaugurar el ciclo escolar, Enrique Peña Nieto dijo: “Estar contra la reforma educativa es estar contra México y contra los niños”. No lleva razón: criticarla, desvelar la simulación en que se funda, y oponerse a sus yerros, es necesario. De no hacerse, el valor de disentir, y su núcleo: el cuestionamiento al poder que, porque puede y controla los recursos públicos, propaga sus acciones como dogma, no tendría valladares.
¿El que no esté de acuerdo con su discurso atenta contra el futuro de la infancia? Falso: desmontar la demagogia, con base en datos y argumentos, es preciso. Tomemos, como ejemplo, la “universalización” del acceso a la educación media superior (EMS), que será parte de la educación obligatoria al iniciar los años veinte del siglo XXI.
¿Qué signica universalizar? Que todos los jóvenes entre 15 y 17 años (la edad normativa para cursar este nivel de estudios) estén inscritos en una escuela de las diversas modalidades posteriores a la educación básica. Haciendo trampa, arma el gobierno que hoy la Tasa de Cobertura en la EMS es 82%: pronto llegaremos a la meta de 100%, exclaman orondos. ¿Cuál es la estafa? Usar la Tasa Bruta como Tasa Neta: viejo y ya desgastado truco. La diferencia entre la Bruta y la Neta es que, en el primer caso, se compara al total de la matrícula en la EMS (sin tomar en cuenta su edad), con la cantidad de mexicanos que se ubican entre los 15 y 17 años, y se anuncia la proporción que significa. Como hay en el total de estudiantes muchos mayores de 17, la población escolar está “inflada” y se produce un valor falso.
No es cierto que 82 de cada 100 jóvenes, entre 15 y 17 años, vayan a algún plantel de EMS: la Neta —la mera neta— es que si acaso son 55. ¿De dónde surge este otro indicador? De la lógica y la ética al manejar las cifras: si queremos saber cuántos muchachos en la edad esperada para estar inscritos en ese nivel de estudios en efecto lo están, hay que tomar en cuenta, del alumnado actual, sólo a los que tienen entre 15 y 17 años. De este modo se comparan peras con peras. ¿Por qué son tan pocos? Porque, como reportó Teresa Moreno en EL UNIVERSAL el mismo día en que se inauguraban las clases, con base en datos de la propia SEP, el sistema educativo “fue incapaz de mantener en la escuela a 80% de los niños que iniciaron la primaria en 1999, y hoy tienen 24 años”.
Si la tendencia se mantiene, dejarán la escuela en este ciclo escolar 1 millón 200 mil alumnos: cada minuto 2.2 niños abandonan o son abandonados por el sistema en alguno de sus niveles. Imagine: 40 mil salones, con 30 alumnos cada uno, llenos de vida al inicio y repletos de polvo, vacíos, un año después. Sigue la reportera: de cada 100, 10 dejaron la primaria, y 5 que la terminaron, ya no siguieron. En la secundaria, 18 fueron echados del circuito escolar.
Otra buena cantidad, que la concluyeron, no entraron a la EMS, y de los pocos que lo lograron, 21 se fueron antes. Por ello, usan la Tasa Bruta en EMS, haciéndola pasar por la Neta, para escatimar la verdad. Peor aún: como para entrar a la EMS se requiere tener el certificado de secundaria, y recursos para seguir estudiando, llaman “universalizar” al objetivo de asegurar un espacio para todo aquél que solicite ingreso y tenga la credencial previa.
Sin pudor, ahora emplean la Tasa de Absorción de los habilitados del ciclo previo que tocan a la puerta, como equivalente a dar opción de estudio a todos los chavos entre 15 y 17 años: embaucadores. Ser crítico de la reforma educativa no es estar en contra de México: sí lo es mentir con descaro, manipular los datos y torcer la lógica de forma impune, hacer comerciales y gastar 140 mil pesos por hora en alabarla por todos los medios. Eso es lo que destroza y cala al porvenir: el nulo valor de su palabra.